¡Nuevo avance médico!: un nuevo estudio señala una conexión vital para el futuro de la salud

Hipertensión y cerebro, una relación que puede disminuir un 15% el riesgo de demencia

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Un medicamento podría ralentizar los efectos del Alzheimer. Foto: Freepik

 

Controlar la presión arterial podría ser una de las herramientas más eficaces para frenar la epidemia de demencia que amenaza al mundo en las próximas décadas. Así lo confirma un nuevo estudio clínico a gran escala realizado en China con casi 34.000 participantes, cuyos resultados han sido publicados recientemente en Nature Medicine.

Durante cuatro años, un equipo internacional de científicos —liderado por el centro médico UT Southwestern de Dallas (EE.UU.)— ha seguido la evolución de personas hipertensas que no estaban recibiendo tratamiento previo. La principal conclusión no deja lugar a dudas: mantener la hipertensión bajo control reduce un 15% el riesgo de padecer demencia y un 16% el de sufrir deterioro cognitivo.

 

Un ensayo sin precedentes

El estudio, llevado a cabo en 163 municipios rurales de China, representa una de las mayores intervenciones en salud cerebral realizadas hasta la fecha. Los investigadores dividieron a los participantes en dos grupos: uno de control y otro de intervención activa, donde se administraron medicamentos antihipertensivos y se promovieron hábitos saludables como una mejor alimentación o la actividad física.

La diferencia entre ambos grupos fue significativa. Aquellos que mantuvieron estables sus niveles de presión arterial mostraron mejores indicadores neurológicos, lo que sugiere que prevenir las enfermedades del corazón también puede ser clave para preservar la salud del cerebro.

El doctor Arcadi Navarro, investigador ICREA, catedrático en la Universitat Pompeu Fabra y director de la Fundació Pasqual Maragall, ha valorado el hallazgo como “una intervención sin precedentes en cuanto a escala y profundidad”.

 

Una oportunidad para la prevención

Los resultados de este ensayo se suman a una serie de avances recientes en la lucha contra la demencia. En los últimos meses, la Unión Europea ha autorizado el uso del lecanemab (Leqembi), el primer fármaco que ralentiza la progresión del Alzheimer. Por otro lado, un estudio de la Universidad de Stanford reveló que la vacuna contra el herpes zóster reduce en un 20% el riesgo de desarrollar demencia.

 

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La UE autoriza la autorización del fármaco que retrasa los efectos del Alzheimer. Foto: Freepik

 

Pero más allá de los avances farmacológicos, los expertos insisten en la importancia de la prevención activa. “Cuidar nuestra presión arterial no solo es bueno para el corazón, también lo es para el cerebro”, recuerda Navarro, que subraya la necesidad de impulsar campañas de salud pública centradas en modificar los estilos de vida para proteger nuestra función cognitiva a largo plazo.

 

Una epidemia silenciosa en crecimiento

La demencia afecta actualmente a más de 55 millones de personas en todo el mundo y se espera que esta cifra se triplique hasta los 153 millones en 2050. Sin cura a la vista, el enfoque principal debe centrarse en la detección precoz y la intervención preventiva.

De hecho, estudios previos ya habían alertado de que las personas hipertensas sin tratamiento presentan un 42% más de probabilidades de desarrollar demencia. Sin embargo, este es el primer ensayo clínico que demuestra de forma contundente que abordar la hipertensión de manera intensiva también protege la salud cognitiva.

 

El impacto global de las enfermedades neurodegenerativas

Las enfermedades como el Alzheimer o el Parkinson no solo suponen una carga emocional inmensa para quienes las padecen y sus familias, sino que representan también un enorme desafío económico y social. El envejecimiento de la población hace urgente establecer estrategias efectivas y sostenibles para prevenirlas.

Este estudio marca un punto de inflexión: con intervenciones sencillas, como el control de la presión arterial y el fomento de hábitos saludables, se pueden reducir significativamente los casos de demencia en todo el mundo.

La evidencia científica ya está sobre la mesa. Ahora, el reto está en convertir estos datos en políticas públicas y acciones concretas que protejan nuestro futuro cognitivo.

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