Los cruceros, Barcelona y yo

Petra López

Andaba yo pensando estos días que, si el turismo es un fenómeno que ha trastornado el orden planetario es absurdo tratarlo de la manera en que se viene haciendo por aquí, cuando di con una información en “La Directa”: resulta que el 3 de mayo habían desembarcado 22.000 cruceristas en Palma. Me llevé un susto pero en la misma noticia se decía que el sábado anterior habían sido casi 40.000 los que habían salido del puerto para desparramarse -no encuentro el verbo preciso- por toda la ciudad.


Da pavor, Palma, tan bonita, asolada por la llegada de un número increíble de seres humanos en modo, como se dice ahora, de vacaciones colectivas, en un sarao sin fin. En la crónica se contaba que la ciudad se ha llenado de pintadas “tourist go home” y hasta “ tourist you are the terrorist”. Ya se ve que el asunto quema, la gente está harta con razón, la vida cotidiana se le complica, hay atascos, saturación del transporte público, desaparición del comercio de barrio, la famosa subida de los alquileres


¿Tendrán la culpa de ese desastre las anfitrionas y los anfitriones de Palma? Seguramente no, aunque no tengo idea de cuántas serán allá sí que se sabe que en Barcelona habrá alrededor de tres mil casas en las que se practica el home-sharing -una pura estimación, claro-. Es decir, hay en Barcelona tres mil o, pongamos, cuatro mil casas en las que se alquilan esporádicamente habitaciones o la casa entera cuando sus habitantes no están. En este caso esporádicamente significa que algunos lo hacen dos o tres veces al año, otros tres o cuatro meses al año y otros casi siempre. Ojo, hay que retener el dato: a lo largo del año hay una oferta fluctuante de tres o cuatro mil casas en las que se practique el home-sharing algunos días, unos más, otros menos, ni idea de las cifras concretas. Tres o cuatro mil casa repartidas por todos los barrios de Barcelona, la mía es una de ellas.


Una cosa lleva a la otra de modo que me pregunté cuántos cruceristas saldrán al día desde el puerto de Barcelona para desparramarse por la ciudad. En concreto cuántos puede haber el día que escribo esto, el viernes 13 de mayo. Es fácil de saber, según la web del Port de Barcelona se encuentran en sus dársenas seis cruceros:


●Seven Seas Navigator, 490 pasajeros, 340 tripulantes

●Mein schiff 3, 2506 pasajeros

●Aidablu 2176 pasajeros, 697 tripulantes

●Aidacara, 1186 pasajeros

●msc poesia, 3323 pasajeros, 1039 tripulants

●costa favolosa, 1504 camarotes


La información sobre pasajeros, tripulantes y camarotes proviene de las navieras y permite hacer un cálculo aproximado sobre cuántas personas se habrán desparramado por un circuito también aproximado: Ramblas arriba hasta abrirse frente al Zurich como los brazos de un río: al sur por Pelayo, al oeste por la Rambla de Cataluña y el Paseo de Gracia, al noreste hacia la Sagrada Familia, arremolinándose en la calle Carolinas o impidiendo andar cómodamente por la travessera de Dalt hacia el Parc Güell… nos da un número aproximado de once mil pasajeros, más mil setecientos tripulantes, doce mil setecientas personas, eso sin contar a los tripulantes de las otras embarcaciones, ni a los entre dos mil o tres mil más que puedan alojarse en esos 1504 camarotes del Costa Favolosa. Lamento una vuelta tan abstrusa, no he sabido encontrar los datos precisos y me he cansado. Para lo que quiero señalar ya vale y si alguien tiene interés en mayores precisiones siempre podrá hacer su propia búsqueda. Entonces, en un día como este viernes habrá habido, contando por lo bajo, catorce mil o quince mil personas en Barcelona procedentes de cruceros.


Desde el uno de mayo han atracado cincuenta y un cruceros en el puerto y se esperan sesenta y ocho hasta final de mes, ciento diecinueve barcos en total. Si hacemos la cuenta de la vieja veremos que, en un solo mes, en éste, habrán desembarcado alrededor del medio millón de personas - no me lo podía creer, he hecho la cuenta tres veces -, pero sí, a esa cifra se llegará el uno de junio, y así mes a mes, sucesiva y también antecedentemente los números son de ese calibre. Supongo que en invierno bajarán las cifras, no voy a buscarlo, ya estoy mareada. Lo dicho, si a alguien le interesa siempre puede hacer la búsqueda.


Los cruceros son solamente una de las expresiones del fenómeno global que representa el turismo: hay cruceros de vuelta al mundo, por el Mediterráneo, por el Caribe, por los fiordos noruegos, por las capitales del norte de Europa, por la costa de las repúblicas bálticas, por… esos mastodontes contaminan aguas y aire por donde naveguen, consumen cantidades incontables de combustible. Millones de personas en el planeta aprecian el producto y consecuentemente se mueven cifras astronómicas que se repartirán muy desigualmente, pero se reparten, y en las ciudades de arribada se aprecia. Se da por supuesto que los beneficios de la actividad económica que propicia están por encima del uso y disfrute de la ciudad por sus ciudadanos y ciudadanas, y no se tocan los cruceros.


Llegan también turistas volando, y por tren, por carretera, unos a pasar el día, otros pernoctan alguna noche. Se suman a la riada, abren caminos nuevos, llegan al Tramvia Blau, fotografían la Vila Olímpica, se acercan a Montjuich. Van caminando, en taxi, en bici, en coche, en metro y en autobús - me decía mi amiga Teresa cuánto le molesta encontrar por la mañana el metro repleto de gente con maletas cuando ella va a trabajar, si tanto quieren que haya turistas que pongan más metros !- parece elemental y fácil de solucionar, pero es otra de las cosas que en el consistorio no parecen entender.


De todas esas personas que pasarán alguna noche en Barcelona unas cuantas lo harán en alguna de las tres o cuatro mil casas que practican el home-sharing, una actividad legítima y avalada por una larga tradición - esa fue la primera forma de alojamiento que encontraron los viajeros en la Edad Antigua, en cualquier lugar del planeta y desde entonces así se ha hecho durante siglos y más siglos… -. Se encuentran también ejemplos en la ficción, por poner uno estupendo Viaje por Alemania con Clara, de Fernando Aramburu, allá el narrador y Clara alquilan por unos días a una señora viuda su casa en Bremen, la mujer se va a la de su hermana durante ese período, les cuenta que es una manera común en aquel vecindario - bloques grises en un paisaje desolador de estética arquitectónica comunista- de ayudarse a llegar a fin de mes. Hay ejemplos a cientos en la realidad y en su espejo, la ficción.


De esas tres o cuatro mil casas de Barcelona que alojarán turistas una es la mía. El 31 de diciembre llegó Chu a pasar el fin de año, un joven chino de Shangai que estaba haciendo un master en Copenhague, vino con su novia, también de Shangai que estaba trabajando en USA, desde entonces hemos tenido huéspedes veintisiete noches. Mañana llegarán Greg y Ellen, ingleses, que van a ir al concierto de Springsteen, con ellos habremos ocupado treinta noches. Habremos alojado a un total de diez parejas - canadienses, franceses, eslovenos, unos gaditanos simpatiquísimos…- en cinco meses y medio, espero que serán más a final de año, pero hay que tener presente que las cifras son de este tenor. Como yo hay muchos en Palma y en Barcelona que, además y no es poco, compartiendo su casa no ensucian ni contaminan ni consumen energía, más allá - inevitablemente- de los parámetros insensatos que guían la conducta de la mayoría de los habitantes del planeta a la que tengan acceso a ello. Se entiende que ni las cifras ni las consecuencias de compartir casa resisten la comparación con un sólo día de cruceristas?


Perder el tiempo en penalizar a los anfitriones y anfitrionas es errar el ángulo si se quisiera modular el fenómeno global, pero no parece ser el caso, no se aborda a los grandes beneficiarios del fenómeno, al contrario: se subvenciona a las compañías aéreas, se permite la construcción de hoteles, no se pone coto al número ni al tamaño de los cruceros. Aquí y en todas partes. ¿Por qué?


No sé por qué. Se produce con esa operación, eso sí, un efecto de pantalla de humo o de tomar el rábano por las hojas, al no distinguir cosas tan elementales que se pueden contar tanto en cifras como en sus repercusiones. No hay parangón, es una comparación insostenible la que rige el discurso de nuestras administraciones sobre el turismo, no deberían entrar a bulto en un fenómeno tan complejo, pero se entra como sabemos anfitriones y anfitrionas que tenemos muchas ocasiones de deshacer equívocos sobre nuestra actividad, la cosa consoladora es que la mayoría de la gente entiende bien la diferencia.


Sería de agradecer que nos dejen ejercer nuestra actividad con alegría y paz de espíritu. No saben la cara de pasmo que han puesto algunos de nuestros huéspedes al conocer que su agradecimiento por el buen trato encontrado lo recibía una delincuente, una amenaza para la sociedad. -¡¿En Barcelona no se puede...?!- algún americano se ha preocupado un poco, sí, aunque los más, una vez salidos del shock y no sin algunas manifestaciones de incredulidad, suelen terminan por reírse.

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