José Membrive: memorias del seminarista que pudo ser el pirómano de la catedral de Jaén ("Evita a Eva”)

El pota y editor José Membrive recuerda sus años jóvenes cuando, coincidiendo con el tardofranquismo y la transición, fue alumno de los seminarios menor y mayor de la diócesis jienense y luego de la Universidad de Granada en el contexto de la agitación política de aquellos años

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Evita a Eva

 

Soy ferviente lector de todo tipo de memorias. No solo las escritas por personajes principales que son, a veces, las menos fiables por la obsesión de legar a la posteridad un recuerdo lo más amable y meritorio posible de su ejecutoria. También las de personas del común, que suelen ser mucho más sinceras y ofrecen, con la descripción de la peripecia personal de su autor, un retrato vívido del contexto geográfico y del tiempo en que aquella tuvo lugar. El poeta y editor José Membrive no es, desde luego, un desconocido porque su obra literaria y su labor editorial le sitúan en un lugar relevante, pero sí en cambio su ejecutoria anterior cuando no era más que un adolescente de Jaén que trataba de abrirse camino por la vía de los estudios. Esta etapa ha sido el punto de partida de la trilogía memorialística “La travesía del despierto” cuyo primer volumen es “Evita a Eva” (Carena) 

Hasta ayer mismo y cuando la enseñanza en España padecía de numerosas carencias, los seminarios menores de la Iglesia católica fueron casi la única herramienta disponible para que los jóvenes de las provincias rurales pudieran cursar estudios secundarios y, complementariamente, la posibilidad de que, en el caso de consolidar su vocación religiosa, continuasen luego su formación en un seminario conciliar y culminasen este itinerario con la ordenación sacerdotal, lo que les permitía asegurar su vida posterior. Con la impronta de una fe esculpida a conciencia durante su infancia y el deseo de labrarse un futuro, salió el protagonista de estas memorias de su mundo rural para incorporarse primero al seminario menor de Baeza y seguidamente al mayor de Jaén. Este itinerario vital le enfrentó a los problemas propios de la edad y, sobre todo, a la obsesión por los peligros que ofrecían “el mundo, el demonio y la carne”, muy en particular el “pecado nefando” (parece que se refiere al sexo en general, no al considerado hasta ayer mismo el más nefando de todos, ya me entienden) lo que le obligó a sublimar sus pulsiones con atormentados sueños eróticos. De ahí el título: evitar a Eva era sencillamente evitar el peor peligro: la mujer. 

En este orden de cosas, el relato de los pormenores de la vida en aquellas instituciones formativas resulta harto elocuente. Como igualmente el tránsito, tras el abandono de los estudios religiosos, al mundo universitario de Granada en plena eclosión del movimiento estudiantil antifranquista, en el que el autor se comprometió con la férrea entrega del converso, primero en el PCE y luego en el Partido del Trabajo y su Joven Guardia Roja, al punto de abandonar la carrera para dedicarse a un activismo político, algo que pudo haberle convertido en el pirómano de la catedral de Jaén. De cuya tentación le salvó Don Santos, el viejo profesor de sus años de seminario (advertido por la policía porque si en el partido que quería desencadenar la revolución en toda España a la muerte de Franco había cuatro gatos, dos de ellos eran infiltrados)

Escritas estas memorias muchos años más tarde y de vuelta de las ilusiones y desengaños de sus años mozos, en “Evita a Eva” se desprenden recuerdos cargados de nostalgia y afecto de la vida familiar y rural en el Cercao de las Flores un ambiente en el que conoció a personajes tan sugestivos como Rafael “el Tuerto”, un alfabeto que se consideraba soldado de Majencio en la batalla de Puente Milvio contra Constantino; e incluso en el seminario, donde hizo amigos que no le abandonarían en su vida -uno de ellos famoso, el juez Baltasar Garzón, también seminarista-; a la vez que otros demoledores de la etapa de militancia política, cuando trataron de convencerle que para hace la revolución era necesario provocar entre 50.000 y 60.000 víctimas tan solo en la provincia de Jaén y a título de “daños colaterales” porque ”morir por una causa justa no es solo un acto de generosidad, sino de sacrificio para el progreso; matar por dicha causa es colocar la piedra angular en el edificio del nuevo mundo”. Aunque su responsable del partido añadió: “tranquilo hombre, los dirigentes veremos los toros desde la barrera…”

“Evita a Eva” es, a la vez, la sincera confesión sobre la dificultad de un muchacho de aquellos años en descubrir el sexo y “perder” su virginidad, reto que, según el autor, no consiguió hasta los 23 años. ¡Quién se sería capaz de explicarlo a los adolescentes de ahora mismo, que navegan con absoluta impunidad por la procelosas aguas digitales del sexo desde antes que les salgan los pelos en ciertas partes… ¡Qué diría Don Santos!

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