El atropello masivo en Magdeburgo, el último capítulo de una preocupante serie de atentados en Europa

Tras el ataque a la sede de la revista Charlie Hebdo, empezó una etapa atípica en el continente

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Olaf Scholz, en Magdeburgo | Europa Press

 

El atropello masivo ocurrido este viernes en el mercado navideño de Magdeburgo, Alemania, ha dejado cinco muertos y 46 heridos en estado muy grave, mientras que el número total de afectados supera las 200 personas, según las autoridades. Un vehículo recorrió en zigzag cerca de 400 metros, embistiendo a los visitantes del mercado antes de ser detenido por la policía. El conductor, un ciudadano saudí con permiso de residencia en Alemania desde 2016, está bajo custodia mientras se investigan sus motivaciones, que aún no han sido esclarecidas ni reivindicadas por ningún grupo. Este trágico suceso se suma a una larga lista de atentados que han golpeado a Europa en la última década, dejando una profunda huella en la memoria colectiva del continente.

 

Charlie Hebdo, Bataclan y Niza

Europa ha sido escenario de numerosos atentados en los últimos años, marcando una etapa sombría en la que la amenaza terrorista ha cobrado un protagonismo devastador. Uno de los primeros ataques que sacudió al continente ocurrió en enero de 2015, cuando dos hombres armados irrumpieron en la sede del semanario satírico Charlie Hebdo en París, asesinando a 12 personas. Este atentado, reivindicado por Al Qaeda, marcó el inicio de un periodo de terror que se extendería en los años siguientes, afectando a múltiples países europeos.

En noviembre de ese mismo año, París volvió a ser el epicentro del horror con los atentados coordinados en el teatro Bataclan, el Estadio de Francia y varios bares y restaurantes de la ciudad. Este ataque, que dejó 130 muertos y cientos de heridos, fue reivindicado por el Estado Islámico y representó uno de los peores episodios de violencia en suelo europeo desde la Segunda Guerra Mundial. Francia continuó siendo un objetivo recurrente, con atentados como el del Paseo de los Ingleses en Niza, donde un camión embistió a la multitud reunida para celebrar el Día Nacional en 2016, provocando 86 muertes. A esto se sumaron ataques en lugares como el mercado de Estrasburgo en 2018 y varios otros incidentes que mantuvieron al país en estado de alerta constante.

 

Bruselas, Berlín y Barcelona junto a Cambrils

Otros países europeos también han sido golpeados con dureza. Bélgica vivió una jornada de terror en marzo de 2016, cuando explosiones en el aeropuerto de Bruselas y una estación de metro cobraron la vida de 32 personas. El Estado Islámico asumió la autoría, subrayando la vulnerabilidad de los principales puntos de tránsito en Europa. En Alemania, el atentado en un mercado navideño de Berlín en 2016, perpetrado por un hombre que utilizó un camión para arrollar a la multitud, dejó 12 muertos y provocó un cambio significativo en las medidas de seguridad de este tipo de eventos. En España, los ataques en Barcelona y Cambrils en agosto de 2017 dejaron 16 fallecidos y más de un centenar de heridos, un recordatorio de que ningún rincón del continente estaba exento de esta amenaza.

 

Mánchester y Londres

El Reino Unido también sufrió múltiples atentados, como el de Manchester en 2017, donde un atacante suicida se inmoló al término de un concierto de Ariana Grande, causando 22 muertes, muchas de ellas de jóvenes y niños. Ese mismo año, Londres fue testigo de ataques en el Puente de Westminster y el Puente de Londres, en los que vehículos y cuchillos se convirtieron en herramientas de terror. Italia, Suecia, Noruega y otros países tampoco han sido inmunes, con atentados que, aunque menos letales, han sembrado miedo y han reforzado la necesidad de medidas preventivas en toda Europa.

En este contexto, el atropello en el mercado navideño de Magdeburgo resalta nuevamente la fragilidad de espacios tradicionalmente asociados a la paz y la alegría. Aunque aún no se han determinado las motivaciones del autor, la tragedia revive las heridas de incidentes similares que han marcado los últimos años. Cada atentado ha dejado víctimas, familias rotas y una sensación de vulnerabilidad que ha llevado a los gobiernos europeos a reforzar medidas de seguridad y plantearse estrategias para prevenir futuros ataques. Sin embargo, más allá de las políticas, queda el duelo colectivo y la resiliencia de un continente que sigue defendiendo sus valores frente a la adversidad.

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