Se cumplen 20 años del derrumbe en el Carmel: el barrio barcelonés pide "dignidad"
En la mañana del 27 de enero de 2005, el suelo empezó a ceder, tragándose edificios y dejando a decenas de familias sin hogar. CatalunyaPress ha hablado con la presidenta de l'Associació de Veïns d’El Carmel, Montserrat Montero
Hoy hace veinte años, el barrio del Carmel en Barcelona, vivió uno de los episodios más traumáticos de su historia. En la mañana del 27 de enero de 2005, el suelo empezó a ceder, provocando un inmenso derrumbe, tragándose edificios y dejando a decenas de familias sin hogar. Aunque milagrosamente no hubo víctimas mortales, el impacto emocional y material fue devastador. Veinte años después, la cicatriz sigue abierta para muchos de los vecinos afectados, quienes continúan exigiendo justicia y recordando aquel fatídico día.
La cronología del desastre
En las primeras horas de aquel 27 de enero, los vecinos empezaron a notar grietas en los muros de sus viviendas, un fenómeno que había comenzado días antes pero que ahora era imposible de ignorar. Los ruidos sordos del suelo cediendo provocaron alarma. A media mañana, parte de los edificios en la calle Calderón de la Barca colapsaron, dejando a decenas de familias sin hogar y obligando a desalojar a cientos de vecinos de la zona. La situación era caótica: los servicios de emergencia llegaron rápidamente, pero el riesgo de más derrumbes complicó las labores de evacuación.
Además de la calle Calderón de la Barca, epicentro del desastre, otras vías cercanas sufrieron graves consecuencias debido al derrumbe. El pasaje de Sigüenza fue una de las zonas más perjudicadas, con daños significativos en las viviendas que obligaron a desalojar a decenas de familias. También se vieron afectadas calles como Dante Alighieri y Llobregós, donde se registraron grietas y desprendimientos que generaron gran incertidumbre entre los vecinos.
Los primeros informes indicaron que el colapso estaba relacionado con las obras de construcción de una línea de metro, que habían debilitado los cimientos del terreno. A lo largo del día, más edificios fueron evacuados por precaución, y las autoridades locales declararon el estado de emergencia en la zona. El desplome dejó un paisaje desolador: edificios parcialmente destruidos, calles acordonadas y cientos de personas desplazadas.
Las consecuencias materiales y sociales
El impacto inmediato del derrumbe fue devastador. Más de 80 viviendas quedaron destruidas o gravemente dañadas, afectando directamente a unas 1.000 personas que se vieron obligadas a abandonar sus hogares. Muchas familias lo perdieron todo de la noche a la mañana: propiedades, recuerdos y la tranquilidad de vivir en un barrio que hasta entonces había sido su hogar.
La respuesta de las administraciones fue rápida pero no exenta de críticas. Se habilitaron alojamientos temporales en hoteles y albergues, pero la incertidumbre sobre el futuro de las viviendas generó una tensión constante. Los vecinos organizados crearon plataformas para exigir soluciones inmediatas y compensaciones justas. "Nos sentimos abandonados. Nos prometieron soluciones rápidas, pero pasan los meses y no vemos resultados", declaró en su momento Juan Selfa, uno de los afectados, quien pasó más de un año viviendo en un hotel tras el desastre.
Las causas del derrumbe
Las investigaciones iniciales apuntaron a las obras de ampliación de la Línea 5 del metro como la causa principal del desastre. Los trabajos habían debilitado el terreno, generando un colapso geológico que afectó a los edificios cercanos. Estudios posteriores confirmaron que se habían subestimado los riesgos asociados al tipo de suelo y que la supervisión técnica había sido insuficiente.
Los informes también revelaron irregularidades en el proceso de licitación y ejecución de las obras. Empresas contratistas y responsables de la administración local fueron señalados por no adoptar las medidas de seguridad necesarias. La negligencia y la falta de coordinación entre las partes implicadas fueron factores clave que llevaron al desastre.
Juicios y lucha por la justicia
El camino hacia la justicia fue largo y tortuoso. En los años posteriores al derrumbe, se abrieron varios procesos judiciales para determinar responsabilidades. Los afectados demandaron a la administración pública y a las empresas constructoras, exigiendo indemnizaciones y una reparación integral de los daños.
En 2010, un tribunal dictaminó que la Generalitat de Catalunya y las empresas contratistas eran responsables del derrumbe, obligándolas a indemnizar a los afectados. Sin embargo, las compensaciones tardaron años en llegar, y muchos vecinos denunciaron que las cantidades otorgadas eran insuficientes.
Además, varios técnicos y responsables públicos fueron procesados, aunque la mayoría evitó penas de cárcel mediante acuerdos o por prescripción de los delitos. "Nunca sentimos que se hiciera justicia de verdad. Hubo muchas promesas, pero al final, quienes sufrieron las consecuencias seguimos siendo nosotros", lamentó Juan Selfa en una entrevista.
La situación veinte años después
En 2025, el barrio del Carmel ha cambiado mucho, pero las heridas del derrumbe siguen presentes. Aunque las viviendas afectadas fueron reconstruidas y las infraestructuras mejoradas, muchos vecinos originales no pudieron regresar debido al alto coste de la vida en la zona. Los desplazamientos forzados cambiaron la composición social del barrio, y algunas familias nunca lograron recuperarse económicamente.
El derrumbe en el Carmel marcó un antes y un después en la relación entre los ciudadanos y las instituciones. Puso en evidencia fallos estructurales en la planificación urbana y la ejecución de obras públicas, así como la necesidad de garantizar mecanismos de reparación justos y rápidos para los afectados. Veinte años después, la memoria del desastre sigue viva, no solo como un recordatorio del dolor pasado, sino también como un llamado a la responsabilidad y a la solidaridad.
Hoy, las heridas materiales del Carmel parecen haberse cerrado, pero las heridas emocionales y sociales siguen presentes. Algunos vecinos nunca volvieron, y muchos sienten que su lucha por la justicia quedó incompleta. Sin embargo, lo que permanece es el espíritu de un barrio que se negó a ser olvidado. Aún quedan pendientes el reconocimiento pleno del sufrimiento vivido y un compromiso real de las instituciones por aprender de sus errores. Al final, la mayor reparación no está en los edificios reconstruidos, sino en la confianza que las comunidades pueden depositar en quienes tienen la responsabilidad de cuidarlas.
La presidenta de la Associació de Veïns d'El Carmel reclama dignidad para el barrio
Montserrat Montero, presidenta de l'Associació de Veïns d’El Carmel, ha compartido en exclusiva para CatalunyaPress su visión sobre la situación actual del barrio y las lecciones que quedaron tras aquella crisis.
“Las heridas están ahí. Afectó no a todos, solo a los que vivieron aquí, pero una gran parte del Carmel tuvo que soportar las incidencias a nivel de estructura urbanística. Cogías un taxi y tenías que dar toda una vuelta”, ha explicado. Montero también ha señalado la decepción de no haber contado con el metro en su momento: “Fue un shock, pero eso ya queda en el pasado”. Finalmente, la Generalitat de Catalunya inauguró la estación de la L5 de El Carmel el 30 de julio de 2010, cinco años y medio después.
A pesar de que el tiempo ha mitigado parte de las tensiones, Montero lamenta que los problemas estructurales del Carmel siguen sin resolverse: “Ahora están haciendo obras, pero nadie habla claro sobre ellas. Los vecinos no tienen idea de qué va a haber en el Carmel. La gente se quejará, pero será a toro pasado”.
Uno de los temas que más preocupa a la presidenta de la AV es el nuevo edificio de viviendas que se está construyendo en el barrio. Según Montero, ocupa un espacio excesivo y no respeta las normativas: “Es muy grande y se come mucho trozo. Creo que no cumple las ordenanzas. Además, algunos piensan que habrá un parque infantil, pero lo que tendremos será una plaza dura. No estoy de acuerdo con esta decisión”.
Montero ha reprochado la falta de espacios abiertos y equipamientos públicos en el barrio. “Después de 20 años, seguimos teniendo los mismos problemas: pocos espacios verdes, pipicans insuficientes y falta de zonas públicas adecuadas. Las administraciones deben dignidad al Carmel. No pueden seguir tratándonos como si fuéramos un suburbio”, ha señalado, recordando que los políticos suelen limitarse a prometer soluciones sin ejecutarlas: “A veces viene el conseller de turno, dice que lo arreglará, pero al final no se hace nada”.
A pesar de definirse como apolítica, Montero ha destacado el papel de la asociación de vecinos: “Como AV, escuchamos a todos los vecinos, de cualquier ideología. Pero aquí las cosas no se arreglan con indemnizaciones. Los afectados han cobrado, sí, pero al barrio no se le ha dado lo que necesita. Tenía que haber equipamientos para que los jóvenes no se vayan. En el Carmel, equipamiento que sale, equipamiento que privatizan. Lo que necesitamos son inversiones reales, no arreglos de copia y pega”, ha enfatizado.
La presidenta de la AV ha puesto el foco en la falta de atención a los espacios públicos y educativos del barrio: “Los parques están en un estado horrible, aunque parece que Lluis Rabell [concejal del Plan de Barrios] potenciará los infantiles. Pero todo lo demás, como los colegios, sigue fatal”.
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