Luis del Pino reivindica la memoria de Fernando VII en “Yo, el Difamado”

El autor revisa el papel que habría desempeñado el hijo de Carlos IV en la conspiración de El Escorial, el motín de Aranjuez, la renuncia de los derechos de la dinastía en favor de Napoleón y el rechazo de la constitución de Cádiz

|
WhatsApp Image 2024 09 12 at 17.04.10 (1)

 

Fernando VII, apellidado en su momento como “el Deseado”, ha pasado a la historia como el “rey felón” por su capacidad para traicionar juramentos, amigos e incluso a sus propios padres. Pero el ingeniero Luis del Pino propone la revisión de una imagen que nadie hasta ahora había puesto en tela de juicio con su voluminoso estudio biográfico “Yo, el Difamado” (Esfera de los Libros) que el autor califica como “autobiografía apócrifa de un buen rey”.

Pino analiza el papel desarrollado por Fernando y lo hace utilizando una copiosa documentación -memorias, correspondencia, informes, etc.- lo que convierte su ensayo en una obra voluminosa cuya línea fundamental es, a la vez que la exculpación global de cualquier responsabilidad sobre la conducta del personaje, la descalificación rotunda de su madre María Luisa de Parma y la condena sin paliativos de Manuel Godoy, aunque desmiente que el favorito -un “libertino insolente”- fuese amante de aquella. “Antes diría que se acostó con mi hermana María Luisa” aunque reconoce que la relación entre el valido y sus padres fue “simbiótica y tóxica”.

El estudio trata principalmente de establecer el papel de Fernando en cuatro momentos consecutivos: la conspiración de El Escorial, el motín de Aranjuez, la renuncia de los derechos al trono con la subsiguiente entrega de estos a Napoleón y el exilio en Valençay y el regreso, con el rechazo de la constitución aprobada en Cádiz por las Cortes.

En relación al primer hecho, que los historiadores consideran que fue una maniobra de Fernando para conseguir la destitución de Godoy, preparar el acceso al trono de aquél y obtener de Napoleón la mano de alguna princesa francesa, Pino invierte la responsabilidad y dice que fue el valido quien urdió el compló en su contra para evitar que fuese el heredero de la corona. 

En cuanto al motín de Aranjuez, atribuye su origen al incidente provocado por la salida de la casa del favorito en dicha población de una de sus amantes y desmiente haberlo aprovechado para provocar la renuncia al trono de Carlos IV. “Al fin y al cabo el objeto del motín no era derrocar a mi padre, sino quitarnos de en medio a Godoy”. “¡Por supuesto que nadie había obligado a mi padre a abdicar! Pero le daba igual a Murat. Decir que yo había obligado a mi padre a abdicar permitiría a Napoleón no reconocerme como rey”. Y añade: “Una cosa es que mi padre abdicara por miedo y otra muy distinta que nadie le exigiera que abdicara”. En todo caso, parece que el gran corso tenía muy clara la necesidad de producir un cambio de dinastía en favor de su familia, pese a que sus gestiones cerca de sus hermanos Luciano, José (rey de Nápoles) y Luis (rey de Holanda) resultaron infructuosas, aunque el segundo acabaría, como se sabe, aceptando bien a su pesar. Esta extraña situación produciría a la vez contradicciones en la política francesa con respecto a España: mientras Murat, lugarteniente de Napoleón, apoyaba la continuidad de Carlos IV, el embajador Beauharnais actuaba en favor de Fernando.  

Conseguida la presencia de padre e hijo en Bayona y obtenida por Napoleón la renuncia de los derechos de ambos al trono, considera este acto inválido por carencia de refrendo en las Cortes y afirma que lo ocurrido en Madrid el 2 de mayo de 1808 no fue ningún levantamiento espontáneo, sino algo que se estaba maquinando desde hacía algunos días. 

Por último, rechaza el protagonismo adquirido por las Cortes de Cádiz, cuya validez niega. De hecho, califica la asunción por éstas de la representación de la soberanía nacional un verdadero golpe de Estado y descalifica su labor: “Ni el pueblo hizo esta constitución, ni quienes la redactaron eran hombres seráficos, ni es verdad que yo la traicionara”. Además, subraya que “toda Europa quería acabar con la constitución de Cádiz”. La consecuencia es que su restablecimiento del absolutismo fue, en opinión de Fernando, un acto de recuperación de la legitimidad usurpada, tesis ciertamente atípica, sin duda polémica e imaginamos que escasamente compartida.

Sea como fuere y por lo que respecta a la contradictoria política mantenida por España frente a las convulsiones habidas en la Europa de finales del XVIII y principios del XIX no podemos sino compartir con Pino la opinión de “solo hay una cosa pero que una política exterior equivocada y es una política exterior errática” que es la que siguió nuestro país por aquellas calendas.

 

Sin comentarios

Escribe tu comentario




He leído y acepto la política de privacidad

No está permitido verter comentarios contrarios a la ley o injuriantes. Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios que consideremos fuera de tema.
AHORA EN LA PORTADA
ECONOMÍA