San Juan de la Cruz y Mompou en la voz de Homar y Ozores y el piano de Brugalla (“Alma y palabra”)

El teatro Romea ofrece durante una única semana un espectáculo producido por la Compañía Nacional de Teatro Clásico que dirige Lluis Homar sobre la obra de San Juan de la Cruz con música de Frederic Mompou

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Entramos en el patio de butacas del teatre Romea y observamos que el escenario, a telón alzado, está presidido por una reproducción de gran tamaño del Cristo de Velázquez. Faltan todavía más de diez minutos para que se inicie la función de “Alma y palabra” pero Lluis Homar está arrodillado en un lateral. ¿Rezando? ¿Meditando? ¿Ejercitando una reflexión espiritual? Acaso todo ello a la vez. Al cabo se levanta y aparecen también en escena Adriana Ozores y el pianista Emil Brugalla. Van a subsumirse los tres durante setenta minutos en la palabra de uno de los místicos más conspicuos de la fe cristiana y de los creadores literarios más excelsos de la lengua castellana, San Juan de la Cruz, cuyo verbo es aderezado por la “Música callada” de Frederic Mompou, una obra que quiso ser expresión de la “sonoridad silenciosa” del Cántico espiritual del religioso abulense.

 

Cofundador con Santa Teresa de la Orden de los Carmelitas Descalzos, San Juan de la Cruz resultó, como casi todos los reformadores, sujeto activo de una vocación que le llevó a sufrir en dos ocasiones la pérdida de libertad, en una de las cuales concibió algunos de los versos más inspirados de su obra cuando, a falta de papel sobre el que redactarlos, tuvo que retenerlos en la memoria.  “San Juan -dice Lluis Homar- nos habla de la renuncia del Ser, que pasa por desprenderse de todo, aunque nuestro instinto nos lleve a querer tenerlo todo; ir a contracorriente, no tener, vaciarse de todo aquello que aparentemente nos dé confortabilidad y adentrarse en un espacio completamente desconocido y que, al descatalogarnos de lo habitual, nos pone en un sendero de vértigo”. Y añade que “para hacer este camino hay que ser, como San Juan, muy valiente, construir o comprender que el verdadero sentido de las cosas es un lugar distinto al que habríamos podido imaginar y que, sin duda, será un sitio que «no nos gusta» y sobre todo que para llegar habrá que «ir por donde no nos va a gustar». Y esto no es un concepto, es una cruda realidad, si de verdad encarnamos esa opción”.

 

Valiente, sin duda, ha sido Homar, director de la Compañía Nacional de Teatro Clásico y uno de los muchos artistas catalanes que no solo triunfan en Madrid, sin que ejercen además funciones de responsabilidad en el mundo del espectáculo. Y dicha valentía es lo que le ha permitido tratar de “romper con la idea de los místicos eran seres colgaos de la parra, apartados del mundanal ruido porque, muy al contrario, actuaron como personas de su tiempo, libres, y de hecho, como auténticos disidentes, aunque ciertamente fieles a su fe religiosa”. Cree el actor que San Juan se anticipó además en mucho a Lope y Calderón.

 

En “Alma y palabra” el verso y la música adquieren protagonismo exclusivo. Palabra interpretada con las voces de Homar y Ozores, intérpretes a la antigua usanza, es decir actor y actriz de recitan sus respectivos textos con absoluta claridad y perfecta dicción y lo expresan con íntima y expresiva unción, pero también con naturalidad, deambulando por el escenario y hablando desde el anfiteatro, e intercalando entre poesía y poesía algunos comentarios que invitan a la complicidad del espectador. A ello contribuye una inspirada ejecución al piano de Emili Brugalla de la obra de Mompou, quien también interviene a veces con su palabra en la contextualización de textos y música. Una función de teatro en estado puro, sin alharacas, ni aditamentos. No se puede pedir más.

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