“Putin ha perdido Ucrania para siempre, aunque pueda conquistarla” (Alberto Rojas, “Vivir la guerra”)
Un testimonio vivo sobre una guerra cruel en la que los drones han desplazado a los tanques
Pocos hubieran sabido identificar la toponimia ucraniana antes de que el 24 de febrero de 2022 Vladimir Putin invadiera Polonia con el fin de “desnazificar” al país vecino cuyo presidente es paradójicamente de origen judío. Pero la “operación militar especial” que emprendió entonces Rusia y que en vez de durar unos pocos días se ha prolongado durante más de dos años de duros enfrentamientos e incontable sufrimientos ha hecho que nombres como los de Bucha o Mariúpol, Kiew, Jarkov o Lvov, se hayan convertido en familiares gracias a la actividad incansable de reporteros intrépidos como Alberto Rojas que ha informado puntualmente de esta contienda en sus crónicas para el diario “El Mundo” y cuya experiencia ha recogido en el libro “Vivir la guerra” (B/Penguin)
Rojas no escribió desde la comodidad de los hoteles, sino que se aproximó a los combates hasta el punto que se lo permitieron e incluso estuvo a punto en cierta ocasión de atravesar la frontera rusa sin darse cuenta, acompañó soldados ucranianos hasta el mismo frente, estuvo con los llamados desminadores (que no eran tales, sino operadores de morteros), visitó la zona de Chernóbil cuyo suelo removieron los rusos ignorando los inmensos peligros de contaminación, conoció la ciudad subterránea Huliapipole e incluso entrevistó a prisioneros rusos Y pasó miedo, claro, como cuando bombardearon Sloviansk mientras estaba con su compañera Nuria en una pizzería: “Decir que nos entró miedo es quedarnos cortos, porque solo cuando vives un bombardeo la persona comprende el verdadero poder psicológico y de destrucción de las armas”. O cuando pernoctó en un hotel de Jarkov en pleno bombardeo: “Una supervivencia en noches como la de hoy es una lotería”. Y añade que dicha ciudad “está tan cerca de Rusia que cuando bombardean no hay tiempo de que suenen las alarmas”.
El periodista descubrió cómo había cambiado la forma de hacer la guerra cuando comprobó la vulnerabilidad de los antaño irreductibles tanques “Los drones son los dueños del campo de batalla”. Claro que los viejos tanques soviéticos utilizados por los rusos parecen tractores agrícolas: todos los mandos son manuales.
Lo que no son risibles son los soldados enemigos que entraron en Ucrania a sangre y fuego cometiendo verdaderos genocidios, robando hasta los marcos de las puertas y en ciertos casos violando. Aunque también entre ellos cabe distinguir: no son lo mismo los alistados en las grandes ciudades, que los milicianos rusófonos del Donbas, los procedentes de las repúblicas rusas o los mercenarios de Wagner. Los más peligrosos de todos, sin duda los chechenos y los menos, los daguestanos. Pero unos y otros son “orcos”, término despectivo con el que se califica a los invasores.
“Si la primera conclusión -apunta el autor- es que Ucrania ha roto con Rusia, la segunda es que Rusia ha perdido Ucrania para siempre y esa es la gran derrota de Vladimir Putin… aunque militarmente pueda conquistarla”.
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