“Altsasu”: denuncia dramatizada de la violencia amparada en el ominoso silencio la colectividad (Romea)

María Goiricelaya evoca el altercado producido en Alsasua en 2016 para poner de relieve la supervivencia de manifestaciones de intolerancia que tratan de impedir el amor entre dos jóvenes

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Altsasu en el teatro Romea
Altsasu en el Teatro Romea

 

El teatro no solo es entretenimiento, también es una herramienta para invitar al espectador a analizar situaciones ficticias o reales y a extraer de ellas las pertinentes conclusiones. El punto de partida de “Altsasu”, título de un docudrama de María Goiricelaya que se presenta en el teatro Romea, responde a esta finalidad y la autora utiliza para ello el altercado habido en la localidad navarra de Alsasua el 15 de octubre de 2016 cuando dos agentes de la Guardia Civil fuera de servicio y acompañados de sus parejas fueron agredidos por un grupo de jóvenes que resultaron a consecuencia de ello procesados y condenados por la Audiencia Nacional.

El incidente pudo ser una expresión tardía del viejo conflicto existente en el país Vasco y en algunas de sus zonas aledañas y que se expresa en rechazo a la presencia de los cuerpos de seguridad del Estado, pero el caso es que se produjo cuando parecía que la dramática situación había logrado ya alcanzar un esperanzador punto de apaciguamiento. Así debió creerlo el joven teniente de la Guardia Civil destinado al puesto de la citada localidad que quiso emprender una serie de acciones de aproximación hacia el colectivo alsasuarra, pero recibió como respuesta el silencio, la incomprensión y finalmente el rechazo violento. Rechazo que alcanzó su clímax cuando el citado oficial cometió el atrevimiento de enamorarse de una joven de 19 años de dicha localidad, con la consiguiente la indignación de los coetáneos de la muchacha (que a partir de entonces se le negaron incluso el saludo) y la agresión del propio interesado y un compañero de cuerpo.

La autora y directora de la obra trata de analizar este hecho desde las dos perspectivas: la de los agentes de la Guardia Civil agredidos y seriamente malheridos, lo que condicionaría irremisiblemente su vida futura tanto en lo profesional, como en los personal; así como la de los causantes de la agresión y sus familiares por la forma en que los hechos que protagonizaron fueron calificados procesalmente. Subyacen pues dos líneas de crítica: desde luego, la de la violencia practicada contra los funcionarios policiales e incluso contra la joven enamorada en una reacción del más puro fascismo que sorprendentemente parece sobrevivir en determinados sectores de la sociedad vasco-navarra. Y también de la calificación de los hechos no como un mero delito de agresiones, sino como terrorismo. Y aunque aparentemente Goiricelaya trata de mantener la equidistancia, el objetivo final queda más claramente explicitado por el grupo teatral actuante, “La Dramática errante”, cuando dice en el programa de mano que “consideramos que el caso Altasu aborda varios temas que merecen la pena ser revisados y llevados a la escena” y añade: “de entre ellos, en un ejemplo de lo que nunca debería ser la justicia, de un caso desproporcionado que lejos de permitir que la cicatrización se produzca, reabra la herida de nuevo a través de excesos judiciales”. Bueno el “exceso” no fue el judicial, sino la violenta agresión colectiva original que dio lugar al subsiguiente procesamiento de sus autores.

Dicho todo lo cual, cabe destacar que los cuatro miembros de la compañía (Nagore González, Egoit Sánchez, Aitor Borobia y Ane Pikaza) realizar un meritorio trabajo porque tienen que interpretar sucesivamente diferentes y a veces contradictorios personajes, lo que exige un gran esfuerzo interpretativo y lo hacen con la única utilización de ocho taburetes y unos sucintos cambios de vestuario, lo que enaltece aún más su trabajo actoral.

Analizando “Altsasu” desde un cierto distanciamiento y valorando por encima de cualquier otro factor sus valores positivos diríamos que es una nueva expresión de la antigua disyuntiva planteada entre Romeo y Julieta, es decir, la imposibilidad del amor entre dos jóvenes por culpa del odio y de la intolerancia que les rodea. Una nueva evidencia de que no hay casi nada nuevo bajo el sol.

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