Está claro que el lío del PSOE ha desviado la atención mediática que ocupaba el juicio de las tarjetas ‘black’ de Bankia para mayor goce y tranquilidad de unos presuntos desalmados que se pagaron los vicios con dinero de los accionistas de aquella "inolvidable" Caja Madrid y luego con el dinero de todos los contribuyentes, que han pagado el rescate de esa entidad bancaria sin que nadie les preguntara si querían o no querían que sus impuestos sirvieran para tal fin o que el gobierno de turno endeudara más al Estado por ese triste asunto.
Sigue siendo este un país en que al señorito le sienta mal una copa, aunque lleve encima una cogorza monumental, mientras que el pobre es un pobre desgraciado y un alcohólico irredento, aunque lo suyo se deba a una botella de sidra. Y es que los socialistas, una vez más, no han sabido escoger ni el tiempo, ni el lugar para hacer públicas sus fobias, haciendo posible que los Blesa, Rato y demás miembros de la nobleza financiera paseen por la pasarela del Juzgado sin que la gente de a pie pueda darse la pequeña satisfacción de verlos sufrir cada día por las acometidas del Fiscal Alejandro Luzón.
En los despachos de poder hoy se celebra una doble fiesta. Primero, por el estallido de la guerra civil socialista que llevará a los de Ferraz al limbo político de "los testimoniales"; y en segundo término, por la caída informativa del caso Bankia, que permite pasar de forma silente el tiempo de la crítica feroz contra quienes tenían garantizado "a priori" un más que merecido calvario personal, de insuperables consecuencias para su perfil profesional. Eso de que los ricos nos roban no debe figurar en ninguna de las nomenclaturas ideológicas de los actuales dirigentes sociatas, incluido Pedro Sánchez porque, si así fuera, éstos lumbreras evitarían armar la que han armado en un tiempo judicial en el que la derecha tiene muchísimo que explicar.
Ahora solo falta que "Garrapata" Sánchez no dimita y el serial se alargue hasta que pase por los juzgados sin pena ni gloria, el escándalo de la Gürtel y los papeles de Bárcenas, para que la gente pase definitivamente del gran partido de la izquierda española y, a partir de ahí, solo preste atención a los concursos que se ven en la tele en lugar de estar por la labor de ir a votar cada vez que se les convoque.
Como hago en estas grandes ocasiones, me tomo prestado el título de una de mis películas favoritas, la que dirigió en 1980 James Uys y exclamo como uno de sus personajes: Los dioses deben estar locos.....
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