Pongo las urnas, dijo el president. Luego, las volvió a guardar y así todo el día, hasta que llegó la hora de abrir el Parlament, que llevaba cerrado 8 semanas por obra y gracia de la mayoría minoritaria ocupada en votar su procés y tratar de engañar a toda Europa -que , al final, no se ha creído el cuento de la lechera catalana-.
Y mañana más. No sé si con las mismas proposiciones o con otras más ingeniosas que nos saquen de este triste momento en el que vivimos. Cuando a primera hora del aniversario de los Pactos de la Moncloa me tomaba el café de rigor -el primero de los que ya me ha prohibido mi médica, que ha cuidado de mí durante más de veinte años, y que ahora me han quitado del Consultorio, sin darme la oportunidad de opinar, como si los pacientes catalanes no pagáramos nuestros impuestos y no tuviéramos derecho a opinar- pues bien, a esa hora tan temprana, no salía de mi asombro cuando, al leer el editorial del periódico decano propiedad del Conde de Godó, me enteraba de que ese orgulloso y veterano diario que ha visto y escrito sobre casi todo "le suplicaba" –sí, "le suplicaba"- al president Puigdemont que no nos lanzara a los catalanes contra la rocas del precipicio al que nos hemos asomado.
Como comprenderán, la impresión que me produjo esa frase hizo que la taza del café se me cayese encima, porque lo que tanto hemos pedido los diarios más pequeños hasta ahora mismo, acababa de entrar de lleno en el pensamiento de ese portaviones que es ‘La Vanguardia’ para el mundo de la comunicación y por lo tanto la conclusión para este periodista no podía ser otra que la socorrida expresión de "pues sí que estamos jodidos”, pero esta vez de verdad.
Así que ya me dirán cómo, ante semejante panorama de desesperanza, podía afrontar la jornada y cómo también he podido acabarla tras las idas y venidas de un president que quiso, pero no pudo tras varios intentos, poner las urnas para acabar con la hecatombe que ya tenemos ahí encima.
No sé cómo cerraremos la semana. Ojalá que con mejores perspectivas, aunque mucho me temo que los más violentos y los más intransigentes nos van a ganar esta partida por la mano.
Les recomiendo, no obstante, que aguanten el tipo y piensen en sus familias. En ellas encontrarán la fortaleza perdida, ya que sólo por ellos merece la pena aguantar este diluvio, para luego seguir intentando que los que han perdido el juicio lo recuperen lo antes posible.
No perdamos la esperanza; volveremos a levantarnos y, si tenemos suerte, entre todos conseguiremos que la convivencia vuelva ser tan normal y tan agradablemente diversa como lo ha sido en los últimos cuarenta años de democracia plena.
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