La ANC ya tiene a Lluis Llach y los pantanos esperan que cante para llenarse
Hasta la fecha, los presidentes y presidentas que ha tenido la Asamblea Nacional Catalana (ANC) siempre han sido personas con una imagen demasiado seria: pocas sonrisas, caras largas y actitudes bélicas. Faltaba un poco de sentido del humor y alguna alegría que otra. Las cosas importantes no tienen que ser siempre tristes, ni lloronas, la vida ya lo es lo suficiente como para no echarle un poco de humor, o al menos alguna sonrisa que otra.
Hace unos días, la ANC celebraba su congreso, no sin pocas discrepancias internas entre los distintos sectores que la conforman, que no son pocos. ¿Ideológicos? No de intereses, de poder. Al final, con la ayuda de Puigdemont, el nuevo presidente elegido ha sido Lluís Llach, uno de los cantautores de la Cançó Catalana de aquellos años reivindicativos de una Catalunya más unida. Llach no es que fuera la alegría de la huerta, pero cantaba y algunas de sus canciones eran buenas, otras me parecían un pelmazo. Una de sus virtudes se basaba en que habla poco, casi ni se le entendía cuando lo hacía: reivindicativo sí era, moderado también, y se había generado en torno a él un aura de admiración, dentro y fuera de Catalunya. No tanto como Joan Manuel Serrat, que son dos polos opuestos, cosa que no es mala.
Llach, con su despedida poco a poco de la música, sus negocios en el sector del vino, con unos caldos buenos y no al alcance de todos los bolsillos, se fue metiendo en el tema de la solidaridad; se “alejó” de Catalunya para crear una fundación que lleva su nombre y que opera en el Senegal, que sostiene económicamente con la ayuda de algunos amigos que aportan ayudas para la mejora de la vida de los habitantes de ese país. Un buen trabajo que lo tuvo ausente algunos años de su tierra. En aquellos años solo se hablaba de Llach, de su compromiso en el país africano, y de su hotel de lujo.
Pero su trabajo allí acabó y, como persona inquieta, volvió de nuevo a su Catalunya, a su integración en la vida política, con cambios personales, sin la timidez que siempre había tenido, y se metió de lleno en la política: activista y cambios ideológicos. Le embrujó Carles Puigdemont, que siempre ha estado a su lado. Se ha metido en algunos líos y ha soltado unos cuantos improperios, que le han servido para que algunos de los fans del resto de España le dejaran de lado. No es de extrañar por sus proclamas antiespañolas.
Ahora, se mete de lleno en la ANC, no para cantarle las cuarenta a los partidos independentistas, sino para presionar a ERC y otros de la necesidad de hacer una sola candidatura independentista si al final hay nuevas elecciones en Catalunya. ¿Insistirá en ese objetivo cantando la Estaca para ver si los convence de esta forma? Hablando será bastante improbable.
Así que con Llach en la ANC, las elecciones europeas el domingo, los jueces y la mujer de Sánchez, la constitución el próximo lunes de la Mesa del Parlamenet, la aprobación o no de las votaciones de los huidos a Bruselas, y alguna cosilla más, unas pocas, la semana va a resultar de lo más rocambolesca que se puedan imaginar. La buena noticia es que la sequía ya no es tal, que la lluvia ha llenado los embalses y que la preocupación se ha dejado en un segundo lugar. ¿Habrá cantado Llach? ¿Y el cielo lo ha premiado con agua? “Si las moscas se pegan, raro será que no llueva”, dice un refrán popular. La ANC ya tiene quien le cante, quien sus males espante y que la lluvia llene los embalses.
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