El ataque de Hamás: la clave para volver a incendiar Oriente Medio y aislar a Israel
La incursión de Hamás en territorio israelí podría ser una respuesta a los pactos de paz de Tel Aviv con Arabia Saudita
Uno de los puntos más importantes de la agenda de Joe Biden para conseguir un triunfo en la política exterior estadounidense durante su mandato ha sido el acercamiento de varios países árabes con Israel, resolviendo la tensión geopolítica en Oriente Medio, que dura ya demasiadas décadas. Los elegidos para encaminar esta reconciliación fueron Arabia Saudita, y luego Marruecos, dos países que lideran el Islam suní y que, por tanto, podían encontrar cierta sintonía con Israel al combatir contra una Palestina liderada por Hamás en la Franja de Gaza que, aunque sea de mayoría sunita por ser una organización descendiente de Hermanos Musulmanes, es principalmente apoyada por los países donde los chiitas tienen el poder, como Líbano - controlado por la organización paramiliar Hezbolá - o Irán. El fortalecimiento de las relaciones entre los mundos judíos y árabe estaba yendo por buen camino, hasta ahora, donde un nuevo enfrentamiento podría hacer saltar por los aires los esfuerzos realizados durante los últimos años. Y muchos ahora se preguntan: ¿era esta la intención de Hamás o incluso Irán, que ya ha sido señalada como uno de los actores que han dado luz verde al mayor ataque contra Israel en décadas?
Para entender por qué este ataque podría beneficiar a la organización terrorista Hamás, o a Irán, es necesario entender la lucha interna entre los países musulmanes, divididos en dos grandes grupos religiosos: los chiitas, que son mayoría en países como Irán, Irak, Bahréin, Azerbayán y Líbano, y los sunitas, el grupo musulmán mayoritario que controla Marruecos, Afganistán, Pakistán, Jordania, Kuwait. Emiratos Árabes Unidos, Egipto, Túnez, Catar, Libia, Turquía, Siria y la propia Palestina. Chiitas y sunitas están enfrentados desde el año 632, cuando falleció Mahoma y empezó una pugna por quién debería liberar a los musulmanes.
A pesar de estas divisiones, hay un odio histórico que ha cohesionado al mundo musulmán: el resentimiento a los judíos y, sobre todo, al Estado de Israel, que desde su creación ha sido visto como una incursión de otra religión en la Tierra Santa de los musulmanes. Nunca el pueblo musulmán ha estado tan unido como cuando en 1948 se creó el Estado de Israel y enviaron a tropas egipcias, iraquíes, libanesas, sirias y cisjordanas, apoyadas por voluntarios libios, saudíes y yemeníes, a recuperar la tierra que ellos consideraban robada.
Con una inmensa coalición de países musulmanes buscando su extinción, Israel, junto con Estados Unidos, se ha visto obligada a encontrar aliados dentro del mundo árabe que fortalezcan su posición política en la región, y ha sido un camino de décadas que iba a culminar en un pacto de paz entre Arabia Saudita e Israel que, por primera vez, dejaba fuera de la negociación a la Franja de Gaza.
Este alineamiento de Israel con el líder absoluto del mundo sunita, Arabia Saudita, ha provocado que Hamás, que es de mayoría sunita, acabe bajo el paraguas de países como Irán, donde mandan los chiitas, trastocando completamente la lógica del mundo musulman. Este odio ancestral entre ambas doctrinas se ha visto interrumpido, como ya hemos mencionado, por un enemigo común: el sionismo. Según los informes de inteligencia estadounidenses y británicos, Irán, en colaboración con la organización Libanesa Hezbolá, son los responsables del entrenamiento militar y del suministro de armas a Hamás, por la que la organizacióon palestina de mayoría suní ha acabado íntimamente ligada con el frente chiita, y alejada de sus aliados naturales como Arabia Saudita, que estaban haciendo 'manitas' con su principal enemigo.
Sin embargo, Hamás sabía que necesita el apoyo de todo el mundo árabe y musulmán para poder frenar la ocupación israelí, por lo que ha decidido romper este equilibrio lanzando el ataque más mortífero que ha recibido Israel en los últimos 70 años, seguramente esperando recibir una respuesta con la misma contundencia que asuste a todo el mundo musulmán y rompa cualquier tipo de pacto de paz entre Riad y Tel Aviv.
Ni los Gobiernos de Arabia Saudita ni Marruecos - que ha sido un actor irrelevante en el mundo musulmán suní hasta los últimos años, donde ha ganado relevancia por su cercanía geográfica con Europa- se pueden permitir apoyar a Israel en un contexto donde se está masacrando a musulmanes en Gaza. Los posibles pactos con el Estado judío son muy mal vistos por la población civil de ambos países, que no contempla entregar la Tierra Santa de los musulmanes a sus enemigos. En este sentido, la represalia de Israel contra Gaza - que actualmente está sitiada, sin luz, agua, electricidad y alimentos- podría ser el elemento que se lleve por delante las negociaciones de paz, ante la imposibilidad de los líderes saudíes y marroquíes de justificar un pacto con aquellos que matan a los musulmanes. Así, Hamás, podría volver a recuperar el apoyo de sus exaliados sunitas que lo habían abandonado antaño y volver a armar la coalición de todo el mundo musulmán contra Israel, lo que dificultaría la supervivencia del Estado judío al menos, a largo plazo.
LAS REACCIONES DEL MUNDO MUSULMAN
De momento, la Liga Árabe, la organización supranacional que integra a los 22 países de mayoría árabe, tanto sunitas como chiitas - entre los que se encuentran Arabia Saudita, Líbano, Qatar, Emiratos Árabes, Marruecos, Irak, Egipto, Jordania o Siria - ha convocado una reunión de urgencia donde "debatirá cómo cesar la agresión contra el pueblo palestino en todos los territorios ocupados y pedirá protección internacional contra esa continua agresión y escalada", una declaración que deja clara la oposición de todo el bloque árabe contra la política de Israel, y la no condena de los ataques lanzados por Hamás desde Palestina. El secretario general de la Liga, Ahmed Abulgueit, actualmente de visita oficial en Rusia, "mantiene contactos intensos con los Estados árabes sobre la agresión israelí en Gaza contra el indefenso pueblo palestino".
Y quedan los dos grandes países musulmanes pero no árabes, Turquía e Irán, que se han expresado incluso de forma más contundente contra Tel Aviv. El presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, ha afirmado este domingo que "no se puede posponer más" la creación de un Estado palestino independiente con Jerusalén como su capital y aseguró que de la solución del conflicto entre Israel y Palestina depende la paz en todo Oriente Medio.
Desde Turquía apoyan una solución "de dos Estados" que no elimine la existencia de Israel. "Una paz duradera en Oriente Medio sólo es posible mediante una solución definitiva del conflicto palestino-israelí. En este punto, como siempre hemos afirmado, es extremadamente importante preservar la perspectiva de la solución de dos Estados", ha declarado Erdogan durante la inauguración de un templo de la Iglesia ortodoxa siríaca.
Por otro lado, Irán, que ha sido acusado por la inteligencia estadounidense de dirigir los ataques de Hamás a Israel durante los últimos días, se ha dedicado a negar estas acusaciónes y prometer duras represalias para aquellos que osen atacar su capital, Teherán. El portavoz del Ministerio de Exteriores iraní, Nasser Kanani, ha avisado en rueda de prensa de que el Gobierno responderá a cualquier movimiento "estúpido" tras los "importantes acontecimientos" de los últimos días.
Además, el titular de la cartera de Exteriores de Irán ha criticado que el "régimen" de Estados Unidos y países europeos hayan introducido en la esfera internacional un discurso en favor de Israel que implica "poner al opresor en lugar del oprimido". En su opinión, los gobiernos occidentales aplican en el conflicto palestino-israelí un doble rasero.
Israel se ha vuelto a quedar sola en el tablero político de la región, y dependerá de aliados como Washington para frenar un posible ataque de una coalición árabe integrada por varios países. Estados Unidos tiene el poder de frenar a los saudíes o a los turcos, pero depende de cómo aprete el acelerador Tel Aviv. Si se consolida el asedio a Gaza y por tanto, las víctimas siguen aumentando exponencialmente, el mundo musulmán podría empezar a hablar de "genocidio". Así, se activaría un relato que acabaría incendiando de nuevo a Oriente Medio hasta un punto donde la única solución sea un conflicto armado a gran escala y entre varias potencias.
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