Albert Lladó: “Creo que el periodista debe estar incómodo por naturaleza”
Lledó Barberá.- Albert Lladó (Barcelona, 1980) es filósofo, periodista y escritor. Con la excusa de la presentación de 'Los singulares individuos', su último libro, hablamos con él sobre literatura, periodismo y pasión por aquello a lo que te dedicas.
Foto cedida por Albert Lladó | Miquel Taverna CCCB
Lledó Barberá.- Albert Lladó (Barcelona, 1980) es licenciado en Filosofía, posgrado en Periodismo de Proximidad y Máster en Estudios Comparados de Literatura, Arte y Pensamiento. Freelance desde hace apenas seis meses, escribe para La Vanguardia, edita la Revista de Letras, colabora con BTV e imparte tres cursos sobre periodismo y literatura.
‘Los singulares individuos’ es el último libro de relatos que ha publicado y que presentará el próximo 7 de octubre en La Calders. Al final, el libro se ha convertido en una anecdótica excusa para quedar con él en un bar del barcelonés barrio de Gracia y hablar sobre su carrera, íntimamente ligada al periodismo, la literatura y la filosofía, el arte y la pasión por una profesión que últimamente te atrapa en el oficio.
¿Cómo llega un estudiante de Filosofía al periodismo?
Estudio filosofía pero siempre me ha interesado un tipo de filosofía ya muy vinculada a la escritura. Los pensadores que me interesan desde muy joven, diría que desde el instituto pero sobre todo los primeros años de carrera, son Albert Camus o Nietzsche y claro, son pensadores que realmente apuestan por la escritura.
Y entonces, empiezo a interesarme por un tipo de periodismo, que ahora no se encuentra tan fácilmente pero que está muy vinculado al periodismo de ideas, y llamo a medios donde poder colaborar pero no me hace caso nadie, evidentemente. Hasta que un diario pequeño me deja hacer entrevistas y llamo, o a gente mayor que no les hacen caso porque a la maquinaria del ruido de promoción ya no les interesa o gente que no se espera que le llame un joven que está estudiando filosofía, y todos me abren las puertas. Así, consigo entrevistar a gente como Palau i Fabre, el mayor especialista de Picasso y me doy cuenta que ese es el periodismo que quiero hacer.
Y, ¿cuándo das el salto a otros géneros literarios?
Lo voy haciendo todo a la vez digamos. Casi cuando acabo filosofía escribo un primer libro de ensayos mientras sigo colaborando en el diario. Después, viendo que no es fácil meterse en un diario grande ni vivir del todo de esto, me invento un periódico. Y, como vivía en el Maresme y mi hermano es un crack de la informática, con toda la inconsciencia del mundo y sin un duro decidimos meternos nos metemos en el follón que es crear un periódico de cero. (El Diari Maresme sigue funcionando hoy en día y en octubre cumplirá 10 años).
¿Quiénes son los autores que más te han influenciado?
Es muy difícil para mí citarte solo unos cuantos porque he tenido (y tengo) diferentes adicciones que he ido pasando. He tenido muchas épocas de leer a Julio Cortázar porque él entra a la literatura desde un sitio que a mí me interesa mucho: desacreditar y jugar con las palabras.
También Albert Camus, como te decía, porque toca tanto el teatro como el periodismo, el ensayo, la novela y la filosofía. Además, me atrae muchísimo porque tiene una cosa que cada vez me ha ido preocupando más: cómo comprometerte con la sociedad en la que vives pero manteniendo tu singularidad sin que la masa te coma. Es decir, no haciendo tu trabajo, ni el periodístico ni el literario, para que te aplaudan sino porque tu tienes esa historia en la cabeza que sigues pero que cuentas mirando a la sociedad y no aislado en una torre de marfil.
Pero también muchos otros, va por épocas.
Eres periodista y además escribes ensayos, novelas, teatro…¿Qué género es el que más te atrapa y apasiona?
También va por épocas. El periodismo no me ha dejado de apasionar nunca aunque sí he tenido un proceso de desenamoramiento con algún tipo de periodismo. He trabajado muchos años cerrado en una redacción y el periodismo de teletipo -coger y editar teletipos- me ha llegado a agobiar muchísimo, a poner en duda qué estaba haciendo. Ahora que llevo un tiempo escribiendo, que no estoy en una redacción, sino que soy freelance, me he vuelto a enamorar y me interesan mucho los géneros como el perfil.
Pero estoy muy muy muy enganchado a la idea del teatro. Es lo más bestia que puede pasar, es eso que dice la Biblia del “verbo se hizo carne”. Es encarnar a un personaje. Tuve la suerte de que mi primera obra la representaron en el Teatre Nacional de Catalunya y claro, que un texto que tu has escrito en una habitación lo interpreten actores profesionales es impresionante. No es comparable ni tan solo a cuando te llega el libro impreso, en el teatro la sensación es muy exagerada.
Pero solo has escrito una obra de teatro. ¿Es difícil ser dramaturgo en Barcelona?
Lo primero -ríe- es porque he empezado tarde. Tenía mucho respeto al teatro porque era un lenguaje que no conocía pero cuando empecé a formarme en la Sala Beckett y después en Buenos Aires, escribí la obra y la mandé al TNC olvidándome totalmente. Cuando me llamaron y me dijeron que tenía un interés, me entró el mono de seguir escribiendo.
Y ahora me encuentro con que escribo teatro pero realmente es muy difícil que acabe representándose porque hay muy pocos teatros produciendo en Barcelona. Más bien se han convertido en un lugar de exhibición donde te dejan ir con tu obra si les gusta pero tu lo tienes que poner todo. Y yo no tengo una compañía porque no vivo de este mundo, soy un intruso. Y escribo y lo paso a las compañías pero es toda una odisea ya que tienes que encontrar a alguien a quien le guste y que pueda invertir meses y dinero.
Ahora, acabas de publicar ‘Los singulares individuos’….
Sí, el libro acaba de salir y haré presentaciones aunque no me gusta hacer muchas porque acabas siendo el vendedor de ‘tupperware'. En Barcelona solo haré una, el viernes 7 de octubre, en la librería Calders con dos maestros que para mi son muy importantes: Sergio Vila-Sanjuán, coordinador del suplemento Cultura/s de La Vanguardia; y Valerie Miles, editora de Granta, una de las mejores revistas de periodismo narrativo del mundo.
¿Cómo es el proceso de escribir un libro?
Supongo que un escritor de verdad, que yo no me considero uno, te dirá que se deber ser metódico y seguramente sea verdad. Lo que pasa es que yo funciono por obsesiones en prácticamente todo lo que hago, funciono muy así, con mucho impulso. No he tenido la idea de estrenar una obra de teatro o de escribir una novela, me lo he ido encontrando.
También has publicado ‘Palabras’, una recopilación de entrevistas. ¿Es el género que más te gusta?
Cuando empecé no me gustaba mucho porque era muy joven, muy tímido y me parecía muy bestia que pudiera estar preguntando a Palau i Fabre sobre según qué cosas que no controlaba mucho. Pero me he ido enamorando del género.
Ahora bien, ¿qué pasa con las entrevistas? Que normalmente los medios te encargan hacer entrevistas a gente que acaba de publicar un libro o que ha sacado un disco y las has de ceñir mucho en el producto, es marketing puro. Pero cuando haces una entrevista a alguien sin ésta necesidad de ‘vender la moto’ es muy apasionante porque yo creo que una de las cosas que te enseña el periodismo es que cada vida tiene un mundo brutal detrás y que todas las vidas son narrables. Así, la entrevista cada vez me interesa más pero también en subgénero de perfil. Es decir, no tanto el modelo pregunta-respuesta sino construir un relato a través de las respuestas.
Pero no sé decirte por qué, quizás por lo que estoy leyendo…Por ejemplo, también hubo una época en la que me interesé mucho por los artículos de opinión. Es más salir de la zona de confort todo el tiempo. Si no domino como se hace una crítica de teatro, me pongo con ellas y cuando estoy muy seguro, intento cambiar. Ahora, estoy haciendo muchas crónicas de viaje porque me preguntaba si sería capaz.
¿Es por eso que ahora eres freelance?
La verdad es que no fue una decisión unilateral sino que hubo un momento en el que este periodismo de urgencia, de replicar teletipos, cada vez me interesaba menos y en La Vanguardia digital, donde estaba trabajando, también se dieron cuenta. Y llegamos a un pacto: me quedaba en la casa pero solo escribiendo para el papel.
Y la verdad es que después de muchos años de rutina lo notas porque la rutina es el peor enemigo que puedes tener a la hora de escribir. Por un lado, te da un entrenamiento que está muy bien y del que aprendes muchísimo porque te da oficio. Pero, para mí, el periodismo es un oficio y una pasión y esta combinación es muy difícil de mantener. Llegó un momento que solo tenía oficio pero ahora estoy recuperando la pasión, que es muy importante, y estoy disfrutando muchísimo, es brutal.
Has hablado de salir de tu zona de confort y es cierto que cada vez piden que los periodistas sepan hacer más cosas. ¿Es importante salir para evolucionar?
Hay dos aspectos. Uno es que de eso se aprovechan y la precariedad es radical. Y claro, pedirle a uno que sabe escribir que también sea un genio de la fotografía es explotación porque en realidad no quieres pagar un buen fotógrafo y un buen periodista. Quieren que seas mano de obra barata, el hombre orquesta.
Dicho esto, creo que el periodista debe estar incómodo por naturaleza. Es decir, si tu sabes hacer muy bien entrevistas, ¿por qué no probar otro género siempre que tengas la posibilidad? Yo, por ejemplo, dentro de la escritura que es lo que me interesa, cuando no sé hacer alguna cosa intento provocarme a ver qué pasa y a veces, funciona.
Foto cedida por Albert Lladó | Jordi Vera
¿Hasta que punto un periodista puede utilizar técnicas literarias y elementos narrativos sin perder de vista la objetividad y el rigor?
Fíjate que has utilizado dos términos muy interesantes: objetividad y rigor. Creo que el mantra de que el periodista debe ser objetivo es una farsa porque narramos desde el sujeto. Yo, con la escuela que he montado en Revista de Letras, intento deshacer eso y aprender a no renunciar a la mirada propia porque es lo que tú puedes aportar.
¿Y dónde está el límite? El límite no es tan difícil: es el rigor y la honestidad. Puedo interesarme más por una conversación que por la otra pero no puedo inventarme parte de esa conversación, ya que significaría faltar al rigor. Por otra parte, ser honesto quiere decir no exagerar la conversación porque a mí me interesa, por ejemplo, porque están hablando bien sobre mi obra de teatro. Creo que éstas son las dos fronteras.
De hecho, todas las estéticas literarias no es que no se puedan aplicar sino que se llevan aplicando desde hace más de un siglo. Mira -dice mientras que saca ‘La eternidad de un día - clásicos del periodismo literario alemán 1823-1934- estos son los precursores del periodismo literario en Alemania y fíjate las fechas. Este libro es una maravilla y es subjetividad absoluta, literatura absoluta pero siempre periodismo.
Creo que el periodismo ha pasado por muchas fases y ahora está un poco mal visto que el texto muestre el punto de vista pero es nuestra culpa porque hemos confundido epistema y doxa, criterio y opinión. Dar tu punto de vista no es dar tu opinión, es desde donde narras que no es lo que tu piensas. Está muy mal visto hablar desde el yo porque parece que quiere decir alimentarse de unos prejuicios pero, de hecho, es todo lo contrario.
¿Cómo ves el futuro del periodismo cultural?
Hay también dos aspectos a tener en cuenta siempre que se habla del futuro del periodismo cultural. Por un lado hay que hablar de la sostenibilidad del negocio, que como no soy comercial, no sé cómo se debe solucionar. Nosotros, en Revista de Letras, funcionamos con patrocinio y estamos encantados.
Y el otro lado es la supervivencia como género, que yo creo que está en el mejor momento de los últimos 50 años en el sentido de que no creo que a tanta gente le interese tanto el periodismo cultural como ahora. Hay un interés real tanto en los periódicos nacionales como en proyectos de pequeño tamaño. Interés hay y nunca ha habido tantos periodistas ni tantos lectores tan bien formados como ahora. La gran pregunta es cómo hacerlo sostenible.
Con todo, también tienes tiempo para dedicarte a la docencia. Cuéntanos un poco más sobre esa experiencia.
Ahora empiezo tres cursos, se me ha ido la olla -ríe-. Haremos uno de ‘periodismo narrativo’ (on-line), de tres meses y que tiene que ver con la mirada, con cómo construir una voz narrativa. También haré uno similar, que se llamará ‘periodismo literario’ en el Ateneu Barcelonés y, por último, uno en la Beckett de ‘filosofía y teatro’.
Al principio no era una cosa que me llamara mucho la atención porque, de hecho, hice el CAP para ser profesor de filosofía y no di clase nunca. Pero con los años me he dado cuenta que el tópico de que cuando preparas un curso o cuando enseñas, eres el que más aprendes, es totalmente cierto.
Prepararte una clase es una experiencia brutal a nivel de interrogantes, de documentación. Le debes dedicar un esfuerzo, perdona por la pedantería, intelectual porque te haces preguntas de muchas cosas de las que haces instintivamente y es un aprendizaje brutal.
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