El TNC estrena temporada con el musical “Ànima”
Una ambiciosa producción que reivindica la presencia de la lírica en un teatro nacional
El faraónico vestíbulo del Teatro Nacional suele ser en su inmensidad un espacio algo desangelado, pero cuando llegamos a la función inaugural de la temporada nos sorprende verlo transformado en un estudio de animación cinematográfica. Al punto nos percatamos de que no es que haya cambiado de función, sino sencillamente que la escenografía del espectáculo que vamos a ver ha atravesado el patio de butacas para alcanzar el mismo acceso al teatro con el fin de ambientar al público en la función que inicia su singladura.
Se titula “Ànima” y es una comedia musical. Un hecho que vale la pena remarcar porque implica dos rasgos estimulantes. El primero, corroborar que Barcelona está plenamente incorporada a la producción de grandes espectáculos musicales. Y el segundo, que este género, que ha venido a ser desde hace algo menos de un siglo algo así como la versión contemporánea de lo fue en el pasado la ópera cómica o, en nuestro propio país, la zarzuela, ha obtenido el reconocimiento suficiente como para ser considerado digno de inaugurar temporada en un coliseo de gestión pública normalmente dedicado al “verso”.
El proyecto es ambicioso y, según nos explicaron, ha requerido un largo proceso de creación. Si tuviéramos que citar algunos nombres, deberíamos referirnos a los de Oriol Burés y Víctor G. Casademunt, dos de los cuatro coautores de la obra, de los tres codirectores artísticos y de los dieciséis intérpretes, lo que no está nada mal. Añadan que el primero de los citados fue, además, el responsable de la idea original, aunque Blanca Bardagil y Marc Gómez aportaron las letras de las canciones y Adrià Barbosa la partitura (amén de la colaboración de Abel Garriga) Con todos cuyos elementos es fácil colegir que se trata de una obra de creación colectiva, por lo que los derechos de autor habrá que repartirlos con sabiduría salomónica.
“Ànima” imagina la peripecia que habría podido vivir en el Hollywood de los años treinta una joven apasionada por el dibujo que quiere emanciparse del mundo gris que le rodea y convertirse en creadora de cine de animación (es la época del imperio Disney) Una ambición muy legítima, pero inimaginable en aquellas calendas cuando dicho oficio era patrimonio exclusivamente masculino y a las mujeres nos les quedaba más remedio que hacer de coloreadoras o reproductoras de imágenes. Dicho todo lo cual es fácil colegir que subyace un evidente tono de reivindicación igualitaria, muy adecuado a los tiempos actuales. Ello no obsta a que el equipo creativo lo haya traducido en una historia de casi tres horas de duración que resulta muy entretenida y que Barbosa ha ilustrado musicalmente con sensibilidad, escribiendo partituras que abarcan diversos géneros y subrayan adecuadamente la letra de las canciones.
En un espectáculo musical tiene mucha importancia la escenografía y hay que reconocer que el trabajo realizado por Pizarro Studio, bajo la batuta de David Pizarro y Rober de Arte, ha sido brillante. Se utiliza para ello una plataforma giratoria que permite ir transformando el entorno ambiental de cada una de las escenas, complementado por la oportuna iluminación.
Pero, en fin, nada ello serviría si no se hubiera dispuesto de unos buenos intérpretes y el caso es que el elenco elegido responde plenamente a las expectativas. Sus componentes dicen perfectamente el texto, que hilvanan con las canciones cuando es el caso, se mueven y desplazan por la ancha boca de la sala grande del TNC, bailan y, en fin, hacen que sus personajes sean a su modo creíbles. Es cierto que, a veces, la música tapa algo el sentido de la palabra, pero es algo que con el tiempo se irá subsanando discretamente.
Y, en fin, para redondear todo cuanto se ha dicho, no faltan algunos efectos especiales que no dejarán de sorprender agradablemente al público. “Ànima” es un espectáculo ambicioso, excelentemente producido y muy bien ejecutado. Un inmejorable inicio de temporada en el TNC.
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