Nasser Abu Srour relata su experiencia carcelaria en “La historia de un muro”

Un relato lleno de fuerza e inspiración poética pero también de desesperanza, escrito por un palestino un condenado por Israel a cadena perpetua

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La historia de un muro

 

“Dime por qué estás dispuesto a luchar y te diré quién eres” escribe Nasser Abu Srour, un palestino acusado de haber participado en la muerte de cierto oficial de la inteligencia israelí, que es condenado por ello a muerte y pasa a lo largo de los años por sucesivos establecimientos penitenciarios situados bien en Israel, bien los territorios ocupados de Cisjordania. Dotado de una indiscutibles capacidades intelectuales y literarias, aprovechó su larga reclusión para licenciarse en inglés, graduarse en ciencias políticas y escribir su periplo carcelario, familiar, sentimental e íntimo en “La historia de un muro” (Galaxia Gutenberg)

Si de la sempiterna crisis de Oriente Medio y de la aparente -o muy real- imposibilidad de convivencia entre israelíes y palestinos no han dejado de llegar nunca constantes noticias, desde hace poco más de un año somos espectadores de una crisis que ha alcanzado proporciones inimaginables. La acción terrorista protagonizada por Hamás provocó tal respuesta del gobierno de Tel Aviv que ha causado más de 40.000 víctimas civiles, se ha extendido no solo por Gaza, sino también por el sur del Líbano y amenaza por expandirse mucho más hacia el este. Es precisamente en este contexto en el que nos llega este libro que ayuda a comprender los parámetros en que se desenvuelve desde hace ocho décadas el enfrentamiento entre dos universos irreconciliables.

Abu Sour es hijo de la obligada diáspora palestina (“nací del vientre de un campo de refugiados que me mantuvo clavado a sus muros durante un tiempo”), una herencia que le convierte en resistente activo contra los que él denomina el “Estado ocupante”. Justifica la resistencia palestina, expresada en la sucesivas “intifadas” (“que nos dieron un causa por la que luchar”), pero cuya frustración dio lugar a la “generación de las piedras” que “eligió concentrarse, además de en sus propia preocupaciones, en otras causas: los territorios ocupados cuyos dirigentes vacilaban a la hora de luchar por recuperarlos; en una comunidad árabe que guardaba silencio acerca de los ladrones del país que consagraban sus derrotas, como si la umma fuera de su propiedad; en los discursos nacionalistas escritos en lenguas extranjeras; en los miles de millones de pobres en un mundo que no dejaba de acumular riqueza; en los millones de personas que morían de hambre y quedaban reducidos a cifras…; en los niños que estaban obligados a trabajar y en sus impíos capataces; en la mano de obra barata…; en las mujeres cuyos cuerpos son hostigados por manos pecaminosas; en un movimiento de mujeres que nunca renuncia a la lucha; en las arengas para despertar una masculinidad adormecida…”

Abu Sour denuncia “la ocupación (que) no ejercía discriminación alguna por razones de sexo, aplicaba la prevaricación y la opresión sobre los hombres y mujeres por igual, aunque las palestinas, ya de por sí, estaban sometidas a varias formas de opresión” y recuerda que hasta 27.000 mujeres fueron encarceladas desde 1967. Los acuerdos de Oslo de 1993 fueron un espejismo porque Israel los incumplió alevosamente y, en todo caso, “después del 11 de septiembre todas las tentativas de pacificación y de alto el fuego fracasaron”.

Por otra parte “La historia de un muro” es la descripción de la penalidades inherentes a la vida carcelaria, del maltrato recibido, de los traslados constantes, de las durísimas condiciones de vida -solo mejoradas esporádicamente a raíz de sucesivas huelgas de hambre-, de la imposibilidad de obtener la libertad (las cuatro liberaciones de presos conseguidas por el presidente Obama no llegaron a completarse y el autor fue uno de los perjudicados por ello)

En las páginas de este libro, de extraordinario contenido poético y notable belleza literaria, hay numerosas expansiones sobre temas trascendentales. Así su valor sobre el significado de la religión en su vida: “Soy hijo -recuerda- de padres creyentes que tenían fe en un dios sencillo, con un mensaje sencillo y una peticiones también sencillas… “, pero que le hace dudar sobre el papel que ha podido tener en su vida hasta que consigue que “mi dios se convirtiese exactamente en lo que yo quería que fuese. Me refugié en él cuando las callejuelas me oprimían., y los soldados me cortaban la retirada. Me refugié en él entre una bala y la siguiente… después de honrar al último caído… cuando me detuvieron y confesé abajo en la cripta. Me refugié en él cuando mi mundo se contraía y dentro de mí todo se volvía confuso”

Hay también una historia de amor surgida a pesar de las paredes y los cristales de separación de la cárcel con la abogada Nanna, un amor tórrido y apasionado en la distancia, que se materializa en una nutrida correspondencia pero que acaba demostrándose sin futuro.  En definitiva, “La historia de un muro” es el relato de la desesperanza porque, como dice su autor, “un preso no puede salvarse salvo por las mentiras en las que cree”.

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