Carme Portaceli dirige una versión teatral de “Anna Karenina”

La directora del TNC ha asumido con Anna Maria Ricart la responsabilidad de traducir en lenguaje escénico la novela de León Tolstoi que tradujo Andreu Nin hace un siglo

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Anna Karenina en el TNC

 

Cuando en los años veinte del pasado siglo Andreu Nin, entonces joven promesa del movimiento anarcosindicalista barcelonés, viajó a la Unión Soviética cautivado por el atractivo de la revolución bolchevique, comprobó que la realidad era muy distinta a lo que había imaginado y, sin renunciar a sus principios, se fue distanciando del naciente estalinismo con el propósito de regresar a España lo antes posible. En el ínterin aprovechó el tiempo para traducir al catalán diversas obras de la literatura clásica rusa, una de las cuales fue “Anna Karenina” de León Tolstoi. Y esta traducción ha sido la base sobre la que Anna Maria Ricart ha realizado una versión adaptada para el teatro para, conjuntamente con Carme Portaceli, directora del TNC, presentarla como producción estrella de la temporada en dicho espacio escénico oficial.

Traducir en texto teatral una novela en ocho tomos y tropecientas páginas es ciertamente un empeño de titanes, pero Portaceli y Ricart han conseguido la cuadratura del círculo tomando el eje esencial de la trama y articulándolo en un espectáculo capaz de llenar la inmensa boca del Teatro Nacional. Y lo han hecho renunciando a todo lo accesorio, tales como las grandes escenografía o los fastuosos vestuarios de época, utilizando en cambio elementos mínimos de ambientación -veintitantas sillas, una mesa que emerge y desaparece, un caballo de cartón y alguna cosa más-, todo ello enmarcado en una vía circular de tren -con vagoneta operativa- porque el ferrocarril tiene un significado especial en la novela de Tolstoi. Han jugado, eso sí, con elementos propios de las tecnologías actuales (audiovisuales, efectos especiales que sugieren nieve, etc.) y, por supuesto, con una cuidadísima iluminación de Ignasi Camprodón.

El esquematismo de esta versión teatral no resta un ápice al dramatismo del texto original que, como se sabe, tiene como línea narrativa principal la infidelidad que la protagonista, papel que ejecuta con maestría Ariadna Gil, con Jordi Collet y Borja Espinosa en los roles de los dos grandes amores de la aristócrata. A ellos cabe añadir la reiterada intervención de Andie Dushime que ejerce una función ambivalente, bien como narradora que enlaza situaciones, bien como voz que expresa los pensamientos o sentimientos ocultos de algunos de los personajes. Por cierto, que Dushime lo hace en inglés, de modo que sus intervenciones son traducidas al catalán en pantalla, lo que produje una cierta perplejidad, aumentada por alguna pieza musical -porque en esta versión también las hay- en italiano.

Bien se puede decir que el TNC, y en particular Portaceli, han realizado una apuesta arriesgada con esta producción que va a hacer gira por Croacia, Francia. Portugal, Bélgica, Países Bajos, Rumanía y Hungría. Cabe imaginar que los espectadores de dichos países disfrutarán en las tres horas y media del espectáculo acomodados en filas de butacas con medidas más generosas que las de estilo Ryanair que Bofill impuso en el TNC. 

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