Alberto Sabio recupera la figura del dirigente político Joaquín Maurín (Excomunistas)

Comunista heterodoxo, decepcionado del estalinismo tras su viaje a la URSS, fue cofundador con Andreu Nin del POUM pero, a diferencia de su compañero, la guerra civil le pilló en la otra insurrecta y salvó milagrosamente la vida

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Asegura un refrán cubano que “más vale un amigo que un central azucarero” y quien dice amigo dice pariente, al menos así fue en el caso de Joaquín Maurín, cofundador con Andreu Nin del Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM) que fue un partido comunista discrepante de la disciplina estaliniana. El azar quiso que, aun siendo comunista, pudiera salvar la vida durante la guerra civil en la zona insurrecta mientras su compañero la perdió en la republicana. Un quiebro fortuito que quizá ha contribuido a situar a Maurín en un papel vicario, puesto que cuando se habla de ambos no se les cita diciendo Joaquín Maurín y Andrés Nin, sino al revés, dando preeminencia al segundo cuando, según Alberto Sabio Alcutén, catedrático de la Universidad de Zaragoza y autor de “Excomunistas. De la Revolución a la Guerra fría: Joaquín Maurín (1896-19673)” (Galaxia Gutenberg), fue Maurín el verdadero inspirador intelectual de este movimiento comunista heterodoxo y el que poseyó mayores capacidades tribunicias. “El líder popular y el interlocutor capaz de hablar con otros partidos fue Maurín, aunque la amistad entre ambos fue profunda, hecho que no impidió la existencia de discrepancias ideológicas entre ambos, entre otras cosas porque a Nin le costó separarse del trotskismo. Eso sí, a ninguno a los dos se les puede considerar bakuninista o bolchevique”.

Pero ¿quién fue Joaquín Maurín? Sabio, que ha trabajado con documentación inédita conservada en las Universidades de Stanford, en Palo Alto, California y de Miami, considera que “frente a un Nin asesinado por orden de Stalin, Maurín es mucho más desconocido y tuvo que soportar durante toda su vida el hecho de que su nombre fuera una y otra vez escarnecido, principalmente por los mismos comunistas fieles a Moscú, que le acusaron desde actuar como agente franquista a ser más tarde agente de la CIA”. El inicio del movimiento militar le pilló en Galicia, donde pudo pasar desapercibido gracias a la utilización de documentación falsa. Cuando meses después consiguió desplazarse hasta Huesca con el propósito de huir hacia Francia atravesando los Pirineos, fue descubierto por un policía que le identificó por cierta herida que las fuerzas del orden le habían causado años atrás y entonces fue procesado, pero se salvó de la pena de muerte gracias, entre otras influencias, a la de su pariente el presbítero Ramón Iglesias Navarri, capellán del Ejército Nacional y amigo de Franco (con los años ostentaría la mitra de Urgel y el coprincipado de Andorra) Ello no le evitó una larga condena que sin embargo se abrevió con un oportuna amnistía a mediados de los cuarenta, ocasión que aprovechó, entonces si afortunadamente, para marchar al extranjero y recalar finalmente en Estados Unidos donde creó una agencia de prensa y participó en los congresos por la Libertad de la Cultura. 

En el contexto de unas izquierdas barcelonesas en las que el anarcosindicalismo era dominante, cabe destacar la vinculación de los dos amigos con la CNT, en la que ejercieron como vanguardia intelectual -ambos fueron maestros- en medio de una dirigencia obrera formada mayoritariamente por trabajadores manuales -Pestaña, relojero; Hermoso Plaja, impresor; García Oliver, camarero…) y aunque su viaje a la Rusia comunista les aproximó al marxismo también les sirvió para distanciarse de la línea autocrática de Stalin, deriva en la que Sabio subraya el papel de su mujer, de origen ucraniano y hermana de uno de los fundadores desencantados del Partido Comunista francés. 

El catedrático zaragozano destaca la solidez teórica de Maurín, que trató de conciliar sus orígenes anarcosindicalistas con el marxismo y trató de sensibilizar al movimiento obrero haca la necesidad de su participación política, lo que le llevó a criticar el abstencionismo de la CNT. También discrepó de la creciente influencia de los anarquistas y criticó la falta de preparación teórica y la ausencia de un proyecto alternativo. Para paliar estas carencias, creó primero el BOC y luego el POUM, con los que defendió la alianza obrera y la unidad sindical para contribuir de esta forma a canalizar las energías de la CNT.

El autor de esta biografía resalta la capacidad de diálogo de Maurín e incluso su proximidad a la UGT, de la que dice estuvo muy cercano en torno a 1936 (habría que saber qué opinaban de ello los cenetistas si llegaron a enterarse); y por lo que se refiere a su larga estancia en Estados Unidos, desmiente que fuese agente de la CIA y reconoce su quehacer como periodista, tal como demostró en la creación de una agencia de prensa para la que contó con grandes colaboradores. Uno de ellos, Pablo Neruda, con quien tuvo, por cierto, algunas discrepancias comerciales. Eso sí, no pudo evitar una paulatina transformación ideológica que le condujo naturalmente hacia los predios de la socialdemocracia. Ye de ahí el título de este libro: “Excomunistas”.    

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