Esperanza en la lucha contra el cáncer de ovario: detectan el origen del más letal
Este avance lo han hecho expertos de la Universidad de Pittsburgh
Un equipo de investigadores de la Universidad de Pittsburgh (Estados Unidos) ha identificado un nuevo actor clave en el desarrollo de la forma más agresiva y mortal de cáncer de ovario: un subconjunto de células madre mesenquimales (MSC) que residen en el estroma de las trompas de Falopio. Este descubrimiento, publicado en Cancer Discovery, podría abrir nuevas vías para la prevención y la detección temprana del cáncer de ovario seroso de alto grado (HGSOC), el tipo más común y letal de este cáncer, responsable de la muerte de más de 12.000 mujeres al año solo en Estados Unidos.
“El cáncer de ovario sigue siendo la principal causa de muerte por cáncer ginecológico en el mundo occidental”, explica el doctor Lan Coffman, coautor principal del estudio y profesor asociado de hematología maligna y oncología médica en la Facultad de Medicina de la Universidad de Pittsburgh. “A día de hoy, carecemos de métodos efectivos para detectarlo precozmente y las opciones de prevención se limitan, en muchos casos, a la cirugía profiláctica, que solo se recomienda en mujeres de muy alto riesgo”, añade.
Hasta ahora, la mayoría de las investigaciones se habían centrado en las células epiteliales de las trompas de Falopio, que pueden transformarse en lesiones precancerosas conocidas como carcinoma intraepitelial tubárico seroso (STIC), consideradas el origen del HGSOC. Sin embargo, el nuevo estudio ha puesto el foco en el microambiente estromal que rodea estas lesiones, una región que había pasado desapercibida.
El equipo de Coffman descubrió que las células madre mesenquimales del estroma, que normalmente ayudan en la reparación del tejido sano, pueden ser reprogramadas por las células tumorales para favorecer el desarrollo y la progresión del cáncer. Lo sorprendente es que, al analizar trompas de Falopio de mujeres sin cáncer, los investigadores identificaron un subconjunto de estas MSC, a las que denominaron “MSC de alto riesgo”, incluso en pacientes sanas. Estas células eran más frecuentes en mujeres mayores o portadoras de mutaciones en el gen BRCA, factores que incrementan el riesgo de cáncer de ovario.
Cuando los científicos introdujeron estas MSC de alto riesgo en organoides (mini órganos cultivados en el laboratorio) derivados de tejido epitelial sano de las trompas de Falopio, observaron cómo promovían el daño en el ADN de las células epiteliales y facilitaban su transformación en células cancerosas. “Estas MSC de alto riesgo crean una tormenta perfecta: dañan el ADN de las células sanas y ayudan a las células mutadas a sobrevivir y multiplicarse”, explica Coffman.
Además de favorecer el inicio del cáncer, estas células también impulsaron el crecimiento tumoral y aumentaron la resistencia a ciertos fármacos de quimioterapia. El equipo descubrió que el mecanismo detrás de esta actividad parece estar relacionado con la pérdida de la enzima antioxidante AMP quinasa en las MSC de alto riesgo. Esta pérdida activa la producción de una proteína llamada WT1, que desencadena la formación de compuestos tóxicos capaces de dañar el ADN.
“Es la primera vez que se demuestra que los cambios en el estroma de las trompas de Falopio tienen un papel activo en la aparición del cáncer de ovario”, señala Coffman. Y, lo más importante, esta vía abre la puerta a nuevas estrategias de intervención.
Los investigadores creen que los compuestos liberados por estas MSC de alto riesgo podrían usarse como biomarcadores detectables en sangre, lo que facilitaría el desarrollo de pruebas para la detección temprana del HGSOC, una asignatura pendiente en la lucha contra este tipo de cáncer.
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