Extraterrestre Duplantis: oro olímpico y récord del mundo en pértiga
Fue al tercer intento, pero el sueco lo logró: la nueva plusmarca mundial está en 6,25 metros
Armand Duplantis es de otro mundo. O de otra época. Y nosotros tenemos la inmensa fortuna que compite ante nuestros ojos. En nuestros días. Como lo hizo Usain Bolt. O Michael Jordan. O Leo Messi. O Simone Biles.
El pertiguista sueco es, desde el pasado 5 de agosto, campeón olímpico (por segunda vez) y, una vez más, plusmarquista mundial, con un salto de 6,25 metros. El atleta, nacido en los Estados Unidos, fue el rey indiscutible, como se esperaba, durante toda la prueba, fue el único que superó la marca de los 6 metros (el segundo, Sam Hendricks, se quedó en 5,95)... pero se guardó para la traca final un último conejo en la chistera: el récord del mundo.
Con todos sus rivales eliminados, el escandinavo quiso regalar a la entregada afición de París y a todos los espectadores que se agolpaban frente a pantallas en todo el planeta: ir a por todas.
Duplantis ya había batido el récord olímpico, pero en la noche parisina quiso escribir, de nuevo, su nombre en la eternidad. Y solicitó que se situara el listón en los 6,25, una altura inalcanzable... hasta el día de ayer.
A punto estuvo de lograrlo en el primer intento. También en el segundo. Entre salto y salto, confidencias con sus rivales. El sueco es, aparte de un atleta de época, un tipo cercano, carismático, amable. Que el tipo al que acabas de dejar con la miel en los labios, Hendricks, sea el primero que te aplaude a pie de tartán, dándote ánimos, es un buen ejemplo de ello.
Pero a la tercera fue la vencida. Con la misma rutina que en los dos fallos, pidiendo el apoyo del público, Duplantis agarró la pértiga, corrió, la plantó y se proyectó por encima de la tabla.
Alegría, euforia, piel de gallina. Historia. En mayúsculas. El sueco corrió hacia la zona de la grada donde estaba su familia. Abrazos. Más alegría. Besos y abrazos. Tocaba hacer sonar la campana.
El pertiguista no olvidará la noche del lunes 5 de agosto, cuando se encumbró una vez más en la capital de Francia. Y hará bien. Pero nosotros tampoco olvidaremos su gesta.
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