Las memorias de Isa Reyes que fue “Miss España” en 1938 desde el exilio

En su exilio parisino y en plena guerra civil española Conchita Balcells de los Reyes, más tarde conocida con el nombre artístico de Isa Reyes, fue proclamada representante de España en 1938 y participó en el certamen de Miss Europa celebrado en Copenhague en representación de un país dividido.

 

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Miss España en el exilio

 

La historia de nuestra última guerra civil está constituida no solo por los grandes textos que tratan sobre las campañas militares o el desarrollo político del conflicto, sino también por muchas otras historias aparentemente menores pero que resultan de notable interés para complementar la explicación de aquella gran tragedia. A este grupo de obras pertenece “Miss España en el exilio. El flamenco y el estrellato en la historia de los años treinta” (Renacimiento), que reúne dos textos paralelos: los recuerdos escritos por Conchita Balcells de los Reyes, “Isa Reyes”, y los textos que los contextualizan en cada momento histórico concreto redactados por su hijo Dorian L. (Dusty) Nicol.

 

En la España de los años treinta hubo una burguesía republicana en cuyas familias se produjeron discrepancias políticas, como ocurrió en el caso de Conchita Balcells: uno de sus tíos maternos permaneció con la República -tal como su propio padre- y el otro se adhirió a los nacionales. Pese a que el domicilio familiar fue saqueado, sus progenitores quedaron en zona republicana ofreciendo imágenes no exentas de contrastes: el padre de Conchita, caracterizado con mono y alpargatas, y su madre que nunca renunció a salir a la calle elegantemente vestida, con guantes y sombrero.

 

Tras un azaroso refugio en la base aérea de Sariñena, a la que fue destinado su padre como oficial del Ejército Popular, Conchita, su madre y su hermana Nuria se exiliaron en Francia y se establecieron en París en casa de su tía Encarna, por cierto, partidaria de los nacionales (estaba separada de El Caballero Audaz, famoso autor de la época y furibundo franquista). Fue allí donde las necesidades económicas motivaron que buscase trabajo y lo encontrase primero como modelo de alta costura y luego como bailarina de flamenco, formando pareja inicialmente con su prima Alma y luego con ella y el bailarín Antonio Arcaraz, en un trío con el nombre de este último. Lo que empezó como una mera forma de ganarse la vida le llevó a estrellato y a actuar, además de en Francia, por numerosos países de Europa: Polonia, Italia -donde sedujo al conde Ciano-, la Alemania nazi -con una función en Berlín en ocasión del 50 aniversario de Hitler frente al propio Führer y con posterior recepción en la cancillería del Reich-, y Grecia, donde encontró a su amor definitivo. 

 

Pero lo más destacado de una ejecutoria profesional y artística por demás brillante fue el hecho de que Conchita resultó seleccionada en 1938 en París, en plena guerra civil española, como Miss España y por tanto representante de nuestro país en el correspondiente certamen europeo, por cierto el último que se celebró -tuvo lugar en Copenhague- a causa de la segunda guerra mundial y que no se reanudaría hasta diez años más tarde. El embrollo de representar a un país fraccionado en dos y el problema de cuál de las dos banderas debía exhibir se resolvió con salomónicamente: enarboló una sencilla bandera blanca con el nombre de España. No ganó -lo consiguió la finlandesa- pero quedó primera finalista. Esta mujer culminaría felizmente su vida emigrada en América -Cuba, Méjico- donde viviría retirada de los escenarios con su marido griego y sus hijos. He aquí la pequeña historia de una mujer que representó velis nolis a las dos Españas pese a si personal identificación con una de ellas.


 

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