Barcelona: "Marcelona" y "Terracelona", dos mundos paralelos

Si circular se ha puesto complicado, lo del alojamiento es otro cantar tanto si lo haces en tierra, “Terracelona”, como si lo haces en mar, “Marcelona".

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Por circunstancias que no vienen a cuento, o no del todo, pero algo sí, me encuentro en Barcelona en esta época en la que el tiempo corre que vuela menos cuando circulas por sus avenidas, calles y rondas en las que impera la lentitud por aquello de que «si vas demasiado rápido pierdes el sentido de a dónde vas y por qué». Obturar la ciudad a 30 km/h impone un circular a “cámara lenta” que no solo invita al turista recorrer el municipio sin perder detalle, sino que, además, le permite apearse del Bus Turístico y volver a abordarlo tras una visita relámpago a la Sagrada Familia, la Pedrera, la casa Batlló, las Ramblas de las Flores o la de los pajaritos excarcelados. Más que la Agenda 2030, es la “Agenda Colau” encaminada a incrementar el número de turistas, o vete tú a saber. «Ay, ¿quién maneja mi barca?, ¿quién?, que a la deriva me lleva…» cantó Amaya en Múnich y casi consigue que nos expulsen de Eurovisión. 
 

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“Terracelona”. Fotografía: José Luis Meneses

Si circular se ha puesto complicado, lo del alojamiento es otro cantar tanto si lo haces en tierra, “Terracelona”, como si lo haces en mar, “Marcelona". Las opciones de hospedaje se han multiplicado como los panes y peces en Galilea, hasta tal punto que no hay jovenzuelo que encuentre un cuchitril donde meterse a buen precio. El turista, empresario, comercial, particular, circula por los hoteles a una velocidad inusitada, especialmente aquellos que, subidos de pasiones necesitan un rápido refrigerio. El tiempo promedio de estancia es de 1,9 noches y todos, a la entrada o la salida, ponen sobre el mostrador la visa o la pasta acompañada de algunos eurillos para la tasa turística, obligatoria tanto si viajas por turismo como si lo haces para asistir a un funeral. Algo más de 2.000 hoteles dan en “Terracelona” un servicio satisfactorio. La mayoría de ellos cuenta con más de 3 estrellas en las hombreras, distinción equivalente al rango de teniente general en el ejército de tierra y de almirante en la mar. Cuando se trata de 5 estrellas o de un gran lujo, 44 por estos lares, estamos hablando de un rango de capitán general, el no va más en la OTAN. En estos paraísos, sabiendo que las prisas no son buenas, se circula más lento que por las calles de “Terracelona”, me refiero al distinguido cliente, no al currante que corre que se las pela.

 

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“Marcelona”. Fotografía: José Luis Meneses

 

Mientras los alojamientos en “Terracelona” aumentan progresivamente incorporándose a la oferta nuevos hostales y pensiones, albergues, pisos y habitaciones turísticas, en “Marcelona”, según información contrastada, la pernoctación en embarcaciones amarradas a puerto se encuentra en fase de estudio en la “Agenda Colau”, que ha asumido competencias portuarias delegadas por el gobierno y que no encontraremos en la “Agenda Ayuso”, y no precisamente porque milite en la oposición.  Más de 70 barcos ofrecen la posibilidad de alojamiento, si es que a todo lo que flota se le puede llamar barco. Es lógico que muchos modestos propietarios encuentren con esta opción una oportunidad para pagar el amarre y los gastos que una embarcación lleva consigo. Alojarse en “Marcelona” no es algo exclusivo de las embarcaciones de recreo, desde hace años numerosos cruceros, más de 800 este último, lo han hecho y lo seguirán haciendo porque, en las pocas horas que los turistas visitan la ciudad, dejan una buena “pasta” antes de levar anclas. Claro, que hay cruceristas que no se apean del barco ni, aunque se esté hundiendo. «Esto no me gusta» cantaría el hijo de Julio si fuese alcalde de la Ciudad Condal.
 

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Crucero Norvergian. Fotografía: José Luis Meneses

 

Muchas de las 70 embarcaciones irían a parar al desguace si tuviesen que navegar. El “negocio” está en llevarlas como sea a puerto, amarrarlas, lavarles la cara y ponerlas a disposición de aquel que, atraído por la mar, quiera dormir mecido por ella. Que te mezan, inusual a mi edad, fue el motivo por el que opté por cambiar el hotel en el que me alojaba en “Terracelona” por una embarcación en “Marcelona”. Como toda experiencia exige esfuerzo y sacrificio, dejé un cuatro estrellas que además de dar servicio en sus 200 habitaciones, lo hace también en sus más de 2.000m² de salones y 1.500m² de ocio y relax. Hasta dónde ha llegado su osadía que hasta un pedazo de piélago con aguas turbulentas han instalado en su interior, además de un garito turco, otro finlandés, una cámara siberiana… y unas cabinas dónde el agua ataca por los cuatro costados. Si quieres gozar de la oferta completa puede rondar los más de 100€ la noche en temporada baja, por cierto, cada vez más corta en “Terracelona”. Claro que, cuando llegan los del Mobile o los que asisten a otros eventos, el precio por noche puede subirse por las paredes.
 

 

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Hotel 4**** de “Terracelona”. Fotografía: José Luis Meneses

 

Si en “Terracelona” uno puede dormir en temporada baja y por noche desde 15€ (litera albergue sencillo) a más de 800€ (suite hotel de lujo), en “Marcelona” los precios por noche, también en temporada baja, pueden oscilar entre los 50€ (“barquito” que flota) y los 200€ (barquito decente). En ambos casos sin largar amarras, porque lo de echarse a la mar y darse un garbeo por la costa de “Marcelona” es harina de otro costal. Hay barcos que están en condiciones de navegar, aunque solo sea para cumplir con la tradición del bautismo marinero y siempre que el botellazo sea leve. Un pack por noche para dos personas y un paseo de un par de horas puede rondar los 500€, me refiero en esas modestas embarcaciones a motor o a vela que todavía mantienen su mástil tieso y no han desairado al Rey Neptuno. Como no puede ser de otra manera, en “Marcelona”, también amarran embarcaciones de lujo en las que podrías alojarte entre los 1.500 y 5.000€ día, en ellas, además del bautismo va incluida la comunión.  Ya lo decían los comerciantes italianos: «Barcelona es buena si la bolsa suena».
 

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Explorer.  Fotografía:  José Luis Meneses

 

En el área costera de “Marcelona” se encuentran además de las cuidadas playas, muy visitadas tanto de día como de noche, la Marina Port Fórum, el Port Vell, el puerto de cruceros y el comercial. Durante cinco días el Explorer se convirtió en el centro estratégico de operaciones que me permitió obtener alguna información y fotografías con las que documento este nuevo artículo.  Corría el mes de enero y como puede verse en la fotografía, el tiempo invitaba a salir a cubierta, desayunar sin prisas y relajarse viendo el reflejo de los inmóviles embarcaciones hibernando sobre el agua. Aquí, a diferencia de “Terracelona”, la quietud es asombrosa y el silencio sepulcral. “Marcelona”, en esta época de año, te regala tiempo para descansar, pensar y dejarte mecer por las olas del mar. Aunque solo sea por eso, “Marcelona” hay que cuidarla.

 

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Habitáculo bolchevique. Fotografía: J.L. Meneses

 

Pero no todo lo que flota en “Marcelona” se le puede otorgar la condición de embarcación, la mierda también flota por un instante hasta que acaba hundiéndose en las profundidades de los océanos. En el reino de los mares, a Neptuno se le caería la cara de vergüenza ante este esperpento bolchevique que aparece en la fotografía: ha desaparecido la popa, la proa, se ha ampliado el habitáculo, se ha transformado la cubierta en una terraza para poner a secar la ropa o tomar el sol y vete tú a saber qué es lo que se esconde bajo la línea de flotación. Hay, quién ha cercado la terraza con una valla, más propia de un huerto, colocado algunos tiestos con plantas y un toldo triangular para combinar, como en las plazas de toros, la zona de sol y de sombra. Si la carrocería nos da pistas sobre las limitaciones de este tipo de “embarcaciones” para navegar, al revisar el interior y los instrumentos de navegación, se llega a la conclusión de que “eso” o como queráis llamarlo no lo mueve ni Dios. 

 

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Cuadro de mandos de navegación. Fotografía: J.L. Meneses

 

Así no se puede estar ni navegar y los puertos están para que amarren las embarcaciones que sí pueden hacerlo, al igual que los aeropuertos están para que aterricen los aviones. Pese a quien pese, el que no cumpla unas condiciones mínimas para echar el ancla en “Marcelona” debería irse. Si yo fuese Neptuno, pondría unas exigencias mínimas para amarrar y transitar por el reino de los mares: conocer y respetar las tradiciones marineras; la embarcación debe estar en condiciones de poder navegar; estar en posesión de la documentación que acredita como patrón; no pertenecer al grupo “ninis” (ni estudia ni trabaja), al de bolcheviques trasnochados o pseudo hippies de pacotilla; ser capaz bajar el volumen del tocapelotas, de mantenerse en silencio y de escuchar los latidos del mar; dejar el alcohol, las socarronerías, los cantos y charangas para las tabernas del puerto; y, aunque podrían añadirse algunas más,  ser capaz de entonar la Salve Marinera. 

 

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Playa del Fórum. Fotografía: J.L. Meneses

 

Aquellos que no reúnan estos requisitos o no dispongan del peculio para comprar y mantener una embarcación, siempre les quedará la playa para contemplar el mar y para soñar que llegará el día que caminará sobre ella. Si uno tiene dudas, recomiendo la lectura del Evangelio según San Mateo 14:22-33 que cuenta el caminar de Jesús sobre las aguas. 

 

«Jesús hizo que sus discípulos subieran a la barca, para que cruzaran el lago antes que él y llegaran al otro lado mientras él despedía a la gente.  Cuando la hubo despedido, Jesús subió a un cerro, para orar a solas. Al llegar la noche, estaba allí él solo, mientras la barca ya iba bastante lejos de tierra firme. Las olas azotaban la barca, porque tenían el viento en contra.  A la madrugada, Jesús fue hacia ellos caminando sobre el agua»

 

De ello también nos habló Leonard Cohen en la preciosa canción de Suzanne.

 

 «…Y Jesús era un marinero cuando caminó sobre el agua, y estuvo mucho tiempo mirando desde su solitaria torre de madera y, cuando supo con certeza que sólo los que se ahogaran podrían verle, dijo: todos los hombres serán marineros…» 

 

Para terminar y parafraseando a nuestra querida Remedios Amaya, esperemos que quién maneja la barca, sobre este tema o cualquier otro tema de país, no nos lleve a la deriva. Discúlpenme ustedes, pero tengo más dudas sobre esto que sobre si Jesús caminó sobre las aguas.


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