Recomendaba a los nuevos dirigentes del PSOE en mi anterior artículo la lectura sosegada y en comisión del " maldito papel" podemita que exhibió en el Congreso de los Diputados el nuevo secretario de Organización, el valenciano José Luis Ábalos en el pasado debate de investidura. Lo hacía con el ánimo de para que los compromisarios con carnet socialista pudieran conocer, en plenitud, cual era idea política y estratégica que, de su partido, tienen Pablo Iglesias y los suyos.
Naturalmente, haciendo uso de su legítimo derecho, no me han hecho ni puñetero caso. Supongo que porque "ahora no toca" hablar mal de la formación morada, ya que la estrategia cesarista del nuevo líder de la calle Ferraz aconseja "andarse con tiento" en ese asunto, ya que puede espantar a "los ingenuos" dirigentes de "la otra izquierda", con los que al parecer hay que darse el abrazo del oso en un futuro no muy lejano.
Nosotros, que somos persistentes, dejamos "el maldito papel" colgado en la red, para que el transcurrir del tiempo nos diga en qué quedan las virtudes de unos y de otros en la muy complicada política española. De momento, nuestra atención está puesta en la maniobra que el propio Ábalos tiene preparada contra su compañero Ximo Puig, presidente de la Comunidad Valenciana, al que quiere descabellar ya al primer intento, expulsándole de la silla del PSOE en un territorio en el que los socialistas no tocaban poder desde hace bastantes años. La siega será con sangre y rápida, porque les espera a la vuelta de la esquina el aragonés Lambán, el asturiano Javier Fernández en Asturias y hasta en clave municipal, el alcalde gallego Abel Caballero.
Seiscientos delegados con carnet han tomado el poder en el PSOE y quieren convencernos con el señuelo de "somos la izquierda" de que el nuevo PSOE que renace de sus cenizas nos va a salvar de todas las desgracias que tenemos encima y sobre todo "va a arreglar" el mal llamado “asunto catalán"; y de paso "engañar" a Podemos, para que les deje recuperar los dos millones de votos que el PSOE perdió con el anterior secretario general en cuantas elecciones se presentó. ¿Pero ese secretario general no era un socialista llamado Pedro Sánchez?
No es el mismo, que me lo han cambiado estos cabritos del aparato, decían sus fervorosos seguidores, como la ex esposa de Pepe Borrell, la también renovada Cristina Narbona con más lustros de carnet y de cargos que el mismísimo secretario general. O la eterna Margarita Robles, que sin carnet de militante hará de portavoz de todos los que lo tienen, que, por lo que se ve, tampoco sirven para defender las nuevas ideas socialistas en el Congreso.
Por cierto, ¿Vds. saben por qué esta jueza en excedencia no tiene carnet, ni lo tuvo cuando ejerció de viceministra en Interior? Pues muy sencillo: porque no quiere perder su puesto en la carrera judicial, que para ella, como para tantos otros de su catadura, es una puerta giratoria para seguir llegando a final de mes. Vamos, como cualquiera de los que ingenuamente reivindicaban una España mejor en el ya muy lejano y más que manoseado 15-M.
Lo del PSC lo dejo para otro día. Ayer vi a un Miquel Iceta exultante y no quiero amargarle el lunes. Le acompañaba el alcalde de mi pueblo, Carlos Ruiz, con la mochila de Inipro a su espalda. Ya saben, la que está investigando un Juez de Tarragona y la Guardia Civil. ¡Menuda bomba de relojería le han metido a Pedro Sánchez en su ejecutiva! No me extrañaría nada que el personaje saliera pitando para Madrid cualquier día o hacia un escaño parlamentario que le otorgue la posibilidad de aforarse, para así salvarse de la quema o ganar tiempo para que la ley pase de puntillas como ya hizo en el caso Pretoria, y dejar a los suyos como únicos responsables del mayor escándalo que una empresa privada --salvo las de la familia Pujol-- ha protagonizado en territorio autonómico.
A partir de ahora, solo queda esperar, felicitar a los ganadores y mirar con el otro ojo a nuestros vecinos los franceses, que también acaban de votar dejando a los partidos tradicionales en la mínima expresión parlamentaria, tras inventarse un candidato tipo Suárez y un grupo parlamentario con una supermayoría de muy diverso signo ideológico como ya lo era la UCD, que nos asoma al precipicio de una nueva Europa sin partidos y con socialistas hundidos y comunistas desaparecidos.
Solo falta que la socialdemocracia alemana se pierda por el camino, para que todos nos preguntemos: ¿Quo Vadis Europa?
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