“Marco Aurelio y los límites del imperio”: el césar que expandió el imperio sin desearlo
Pablo Montoya fabula sobre cómo hubo de ejercer su magistratura el quinto y último de los grandes emperadores romanos que amaba la paz, pero estuvo condenado a hacer constantemente la guerra para asegurar las fronteras del imperio
Es posible que las circunstancias actuales del mundo nos hagan ver un problema que trasciende la historia y que ha afectado de una u otra forma a todos los grandes imperios: el de unas fronteras que por extensas y en muchos casos alejadas del centro político, resultan difíciles de defender y mantener. Pablo Montoya se retrotrae en la historia y analiza esta cuestión en torno a la figura del último de los cinco grandes emperadores romanos en “Marco Aurelio y los límites del imperio” (Random House)
Recuerda el autor que muchos césares accedían a su magistratura como fruto de la adopción realizada por sus antecesores, tal cual ocurrió con Marco Aurelio, que lo fue por Antonino Pío, una fórmula que permitía en teoría elegir a la persona más capaz en un sistema de sucesión de carácter monárquico pero que sin embargo no estaba ligado por ello a la pura genealogía biológica. Justamente el gran error -¿el único?- de Marco Aurelio que radicó en decantarse por su hijo Cómodo, a la postre un verdadero desastre frente a otras candidaturas más idóneas como pudo ser la de Pompeyano.
Montoya traza una descripción de Marco Aurelio como un personaje culto, imbuido de la filosofía estoica, que gustaba de conversar con amigos y maestros coetáneos sobre los grandes problemas e interrogantes de la existencia humana, pero al que el ejercicio de sus responsabilidades obligó a hacer la guerra contra los pueblos bárbaros situados en las lindes del imperio, siempre levantiscos. En el cumplimiento de esa responsabilidad asumió el mando de los ejércitos y no dudó en combatir, pero tratando de negociar siempre previamente con los enemigos, haciéndoles ver las ventajas que comportaba la aceptación de su inclusión en el imperio. Y ello le lleva incluso, pese a no ser expansionista, a ampliar dicho territorio con la creación de nuevas provincias que sirviesen de baluarte fronterizo contra ulteriores incursiones y peligros. No fueron estos su únicos combates: hubo otro peor yante el cual acabó perdiendo la vida: la peste que, procedente justamente de las fronteras, los soldados llevaron hasta la misma Roma en unos tiempos en que no se sabía cómo atajarla.
“Marco Aurelio y los límites del imperio” está escrito de forma erudita con numerosas citas de pensadores que pudieron influir en el pensamiento del césar, lo que da pie a Montoya a fabular conversaciones que su personaje pudo haber mantenido durante su vida, como la larga imaginada con Livio Tértulo. Todo lo cual en todo caso demuestra a la vez la amplia cultura del autor.
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