Irene Polo fue “Una intrusa en la prensa”

Renacimiento recupera la actividad profesional de una de las primeras mujeres periodistas de Barcelona que consiguió el “scoop” de revelar dónde se habían recluido secretamente los redactores del Estatuto de Nuria

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Libros.Una intrusa en la prensa

 

Aunque parezca mentira hubo un tiempo en que las tradicionales castañeras que ocupan las calles de Barcelona durante el otoño y el invierno daban siete castañas por ¡diez céntimos de peseta! Claro que estamos hablando de 1933 es decir, de hace casi cien años ¡Cómo han cambiado los precios! El dato lo recogió en un reportaje aparecido en el diario Las Noticias la periodista Irene Polo, una de las primeras mujeres españolas que se dedicó a esta profesión. Nacida en 1908 en la ciudad condal en el seno de una familia paupérrima e hija de un padre manirroto, fue una “autodidacta de origen humilde que seguramente llegó a completar su formación con el estudio de idiomas y la taquigrafía en algún academia y que comenzó a trabajar muy joven para compensar la ausencia paterna y las dificultades económicas de la familia” tal como explica Francesc Salgado de Dios en la introducción de “Una intrusa en la prensa” (Renacimiento), selección de artículos en castellano de los que fue autora -buena parte de su obra lo fue en catalán- aparecidos en la prensa barcelonesa entre mediados de los años veinte y mediados de los treinta, la mayoría de ellos en el citado diario.

En unos tiempos en que los redactores se distinguían entre los “de mesa” y los de calle”, Irene perteneció a este segundo grupo, lo que quiere decir que su quehacer informativo tuvo como ámbito de actuación la geografía urbana y sus gentes. Sus reportajes y crónicas son, por consiguiente, un ramillete fecundo de lugares y costumbres (las caramellas, las sardanas, la fiesta mayor de Gracia, la devoción por San Pancracio, las galerías de fotógrafos, la cárcel de mujeres de Santa Amelia, el cementerio nuevo, el manicomio de Sant Boi, los corros de tertulianos de la Plaza Real, la noche de San Juan), así como las modas que emergían, tal el caso de las revolucionarias faldas pantalón que Monsieur Anselmi empezó a promocionar no sin escándalo, y las que desaparecían, como el uso de abanicos y sombrillas. Fue notable la afección de Polo por personajes populares o sobresalientes cuales el niño que salvó de la muerte a un bebé, los quiosqueros, los hombres-anuncio, los mantecaderos -vendedores callejeros de helado-, las “misses” y reinas de concursos y fiestas, los parados en busca de trabajo, el promotor de la conversión de Barcelona en la “ciudad de la paz” o la primera mujer aviadora de Cataluña, María José Colomer, para quien “la aviación es realmente asunto de mujeres porque es una cosa que exige un tacto, un cuidado, una delicadeza de manipulación y hasta una manera de ser que los hombres no tienen”.

Cultivó también el género de la entrevista y mantuvo encuentros, entre otros, con María Morera, Conchita Supervía, Santiago Rusiñol, José Llimona, Lluis Millet, Juan Pich y Pon, Apeles Mestres, Ramón Gómez de la Serna, Adrià Gual, el conde Keyselring, Arturo Rubinstein, Pablo Casals, Angelina Caparó, Antonia Mercé La Argentinita, Hipólito Lázaro, los creadores de tangos Irusta, Fugazot y Demare, el boxeador Paulino Uzcudun o el torero Marcial Lalanda, aunque los príncipes japoneses Takamtsu se le escaparon.

Y si bien no parece que se dedicara a la información política, fue protagonista de un gran “scoop”: el descubrimiento del lugar en que se habían recluido secretamente los redactores del Estatuto de Cataluña de la república: el hotel del santuario de Nuria, algo que se había mantenido con toda reserva.

Irene Polo utiliza un lenguaje sencillo, pero no por ello descuidado, que incluye algunos modismos hoy desaparecidos como la interjección “¡Ca!”. Todo ello hace de esta antología un verdadero caleidoscopio de una Barcelona casi irreconocible, preocupada por algunos personajes siniestros (la asesina en serie Enriqueta Martí o el acreditado descuartizador Pablo Casado “El Ricardito”) El destino no fue benevolente con esta mujer intrépida que tuvo que exiliarse en Argentina como consecuencia de la guerra civil y renunció a la vida en 1942. Pero ha quedado su obra literaria, a pesar de que ella nunca quiso que la consideraran escritora, sino tan solo periodista.  

 

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