El 7 de noviembre de 1982, hace exactamente 42 años, una devastadora riada en Lleida causó 22 muertes en las cuencas de los ríos Segre, Noguera Pallaresa y Cinca y dejó daños materiales incalculables. Sin embargo, en la ciudad de Lleida, la alerta temprana de un radioaficionado, Ramon Escudé, permitió salvar numerosas vidas. Escudé, vecino de La Seu d'Urgell, se percató de la inusual crecida del Segre y dio aviso al Gobierno Civil, permitiendo la activación de un dispositivo de emergencia que evitó una catástrofe.
Un aviso crucial: el poder de la coordinación
El domingo 7 de noviembre, Escudé, alarmado por el ruido del agua y el aumento del caudal del río, acudió a ver el Segre y se dio cuenta de que el río había arrasado zonas cercanas. Sin dudarlo, dio la voz de alerta. Este aviso permitió al entonces alcalde de Lleida, Antoni Siurana, activar un operativo de emergencia que coordinó la Guardia Urbana, los bomberos y radioaficionados en toda la ciudad. A las cuatro de la tarde, el operativo comenzaba con mensajes de advertencia en emisoras de radio locales, logrando que la gente evacuara sus viviendas antes de la inundación.
En las primeras horas del lunes, con una avenida de agua que alcanzó los 3.600 m³/s en Lleida —más del doble del caudal registrado en la reciente DANA de Valencia—, el operativo continuó evacuando hogares, especialmente en los barrios de Cappont, Pardinyes y l’Horta. Josep Maria Llop, entonces director de Urbanismo, señala que “el mando único y la coordinación fueron clave para evitar víctimas mortales en Lleida”, destacando el esfuerzo conjunto de los radioaficionados que formaron una red de emergencia que sería el germen de la actual REMER (Red de Emergencias de Protección Civil).
Un despliegue único de radioaficionados y la Red de Emergencias
Emili Nadal, quien coordinó a los radioaficionados, recuerda aquellos tres días intensos: “Montamos una oficina en un primer piso y colocamos antenas en el tejado; los vecinos nos dieron electricidad y, durante tres días, nos dedicamos exclusivamente a seguir la riada”. Esta red de comunicación permitió dar información en tiempo real, con estaciones instaladas en puntos clave como el ayuntamiento de La Seu y la presa de Oliana, creando una cobertura que resultaría esencial para la seguridad de la población.
Gracias a este esfuerzo y a la coordinación de los radioaficionados y cuerpos de emergencia, Lleida superó una de las peores riadas de su historia sin víctimas fatales en la ciudad. El ejemplo de 1982 sigue siendo recordado como un hito en gestión de emergencias y demuestra el papel crucial de la alerta temprana y la coordinación en situaciones de desastre.
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