Camprodón tiene un museo dedicado a rememorar la retirada republicana de 1939

Después que Lluís Bassaganya descubriese accidentalmente una bomba utilizada durante la guerra civil, su curiosidad le llevó a buscar más restos de la contienda. 

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Pistolas con especificación de su origen

 

 

 

Pistolas con especificaciu00f3n de su origen
Pistolas con especificación de su origen. | @PabloIgnaciodeDalmases

Todo empezó como una anécdota propia de las vacaciones estivales cuando un adolescente de trece años de Camprodón llamado Lluis Bassaganya marchó de excursión con un amigo por los alrededores del pueblo y, en el momento de cruzar un riachuelo, descubrieron entre las piedras un objeto sospechoso que resultó ser una bomba de las utilizadas durante la guerra civil española. La recogieron como un preciado tesoro con la natural curiosidad y cabe suponer que la enseñaron a sus allegados, ante la previsible alarma de estos que resultó ser, por fortuna, injustificada porque el temible artefacto había quedado desactivado por el tiempo y la acción de los elementos. Pero lo cierto es que este hecho fortuito despertó la curiosidad del entonces joven Lluis, quien se propuso ir buscando restos de aquella contienda que dividió durante tres años a los españoles y que finalizó con una multitudinaria retirada que tuvo como escenario las cumbres pirenaicas.

 

Dice Hugh Thomas en su indispensable historia de la guerra civil española que “en la primera semana de febrero (de 1939) resultó evidente que el ejército republicano no tenía intenciones, ni medios para oponerse al avance nacionalista. Los franceses, por tanto, se vieron enfrentados con el problema de permitir la entrada de los soldados o negarles el paso por la fuerza. El 5 de febrero el gobierno francés decidió recibir también el ejército con la condición de que entregara las armas. Por tanto, a los 10.000 heridos. 170.000 mujeres y niños y 60.000 hombres que habían cruzado la frontera desde el 28 de enero, se añadieron, entre el 5 y el 10 de febrero, unos 250.000 hombres del ejército republicano. La frontera ofrecía escenas de auténtica tragedia. Los fugitivos estaban agotados por el hambre y la fatiga. Sus ropas, caladas por la nieve y la lluvia. Sin embargo, se oían pocas quejas. Aplastados por el desastre, los republicanos españoles caminaban firmes, erguidos y rígidos”.

 

Para que esta inmensa multitud pudiera atravesar la línea fronteriza se utilizaron todos los pasos disponibles entre España y Francia, lo que suponía utilizar las vías pirenaicas. La principal en esta zona de la provincia de Gerona fue la existente entre Camprodón y la vecina francesa de Prats de Molló a través del Coll de Ares de 1510 metros, pero también hubo quien marchó por el Coll Pregon y el Coll de Malrem. Josep Clarà ha explicado (“L’època franquista al Ripollès (1939-1960)” Annals del Centre d’Estudis Comarcals del Ripollès 2005-2006) cómo se produjo esa retirada:

 

“El pas dels exiliats per la banda de Coll d’Ares, complementari d’altres camins de la mateixa comarca o de la Cerdanya, ens és descrit en el testimoniatge de Joan de Milany, aviador de la República: «Va començar l’emigració general i, pel que fa a nosaltres, el dia cinc de febrer, tot el personal hospitalitzat a Vilallonga, junt amb els sanitaris, fou traslladat en camions i ambulàncies fins al mateix coll d’Ares, indret on finia la carretera de Molló, convertida allí en estreta pista de muntanya. Com que venien altres vehicles darrera i calia deixar lloc, a mesura que anaven quedant buits els cotxes, els xofers els estimbaven en un barranc immediat. Hi havia algunes clapes de neu, però feia sol i el fred no era excessiu pel que corresponia a aquell indret. Alguns gendarmes situats a la ratlla fronterera vigilaven que ningú, dels que entraven a França, ho fes armat. Molts pensaven que, a l’altre cantó, hi hauria quelcom organitzat per a atendre els ferits: l’única cosa que vam trobar-hi fou un corriol d’una colla de quilòmetres de llarg que des del coll baixava en ziga-zaga muntanya avall, fins a Prats de Molló, situat a baix, en el fondal. Als que no podien caminar, calgué que alguns herois voluntaris els transportessin en lliteres per aquell extenuador viarany.» Als afores de Prats de Molló es formaren quatre petits camps de refugiats, el més important dels quals va continuar obert fins al mes d’abril”.

 

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El rótulo desparecido del Comité de Milicias Antifascistas. | @PabloIgnaciodeDalmases

 

Bassaganya constató que hubo una postrera ofensiva republicana desde el pueblo de Sant Pau de Seguríes entre el 8 y el 11 de febrero de 1939 que tuvo como objetivo retrasar la llegada de los nacionales y permitir de este modo una retirada menos apresurada de los que deseaban huir. En todo caso, la ocupación de la zona quedó completada el día 14.

 

Aquella huida se realizó de forma apresurada en unos días de crudo invierno, con frío intenso y nieve, por lo que las condiciones fueron pésimas. La parva existencia de medios de locomoción a motor, muchos de los cuales habían quedado fuera de servicio o agotado sus reservas de combustible, y el hecho de que en el tramo francés no hubiera más que una trocha rural muy deficiente, hizo que el desplazamiento se hiciera en condiciones de extraordinaria dureza. En algunos tramos los heridos hubieron de ser trasladados a hombros o en camillas portadas a mano. No es de extrañar que los desplazados fueran abandonando en el camino todo lo que no resultara de utilidad imprescindible. Muy en particular, los militares y agentes de cuerpos de seguridad dejaron sus armas porque en cualquier caso les eran decomisadas al entrar en territorio francés, por lo que muchos tomaban la precaución, antes de cruzar la frontera, de destrozar la culata o quitar el cerrojo para inutilizarlas. Este material alfombró una amplia franja de territorio aledaño a la ruta del Coll de Ares y todo lo que no fue recogido por las nuevas autoridades, en especial las armas de guerra, quedó abandonado a la incuria del tiempo. Y aunque con los años la inmensa mayoría desapareció, quedaron numerosos restos esparcidos y olvidados de aquella retirada, tal como Bassaganya comprobó con la ayuda de dos amigos, Alejandro Cuadrado y el francés Christophe Bartra, que le ayudaron en su ímproba tarea de búsqueda y recogida de materiales.

 

Armamento de la guerra civil
Armamento de la guerra civil. | @PabloIgnaciodeDalmases

 

Bassaganya también trató de informarse, pero comprobó que no había libros disponibles sobre estos hechos, ni tan siquiera fotos. Además, la mayor parte de los protagonistas o testigos había fallecido y los pocos que sobrevivían no querían recordar aquellos tiempos aciagos. Con paciencia benedictina fue localizando algunos documentos e incluso memorias inéditas y consiguió atar cabos hablando con unos y con otros, lo que le llevó a curiosas conclusiones. Así encontró a familiares pertenecientes un mismo apellido cuyos abuelos habían sido hermanos: uno de ellos, republicano, marchó al exilio y el otro, franquista, permaneció en España. Pues bien, sus nietos ignoraban este parentesco que unía a ambas familias. 

 

Con todos los materiales recogidos se pudo ir articulando un material expositivo que ha dado lugar a un pequeño museo en el que se recogen armas largas y cortas, prendas y efectos militares de todo tipo, periódicos, carteles, fotos, material sanitario militar y algunos artículos de uso civil de la época. Llama la atención la extraordinaria diversidad de procedencia de las armas utilizadas, sobre todo por el Ejército Popular. También hay objetos curiosos, como un papel que se encontró escondido en la funda de piel de una pistola y milagrosamente conservado, que resultó ser de un capitán republicano llamado Juan Pedraza Martín. Esta interesante exposición de alto valor histórico está ubicada en el Espai Cultural Cal Marqués, calle de Cataluña, 11, en Camprodón. 

 

Como dato curioso cabe añadir que Camprodón conserva otro recuerdo de la época de la guerra civil: el rótulo del Comité Revolucionario de Milicias Antifascistas que tuvo su sede en un edificio de la plaza de la Vila. Ocupado posteriormente por una casa cuartel de la Guardia Civil, quedó oculto durante cuatro décadas hasta que, con el tiempo, reapareció la huella de aquel rótulo que ha sido debidamente salvaguardada como testimonio de aquellos asendereados años de la historia local.

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