Se cumplen 80 años del último discurso de Adolf Hitler: ¿Qué dijo?
El 30 de enero de 1945, se dirigió por última vez a la nación alemana en un discurso que marcaba el duodécimo aniversario de su llegada al poder
Hoy hace 80 años, el 30 de enero de 1945, Adolf Hitler se dirigió por última vez a la nación alemana en un discurso que marcaba el duodécimo aniversario de su llegada al poder. Pero ya no era el líder triunfante de 1933. Berlín estaba en ruinas, el ejército nazi en retirada y la derrota era inminente. Su mensaje, transmitido por radio, fue breve y sombrío, un intento desesperado de aferrarse al mito de la resistencia alemana frente a la inminente invasión aliada y soviética.
En su discurso, Hitler no mencionó la catástrofe militar que ya se cernía sobre Alemania. En cambio, repitió la retórica de la conspiración judía, culpó a los enemigos externos e internos del Reich y pidió una resistencia fanática. Pero para la mayoría de los alemanes, esas palabras ya no significaban nada. El país estaba devastado por los bombardeos, el hambre y el caos.
El final de Hitler y la caída de Berlín
En los meses siguientes, la situación se deterioró aún más. El 16 de abril, la Unión Soviética lanzó su ofensiva final sobre Berlín. Mientras el Ejército Rojo avanzaba, Hitler se atrincheró en su búnker bajo la Cancillería del Reich, en un estado de paranoia absoluta. La derrota era inevitable, pero él se negó a rendirse. El 30 de abril de 1945, después de casarse con Eva Braun, se suicidó de un disparo en la cabeza, mientras Braun se envenenaba con cianuro. Su cuerpo fue quemado para evitar que cayera en manos soviéticas.
Con su muerte, el Tercer Reich llegó a su fin. El 8 de mayo de 1945, Alemania se rindió incondicionalmente. El mundo pasó página, pero las ideologías que Hitler representaba no desaparecieron por completo.
Hoy, 80 años después, Europa enfrenta un inquietante resurgir de la ultraderecha. En países como Alemania, Francia, España e Italia, los partidos con discursos nacionalistas, antiinmigración y revisionistas han ganado fuerza. Figuras políticas y mediáticas aprovechan el descontento social para sembrar el odio, de forma similar a como lo hizo Hitler en los años 30.
Los intentos de rehabilitar símbolos y discursos extremistas han aumentado. Desde el crecimiento de partidos como Alternativa para Alemania (AfD) hasta el auge de Marine Le Pen en Francia, los fantasmas del pasado vuelven a proyectar su sombra sobre Europa.
El escándalo reciente con Elon Musk es un ejemplo de cómo figuras influyentes pueden minimizar o incluso normalizar gestos con connotaciones históricas peligrosas. El empresario sudafricano, dueño de X (antes Twitter), hizo un saludo similar al nazi durante un evento, lo que desató una fuerte polémica.
Musk, que ya ha sido señalado por promover discursos de extrema derecha en su plataforma, se defendió diciendo que su gesto no tenía esa intención. Pero en un contexto donde la ultraderecha gana terreno y la desinformación se multiplica, este tipo de acciones no son inocuas. La historia nos ha demostrado que la indiferencia ante estos signos puede ser el primer paso hacia tiempos más oscuros.
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