Gonzalo Miró defiende practicar sexo en el trabajo tras el despido de una empleada en Madrid

El colaborador de ‘Espejo Público’ critica la sentencia del Tribunal Superior de Justicia y anima a las empresas a fomentar la felicidad entre compañeros

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Gonzalo Miró en Espejo Público
Gonzalo Miró en Espejo Público - EP

 

La polémica está servida. Este viernes, el programa Espejo Público debatió sobre la reciente sentencia del Tribunal Superior de Justicia que avala el despido de una empleada que practicó sexo oral a un compañero en su puesto de trabajo en Valdemoro, Madrid. La trabajadora alegó que la normativa de la empresa no especificaba restricciones sobre este tipo de actos y defendió que se llevó a cabo con discreción. Sin embargo, la justicia ha considerado el despido disciplinario como una decisión válida.

Entre las opiniones vertidas en el plató, la intervención de Gonzalo Miró no pasó desapercibida. El colaborador se mostró en total desacuerdo con la sentencia y fue más allá, defendiendo la posibilidad de que los empleados mantengan relaciones íntimas en el entorno laboral. "Ya existen cursos para contratar en las empresas a gente que desarrolle la felicidad entre los compañeros de trabajo", afirmó Miró, dejando claro su postura favorable a normalizar este tipo de encuentros en horario laboral.

Las declaraciones generaron un intenso debate entre los tertulianos. Iñako Díaz-Guerra consideró que "los hechos sí merecen una sanción, pero no el despido", sugiriendo que otras medidas disciplinarias hubieran sido más adecuadas. Por su parte, la presentadora Susanna Griso subrayó que este tipo de situaciones pueden generar conflictos internos, afirmando que "las relaciones íntimas en el trabajo son uno de los comportamientos que más trifulcas provocan y que generan malestar entre los empleados".

La opinión de Gonzalo Miró ha avivado el debate sobre los límites entre la vida personal y el entorno laboral. Mientras algunos defienden la necesidad de mantener un ambiente profesional libre de distracciones, otros consideran que este tipo de interacciones no deberían ser motivo de despido si se realizan con discreción.

La pregunta ahora es: ¿dónde está el límite? ¿Deben las empresas regular con mayor claridad las relaciones entre empleados o, como sugiere Miró, fomentar un ambiente más relajado? La polémica está servida.

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