Los hijos de personas que abusan del alcohol suelen ser más inseguros y con problemas de conducta

Gabriel Rubio, doctor en Psiquiatría, lleva trabajando con personas con alcoholismo desde la década de 1980

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Varias personas brindan con bebidas alcohólicas. Foto: Europa Press

 

La adicción al alcohol es una enfermedad con muchas caras, en función del tiempo que uno lleve bebiendo y del lugar en el que uno se encuentre. La idea que tenemos en nuestra sociedad de que una persona es adicta al alcohol es la de un individuo que bebe todos los días para evitar el síndrome de abstinencia, pero nos estamos equivocando si lo reducimos a eso.

"Esta persona con adicción al alcohol no llega ni al 10%. Las personas adictas al alcohol son aquellas que no beben todos los días, que por ejemplo sí lo hacen después del trabajo, o por ejemplo únicamente los fines de semana, pero que beben porque les falta algo. Llego a casa del trabajo y me voy a la nevera y me abro una cerveza porque me falta algo, porque lo necesito", subraya en una entrevista concedida a Infosalus Gabriel Rubio, doctor en Psiquiatría, que lleva trabajando con personas con alcoholismo desde la década de 1980.

Acaba de publicar El laberinto de cristal, un libro dirigido a aquellas personas que conviven con una persona con alcoholismo fundamentalmente, "dirigido a las personas que padecen el alcoholismo familiar", según nos cuenta, y que cifra entre 3 y 5 millones de personas, entre adictos y familiares.

Cuenta que hay menores que afrontan el alcoholismo familiar siendo más rebeldes, mientras que otros intentan ser súper responsables e intentan tapar el problema que tienen sus padres. "Esos patrones de conducta en la infancia, en la adolescencia, en el fondo, si se prolongan, los tenemos también cuando somos adultos, y la mayor parte de hijos de personas adictas al alcohol tienen patrones de conducta muy característicos, se sienten inseguros, son muy perfeccionistas, y esto habitualmente les genera problemas de conducta", remarca.

Por otra parte, Rubio destaca que dentro de las personas con este diagnóstico hay perfiles muy variados, "y por eso no hay que quitarse la idea de que el dependiente del alcohol bebe todos los días".

"Una persona depende del alcohol cuando ha perdido su libertad frente a la bebida y en muchos momentos de su semana. La diferencia entre un hábito reforzado y una adicción es que el individuo cuando se plantea que esa tarde no hay alcohol lo pasa mal, y por ejemplo, se enfada porque la pareja no ha comprado alcohol y no lo hay en casa", prosigue.

La conducta del adicto se basa en que, por ejemplo, uno prefiere los lugares donde hay personas con las que hay alcohol y se puede beber, que aquellos que no son así: "Con esta adicción nos va cambiando el carácter. Las tardes en las que uno bebía y ya no lo hacemos nos enfadamos antes, tenemos más olvidos; o en el médico, si nos dice que tenemos elevadas las transaminasas porque el alcohol daña el hígado y éstas nos suben, si el especialista nos dice que deberíamos beber menos o no beber nos cuesta porque seguramente hay un inicio en esa adicción al alcohol".

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