La restitución de los territorios palestinos ocupados, única solución al conflicto de Oriente Medio

El escritor argentino-israelí y exconcejal del Ayuntamiento de Jerusalén Meir Margalit disecciona en “El eclipse de la sociedad israelí” una guerra para la “no habrá día después”

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2025.01.24.El eclipse de la sociedad israelí

 

Oriente Medio vive desde hace más de 75 años un conflicto que no solo no encuentra solución, sino que se agrava paulatinamente y que ha alcanzado su cénit en el atentado terrorista cometido hace un par de años por Hamás y en la subsiguiente respuesta militar israelí que ha producido la muerte de casi 50.000 personas inocentes, todo hace pensar que con el asentimiento mayoritario de la población de Israel. El escritor argentino-israelí y exconcejal del Ayuntamiento de Jerusalén Meir Margalit demuestra en “El eclipse de la sociedad israelí” (Catarata) que no todos piensan igual y que se ha llegado a esta situación como consecuencia de una suma de errores que han hecho posible que “Israel sea uno de los pocos países que tiene carta blanca para cometer todos los atropellos que le parezca”.

Según dicho autor, la sociedad israelí es, en realidad, un «melting pot» de gentes y culturas mal avenidas que han encontrado su punto de encuentro en la identificación de un enemigo común, -los palestinos- capaz de propiciar “cierta cohesión nacional”, herramienta que sido utilizada por el premier Netanyahu en beneficio de su propia supervivencia política. Se lamenta que “en los últimos decenios el grupo laico se va estrechando cada vez más y la sociedad israelí se va volviendo más fundamentalista” al punto de que “el laborismo ha desaparecido prácticamente del panorama político”, lo que está provocando un verdadera crisis del propio estado.

Subraya la irracionalidad de una guerra que conduce a un callejón sin salida y que provoca un sentimiento de angustia y miedo en la sociedad israelí “a pesar del inmenso poderío militar a su disposición”, lo que le lleva a sentenciar que “esta superpotencia ha dejado en evidencia su impotencia” generando una narrativa victimista.

Opina que el militarismo ha acabado dominando a la sociedad israelí: “entre la cúpula política y el ejército existe una evidente sincronización, lo cual implica que los sectores militares y civiles compartan valores, patrones de conducta, intereses y propósitos comunes” con consecuencias nefastas como la de que el ejército del pueblo se haya convertido en el ejército de los colonos y que se generalice la “trampa del sacrificio” según la cual los “líderes políticos y militares tienden a aferrarse a conflictos sangrientos en la incapacidad de reconocer que tanta sangre vertida ha sido en vano”.

Denuncia el sionismo como una nueva forma de colonialismo (“el sionismo tiene dentro de sí mismo su propio dispositivo de autodestrucción”), así como la existencia de criterios de discriminación de la población árabe y un racismo subyacente, pese a que “el grueso de la sociedad israelí no odia a los árabes, aunque tampoco se siente cómoda en su presencia”. Y, en fin, lamenta la erosión de las bases éticas que dieron lugar al nacimiento del estado de Israel: “el judaísmo ha perdido paulatinamente su espíritu humanista”

Margalit, que se siente un “exiliado en su propio país”, sentencia: “A medida que pasan los días los posibles escenarios se van estrechando y nosotros vamos tomando conciencia de que no habrá «día después» … por primera vez en la historia nos enfrentamos a una guerra que no hay forma de ganarla porque no sabemos según qué parámetros definir triunfo o derrota”. En todo caso “Israel anhela la paz, obvio; el único problema es que no está dispuesta a pagar el precio de la paz”. Un precio que está muy claro puesto que “la única solución factible incluye la restitución de los territorios palestinos ocupados en 1967 y una solución equitativa para los refugiados de 1948”.

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