“Dones lliures” visibiliza el papel de las mujeres en el activismo antifranquista (Badabadoc)
Un montaje teatral que trata de reivindicar la participación femenina en la actividad opositora durante las últimas etapas del tardofranquismo y recuerda la labor represiva de las instituciones
La progresiva liberalización del régimen franquista en la década de los años sesenta obligó a modificar muchos aspectos de la actividad represiva y, en particular, el papel de la jurisdicción militar en la persecución de las actividades políticas consideradas ilegales. Ello dio lugar a la creación en 1963 del Tribunal de Orden Público que asumió tales funciones dentro de los parámetros de la Administración judicial civil, aunque con un régimen especial. Fueron muchos los procesados y condenados por dicha jurisdicción, algunos de cuyos nombres han pasado a la historia como paradigma del activismo político antifranquista. Pero nadie, o casi nadie, recuerda que en esta tarea hubo implicadas también mujeres que han permanecido casi siempre en el anonimato. Iván Campillo se ha propuesto recuperar esta participación femenina con el texto dramático titulado “Dones lliures” que se presenta en la sala Badabadoc.
El autor ha espigado entre la documentación disponible y ha recopilado numerosos testimonios de mujeres intrépidas que, pasando por alto su situación familiar o laboral, se implicaron en esta lucha y padecieron sus consecuencias. Fueron detenidas, sujetas a trato vejatorio en las dependencias policiales, procesadas por el TOP y condenadas. El texto dramático evoca un rosario de situaciones personales con nombres y apellidos. Se trata, pues, de un texto dramático de carácter fundamentalmente documental en el subyace una feroz crítica de la policía, del tribunal y del sistema penitenciario, éste último representado concretamente por la antigua prisión de mujeres de la Trinidad y por la orden religiosa femenina que la gestionaba.
Mireia Clemente y Laura Sancho encarnan a aquellas mujeres en sus respectivas peripecias personales y lo hacen con impecable fuerza dramática, aportando, cuando es el caso, una nota que atenúa el dramatismo de su situación cual fue la supervivencia, incluso en las más adversas situaciones, del sentido del humor.
Campillo asume el papel del locutor “oficial” que informa y justifica la represión y ejerce por tanto la función del narrador con el que enlaza las diferentes historias individuales, tarea que cumple con un tono acaso excesivamente paródico.
La estructura del espacio escénico de la sala Badabadoc (Quevedo 36) se presta, por su inmediatez, a dar calidez a una narración dramática que consigue recuperar para las actuales generaciones un protagonismo que tuvo notable importancia y que no siempre ha sido debidamente valorado.
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