“L’herència”, un maratón teatral en el Lliure de Montjuic
Josep María Mestres dirige la versión catalana del drama de Matthew López en el que plantea las relaciones humanas en un grupo de jóvenes de Nueva York en los tiempos posteriores a la epidemia del SIDA
En tiempos pretéritos la gente iba al teatro a pasar la tarde y disfrutaba con textos dramáticos de tres, cuatro y hasta cinco actos que se prolongaban durante varias horas y se complementaban en los entreactos con breves entremeses o pasos de comedia. Un tipo de espectáculo tan sobrepasado en estos tiempos de urgencias que cuando algún profesional del teatro osa recuperar alguna de aquellas obras se atreve a meterles mano hasta comprimirlas en textos que no superan los 90 minutos.
En el caso de “L’herència”, comedia dramática de Matthew López que se ha estrenado en la sala Fabià Puigserver del Teatro Lliure de Montjuic, la obra es tan ambiciosa que, tal como Josep Maria Mestres, su director, ha comentado, consta de dos partes de tres actos cada una de ellas. Una verdadera excepcionalidad para estos tiempos que corren, lo que ha aconsejado ofrecerla en dos formatos: o bien cada una de las partes en días sucesivos, o bien globalmente en una sola jornada, en cuyo caso el espectador permanece en el teatro durante ¡siete horas! contando los entreactos. Más o menos como nuestros antepasados en las corralas de comedias de los siglos XVI y XVII.
Acudimos a la función global que fue, además, la que marcó el estreno oficial de este excepcional espectáculo lo que por de pronto ofreció otro paralelo en el mismo patio de butacas de la sala Puigserver puesto que se había dado cita en dicha función la “jet set” de la vida teatral catalana, con sus principales personajes: de Pou a Flotats, sentados uno al lado del otro, con muchos más rostros conocidos.
“L’herència” es un texto dramático inspirado lejanamente en “Howards end (“La mansión”) una novela de E. M. Forster escrita a principios del siglo XX y considerada una de las obras más emblemáticas de la literatura en lengua inglesa del siglo anterior en la que su autor trata de las relaciones, códigos sociales y convenciones en la Gran Bretaña de su tiempo. Un siglo después el norteamericano Matthew López escribió sobre dicha base temática el texto dramático que nos ocupa que situó en la Nueva York previa al primer mandato del actual presidente de su país y en el contexto de las consecuencias producidas por el azote del sida en la comunidad gay, cuando parece que la sociedad no menosprecia la hipótesis de una cierta regresión en sus estándares sociales y morales. Es una obra de amplio espectro actoral con un total de trece intérpretes, diez actores jóvenes y tres maduros, lo que permite contrastar las diferencias habidas en las personas de aquel tenor de dos generaciones distintas. En todo caso, una obra compleja en la que el punto de partida inicial, el encuentro de los jóvenes con el fin de redactar sus vivencias, da lugar al desarrollo de sus propias peripecias con sus correspondientes contradicciones, diferentes itinerarios y una omnipresencia de la muerte y/o el desengaño.
Mestres ha jugado con el inmenso espacio escénico de la sala Puigserver prescindiendo de elementos escenográficos considerados innecesarios. Los hay -algunas mesas, sofás y sillas y poca cosa más, en todo caso fácilmente desplazables- pero ha dado muy singular protagonismo a la iluminación de los personajes -a cargo de Ignasi Camprodón- que interactúan o pronuncian en algunos momentos intervenciones monologales. Es de justicia citar el trabajo de todos ellos: Danis Balduz, Ricard Boyle, Francesc Cuellar, Carlos Cuevas, Abel Folk, Eudald Font, Víctor G. Casademunt, Teresa Lozano, Lluis Marquès, Carles Martínez, Albert Salazar, Marc Soler y Ferran Vilajosana, aunque el contenido intimista de alguno de sus parlamentos hizo que su voz resultase difícilmente audible, peculiaridad, todo hay que decirlo, por estos pagos y en estos tiempos harto frecuente.
“L’herència” es un proyecto mayúsculo, una montaje ambicioso en su propia concepción y, desde luego en su realización, algo solo al alcance de un teatro público como es el caso del Lliure. En todo caso, un verdadero hito teatral en la actual temporada barcelonesa.
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