“Iceberg”, una denuncia del suicidio adolescente (Tantarantana)

Seis jóvenes intérpretes expresan con lenguaje teatral que combina la palabra, la música y la danza un acuciante problema que permanece oculto y afecta a las nuevas generaciones.

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Iceberg en el Tantarantana
Iceberg en el Tantarantana

 

En un mundo cada vez más deshumanizado, con numerosas familias desestructuradas y un creciente desamparo adolescente, las estadísticas revelan un dato aterrador y es el de que cada once minutos se produce el suicidio de un menor de veinte años. Las causas pueden ser muy variadas: desde la discapacidad, las agresiones sexuales, el menosprecio de las diferencias o el desarraigo por citar alguna de ellas, pero el problema está ahí, si bien permanece en buena medida y con harta frecuencia oculto por razones de todo tipo. Ese silencio no disminuye la trascendencia de dicha realidad y su repercusión social por lo que el grupo dramático Les Heyvan ha tratado de denunciarlo con “Iceberg”, un espectáculo que se presenta en el teatro Tantarantana y que combina danza, palabra y música.     

Mientras los espectadores van acomodándose en sus butacas, el escenario bulle de actividad y por él se mueven desinhibidamente las siete intérpretes de esta función (Alba Perramón, Carmen Domínguez, Laura Torrades, Luana Rocha, Mariona Solé, Marta Pastallé y Sofía Grigorieva), todas ellas bajo la dirección de Carla Abulí y Genís Lama. Tal parece como si estuvieran entrenándose en el gimnasio para mantener su forma física sin que por el momento trascienda el drama peculiar que se esconde en el elma de cada uno de los personajes.

El drama irá revelándose seguidamente de forma fehaciente en un texto con evidente mensaje subliminalmente crítico, que utiliza alternativamente el dramatismo, la ironía, la sátira o el distanciamiento ecléctico, cuando no también el silencio. Todo ello hace de “Iceberg” un espectáculo fundamentalmente visual, de gran fuerza expresiva, que exige una intensa e ininterrumpida actuación de las jóvenes intérpretes y un sobresaliente esfuerzo físico por parte de cada una de ellas. El movimiento escénico tiene una evidente estructura coreográfica y se desarrolla sin un solo fallo, con una coordinación medida y exacta y el apoyo de ciertos elementos audiovisuales.

Pese a su aparente sencillez, “Iceberg” es un espectáculo complejo pero muy bien desarrollado que consigue manifestar un problema muy real y lo hace de una forma tal que el espectador sale al término de la función realmente conmovido.


 

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