El Bèjart Ballet de Lausana en Terrassa

La formación coreográfica fundada por el coreógrafo franco-suizo que renovó la danza del siglo XX presentó una selección de su repertorio en el centro cultural egarense de La FACT

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El pájaro de fuego por el Bèjart Ballet
El pájaro de fuego por el Bèjart Ballet

 

Repaso la biografía de Maurice Bèjart, uno de los grandes renovadores de la danza a lo largo del siglo XX, y me entero de que en su juventud estuvo tentado por el deseo de convertirse en torero. Surge entonces el interrogante de si la danza y la tauromaquia son o no artes contrapuestas, pero quien haya presenciado la lidia en alguna ocasión desde el tendido de cualquier plaza de toros sabe muy bien que, muy lejos de antagónicas, ambas artes comparten muchos puntos en común. El ejercicio de la danza, como el del toreo, requiere una contextura física adecuada, exige un entrenamiento constante y cuando se produce sobre la arena el enfrentamiento entre el hombre y el berraco surge una relación que se manifiesta en algo muy parecido a una coreografía llena de belleza visual e incluso de poesía. Innecesario será recordar que así lo han entendido numerosos artistas plásticos y escritores que han dejado buena prueba de hasta qué punto la lidia ha inspirado su obra. 

Se demostró también en LaFACT de Terrassa con la actuación del Bèjart Ballet de Lausana que ofreció un programa muy “bejariano”. Ciertamente “Bye, bye, baby blackbird”, la primera pieza del espectáculo, con la que se inició la función, no era obra del maestro, sino de uno de sus discípulos, Joost Vrouenraets, quien expresó fehacientemente su vinculación con la línea estética de su inspirador. Es una coreografía coral en la que intervino toda la compañía y acreditó su excelente preparación que combina el dominio de la formación clásica con rasgos propios de la contemporaneidad.

El resto de la función sí fue enteramente bejartiano y en buena medida un abanico de las fuentes que inspiraron el trabajo de fundador del elenco. “Bahkti II” tiene una evidente inspiración hindú, del mismo modo que los pasos a dos “Haliogábale” y “Dibouk” revelan el eco de las formas expresivas africanas y judía, respectivamente. Todo ello culmina con “El pájaro de fuego”, una pieza en la que la música de Stravinski se traduce en una danza de extraordinaria vitalidad expresiva, en la que brilló con luz propia el solista Kanosueke Takeoka.

El Bèjart Ballet de Lausana acredita la impecable preparación de cada uno de sus artistas en la que juega tanto el dominio de la danza clásica con formas expresivas contemporánea e incluso algunas muy vinculadas a las artes parateatrales y en cuya ejecución no menosprecia, cuando procede, cierta indubitable vena humorística.

El azar quiso que la presencia del Bèjart Ballet coincidiera en la misma sede de LaFACT con una exposición de la obra de Brossa que tan incondicional amante fue de las artes parateatrales. Tan casual coincidencia articuló una feliz ilación entre lo que se veía en la sala de exhibición y lo que ocurría sobre el escenario.   


 

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