La Compañía Nacional de Montevideo presenta en Barcelona 'El público' de García Lorca
La formación teatral uruguaya ofrece, en el Lliure de Montjuïc, una brillantísima versión del “drama maldito” del autor granadino en el que este planteó simbólicamente el tema de la represión del amor homoerótico
“Hay que matar el teatro o hay que vivir el teatro” dice uno de los personajes de El público, la “obra maldita” de Federico García Lorca. Y ello por varios motivos: porque en los años treinta del siglo pasado rompió con los esquemas de la carpintería tradicional del teatro burgués (y acaso los sigue rompiendo hoy en día), porque trata de un tema entonces tabú como es el de la homosexualidad y, en fin, porque todo ello imposibilitó que viera la luz antes del asesinato de su autor. De hecho, hubo que esperar más de cuatro décadas para que pudiera montarse sobre un escenario y ello tras una asendereada peripecia de su manuscrito que estuvo a punto de perderse, tal cual ocurrió con otros del autor granadino.
Por las referencias de algunos de sus coetáneos, parece que Lorca pudo empezar a escribir El público durante su primer viaje a América, bien en Nueva York, bien más posiblemente en Cuba, y que fue a familia Loynaz la primera que tuvo conocimiento de este texto que le produjo el consiguiente escándalo, al punto de que se dice que Dulce María lo destruyó. Llegó a la posteridad por la copia que Federico entregó a su amigo Rafael Martínez Nadal la misma noche de julio de 1936 en que tomó el tren para ir a Granada donde le esperaba el sino fatal. Un conjunto de circunstancias que lo aureolaron con esa condición de “maldito” que, pese al tiempo transcurrido, le sigue de alguna forma persiguiendo. Acaso porque es una obra de fuerte simbolismo y de difícil digestión para un público convencional.
Su montaje requiere el concurso de directores audaces e imaginativos. Lo fue sin duda Lluis Pasqual, que rescató El público en su época de director del Centro Dramático Nacional y lo llevó exitosamente por diversos países. Y ahora llega a Barcelona en la sala Fabià Puigserver del Lliure de Montjuic (hermosa coincidencia: este malogrado hombre de teatro fue el creador de la escenografía del montaje dirigido por Pasqual), ahora en versión de Gabriel Calderón y a cargo de la Compañía Nacional de Montevideo que él mismo dirige.
Con una veintena de actores, Calderón ha convertido El público en un espectáculo global, magnificente, grandioso que transforme el escenario a la italiana del Lliure en un universo onírico capaz de desarrollar los sueños, intuiciones, traumas y pesares del autor. Ha contado con el auxilio de dos colaboradores excelentes: Marta Pazos, que ha creado una escenografía compleja, poliédrica, cambiante y en extremo sugerente, pero tan compleja que hubo que retrasar el estreno barcelonés por las dificultades habidas para hacerla llegar a nuestra ciudad; y Agustín Petronjo, responsable de un vestuario de gran riqueza conceptual, atrevido diseño y esmerada elaboración. Y sobre todo ello impera la belleza de la palabra de García Lorca expresada en imágenes, metáforas y parábolas y no exenta de elementos que pueden inducir a la confusión, cuando no al escándalo del espectador pacato.
Un espectáculo brillante y rotundo, que justifica el prestigio de la Compañía Nacional de Montevideo.
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