Maruja Torres recuerda su vida en “Cuanta más gente se muere, más ganas de vivir tengo”

No es exactamente un libro de memorias, pero sí una evocación de gentes, paisajes y ambientes que han conformado la peripecia vital de la famosa escritora barcelonesa

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Libros.Cuanta más gentes se muere, más ganas de vivir tengo
La portada del libro de la popular escritora barcelonesa. Foto: Temas de Hoy

 

“No soy muy buena para los números” dice Maruja Torre en “Cuanta más gente se muere, más ganas de vivir tengo” (Temas de hoy) que no es exactamente un libro de memorias, aunque sí de evocaciones: gentes, paisajes, personas y ambientes conocidos y en muchos casos queridos y recordados con nostalgia. Y al leer esta confesión me acuerdo de las discusiones que solía mantener con ella cuando yo ejercía de modesto colaborador en el vespertino “La Prensa” a 150 pesetas por texto publicado y ella lo hacía como secretaria del director. Nunca nos salían las cuentas porque a mí siempre me parecía que se había olvidado de registrar algunas de mis colaboraciones. Seguro que no lo recuerda, pero yo sí y tampoco que nuestro común director, un tal Valentín Domínguez, me echó a cajas destempladas del diario cuando cometí la insensatez de publicar en la página de espectáculos la foto de Madeimoiselle Josephine, un transformista danés que trabajaba en el inolvidable “Barcelona de noche”.

¡Aquella Barcelona de los años sesenta! Que Maruja y un servidor conocimos, vivimos y en la que, cada uno a su manera, nos destetamos profesionalmente y sin duda también en otros aspectos. No es extraño que haya disfrutado con la lectura de este su último texto en el que entre bromas y veras dice no pocas verdades y revela algunas confesiones. “Dentro de esa mujer muy vivida que soy hay dos mujeres muy vividas también. Una, la física, la que por la mañana despierta y recoge las piezas y las encaja como puede…La otra dispone de un motorcillo todavía engrasado, todavía vivaz, que la mantiene unida a lo que ocurre, al mundo que habita y al modelo de sociedad en que prefiere envejecer”.

El itinerario vital de Maruja es una historia de superación constate. Criada en el antiguo Barrio Chino de Barcelona, el antiguo Distrito V hoy rebautizado piadosamente como Raval, demostró una indiscutible capacidad para irse abriendo camino hasta llegar a ser, en buena medida merced a su indiscutibles dotes periodísticas y literarias, una figura del periodismo español contemporáneo. Gracias a ello “me libré -dice- de la ingratitud del mal trabajo, de una existencia estropeada por la explotación y la desigualdad, del expolio del bienestar que sufren la personas mayores que no han tenido la oportunidad de envejecer con holgura económica”.

En “Cuanta más gente se muere, más ganas de vivir tengo” hay un recuerdo apasionado de sus ciudades preferidas, la primera de todas la maltratada Beirut -se constata una crítica despiadada de la agresión israelí de Gaza y del sur del Líbano-, pero también Bangkok e incluso Roma o ahora mismo Oviedo. Personajes que fueron determinantes, como Terenci Moix o Carmen Rico Godoy; cabeceras de medios en los que trabajó (Fotogramas, Nuevo Fotogramas, El Papus, El País y un largo etcétera) y de amor por el periodismo: “Otra cosa que me impulsaba a escribir era que creyeran en mí, que me necesitaran. No con halagos, sino con pericia y precisión… me gustaba también temblar por dentro en espera de aprobación; algo que al menos entonces, cuando no existían los likes, solo podíamos intuir que había ocurrido si no nos había caído una bronca”. Una época en la que “donde mejor se aprendía” a hacer de periodista era la calle.    

Hay, también, una constante y apasionada referencia al mundo del cine y a su amor por el séptimo arte, (con una sentimental cita de los cines de barrio, aquellos de sesión doble, Nodo, descanso con anuncios a base de diapositivas y olor a ambientador de limón) así como a ciertos lugares, tiendas o bares. Y todo ello para llegar a una conclusión esperanzadora: la de que “este libro no va de la muerte, sino de la celebración de la vida”. 

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