Esa Catalunya es la que insiste, tozuda e inquieta, en que las heridas del reciente pasado aún no se han cerrado, y que, en consecuencia, los resultados electorales van a ser muy parejos, porque a los votantes de los que se saltaron la Constitución, les importa un higo que los hayan engañado y que sus "héroes" padezcan prisión o sean acusados de malversación de caudales públicos.
Tampoco les afecta que a la Guardia Civil les hayan tomado el pelo sus Jefes y los mossos, y que ahora mismo se estén rompiendo la espalda para demostrar que un grupo de presuntos delincuentes escondidos tras una estelada, se pusieron de acuerdo para generar un golpe de Estado, vendiéndonos a todos una ÍTACA inexistente, desde la que querían apropiarse del poder para su beneficio particular y de todos sus amigos y parientes.
Y por si fuera poco esta desgracia, al otro lado de la calle, circula al mismo tiempo otra marabunta humana de rencor contra todo lo que no es uniforme o constitucionalmente correcto, como si la verdad de la gente, pase por un solo tubo, que despersonalice y nos devuelva al pasado más negro y superado.
Y en esas estamos, hasta que nos despertemos el día de la Lotería y descubramos que la mayoría de los premios gordos se quedan, como siempre, en Madrid , que es también el lugar al que han emigrado dos mil de las empresas catalanas con el rabo entre las piernas, en busca de supervivencia y de la protección de la Omertá centralizadora.
De momento, entramos en campaña electoral en una Catalunya divida en dos, con pocas esperanzas para los que nuca quisimos el choque de trenes que, al final, nos ha destrozado el futuro de nuestros hijos, y que digan lo que digan unos y otros, nadie sabe como buscarle arreglo.
Esa es, a día de hoy, la auténtica y genuina Catalunya real.
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