Alberto Vázquez Figueroa reitera la temática africana en “La gran sequía”

El escritor canario publica una novela sobre el triste destino de las mujeres mauritanas condenadas a un inhumano engorde para garantizar y rentabilizar su posterior matrimonio

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Libros.La gran sequía

 

Alberto Vázquez Figueroa es autor de una numerosa producción literaria inspirada en la amplia experiencia que posee del continente africano, algunos de cuyos títulos, auténticos best sellers en su día, son sin duda magistrales. Buen conocedor de los paisajes, las gentes y las culturas tanto de la zona septentrional, como de la subsahariana, ha sabido combinar con habilidad relatos de ficción con hechos y leyendas tradicionales, por lo que su quehacer adquiere, más allá de su función estrictamente lúdica, un valor en buena medida testimonial.

En “La gran sequía” (Edhasa) imagina la aventura vivida por Laila, una adolescente mauritana que, en compañía de su hermana Aixa, huye del domicilio familiar para escapar de la triste suerte que la tradición reserva a la mujeres de su país: ser obligadas a engordar de forma inhumana con el fin de rentabilizar su adecuada colocación matrimonial. Encuentra en el camino la ayuda del joven Menelik que se convierte en su ángel de la guarda y con el que, tras numerosas peripecias, acaba consolidando su libertad e incluso consiguiendo su consagración como algo que nunca hubiera imaginado: convertirse, gracias a su prodigiosa voz, como artista. Todo ello después de haber evitado la evitar la persecución de sus hermanos, enviados en su búsqueda por el padre de todos ellos, y luego de su propio progenitor, sediento de venganza. 

Vázquez Figueroa, utiliza ciertamente algunas herramientas que domina con habilidad como es el caso de ciertas tradiciones locales y contextualiza la ficción narrativa en la época actual, con la emergencia de los movimientos fundamentalistas y la ocupación marroquí del Sáhara Occidental. Pero todo invita a pensar en una redacción apresurada, la utilización de un tono distanciado e incluso irónico -¿a santo de qué viene a recordar la figura de Carpanta?- cuando no superficial, y algunos saltos o licencias argumentales que resultan poco verosímiles.

Por otra parte, y sin que venga a cuento, cita un individuo real que tuvo ocasión de conocer en su adolescencia: el capitán Rodríguez Paseiro, conocido como el Caid Manolo, un personaje sin duda fascinante con el que el autor convivió y compartió experiencias en el entonces Sáhara español, pero que, pese a la obcecación de Vázquez Figueroa, ni fue el fundador de la ciudad de El Aaiún como pretende, ni pudo conocer al gobernador Bens, que había marchado del Sáhara años antes de que llegara a ese territorio el militar gallego.

 

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