Natalie Ravlich es “La mujer más feliz del mundo” (Badabadoc)
Una viaje imaginativo entre Perth y Barcelona que se desarrolla en un espacio abierto a la experimentación
La multiplicidad de espacios escénicos que existe actualmente en Barcelona permite hacer descubrimientos singulares y disfrutar de propuestas atrevidas pero casi siempre sugerentes e innovadoras. Carlos Be y Ángela Palacios, con Natalie Ravlich, han ideado un espectáculo titulado “La mujer más feliz del mundo” que se desarrolla en la sala Badabadoc situada en barrio de Gracia y que constituye toda una experiencia inmersiva.
Por de pronto hay que decir que todo se inicia en el propio vestíbulo donde s eha colocado estratégicamente un trapecio que suscita la perplejidad de los espectadores. Lo entienden cuando llega la hora de comienzo de la función y ven aparecer a Natalie Ravlich que, ataviada con un sucinto maillot-falda, incia el desarrollo de unos arriesgados ejercicios de funambulismo. Tal exhibición invita a pensar que vamos a presenciar un espectáculo de carácter circense, pero no hay tal. Es tan solo el aperitivo del espectáculo principal que se desarrolla seguidamente en la sala teatral propiamente dicha.
“La mujer más feliz del mundo” es, desde el punto de vista dramático, un monólogo y, por tanto, una obra con intérprete único, la citada Natalie Ravlich (por cierto, parece que inicialmente de profesión fotógrafa) en el que, según sus coautores, se “nos habla de la conciencia que tenemos las mujeres de nosotras mismas, de los demás y de nuestro entorno. También nos habla de hasta dónde somos capaces de avanzar tanto solas como acompañadas, y cómo la atracción de los opuestos moviliza este mundo hacia su destino, un destino en el que todas y cada una de nosotras participamos”.
Con sucesivos cambios de vestuario y la utilización de ciertos elementos de ambientación y el apoyo de un parvo decorado, Natalie Ravlich desgrana un texto que tiene mucho de experiencia personal en el que subraya su vinculación con dos universos situados en las antípodas: la ciudad australiana de Perth y Barcelona. Hay que reconocerle una singular habilidad para conectar con el público, en buena medida de forma coloquial, distendida, simpática, incluso cómica, pero también y cuando conviene de forma dramática. Transformaciones que revelan una versatilidad nada frecuente y que hace que el espectáculo constituya una experiencia arriesgada, pero a la vez gratificante.
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