Un domingo glorioso para España

Este domingo no ha sido uno más, sino un domingo de gloria para los españoles, les guste o no el fútbol o el tenis

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Afición de la Roja celebrando en Madrid. Foto: EuropaPress

 

Hace tanto tiempo que la ilusión, la alegría colectiva se había alejado de la sociedad española. Hacía falta pues algún acontecimiento que trajera de nuevo esa sensación que tanto alimenta el espíritu y sosiega las meninges. La alegría es la medicina que la gente necesita como antídoto de los males que siempre acechan, que suelen ser bastantes. Así que cualquier excusa es buena para estar alegres. Lo que quiere decir que bienvenido sea disponer de esos momentos en los que nos lleguemos a creer los mejores del mundo.
El domingo, último día de la semana, se considera una jornada placida, la antesala de un poco deseado lunes. Siempre hay excepciones, y en esta ocasión se han producido. Este domingo no ha sido uno más, sino un domingo de gloria para los españoles, les guste o no el fútbol o el tenis. La selección española de fútbol se ha hecho con el trofeo de la Eurocopa tras vencer a la selección inglesa, que daba por hecho que ganaría a la española. Una ilusión que se desvaneció cuando faltaban pocos minutos para concluir el partido y el empate que hasta entonces seguía ofreciendo el marcador, daba la vuelta y la Roja, con su fuerza habitual que ha demostrado en la competición, marcaba el gol que pasará a la historia.
La afición inglesa, muy mayoritaria en el estadio, enmudeció con el resultado. Mientras que los 11.600 españoles que estaban presentes, celebraban con entusiasmo el resultado, no era para menos. Eso de la furia española no es un tópico, es la realidad que se ha visto una vez más a lo largo de las jornadas del campeonato. Ha conseguido ganar a todas las grandes selecciones, no ha perdido ni un solo partido y ha tenido a millones de aficionados atentos a los televisores y pantallas gigantes que muchos ayuntamientos han colocado en sus plazas.
Y es que, desde hacía muchos años, la selección española no había generado tanta ilusión entre la ciudadanía de todas las edades. La gente joven ha vivido con intensidad los partidos, especialmente la final, algo que algunos habían afirmado en su día que a la gente joven no le interesaba el futbol, graso error, viendo como millones de ellos han vivido con pasión los partidos de la Roja.  Una pasión de pertenencia a un proyecto colectivo como es la Selección: los gritos han sido unánimes, sin diferencias, todos a una. Lo mismo que el equipo nacional donde el compañerismo, incluso la amistad de sus componentes, ha dado una lección de comportamiento, de ser una gran familia futbolística realmente impresionante, a imitar por muchos.
El Rey Felipe VI acompañado de su hija Sofía, muy aficionada ella al balompié, no se ha querido perder el triunfo, lo mismo que el presidente del gobierno Pedro Sánchez, que han disfrutado de lo lindo. Un triunfo redondo que sirve para sentir orgullo de un país que vibra siempre. 
La Roja y el fútbol han hecho más por la integración y el orgullo de ser españoles que la clase política. Además, lo han conseguido en muy poco tiempo. Lo han hecho sin estridencias, con compañerismo, ilusión, ganas y porque son capaces de creérselo sin importarles las procedencias de sus integrantes, que son diversos, como el país.
El domingo fue tan redondo que en Inglaterra, otro joven, no ya promesa, sino toda una figura del tenis mundial, Carlitos Alcaraz, se hacía con el tan preciado y prestigioso trofeo de Wimblendon 2024 tras vencer a Djokovic, toda una leyenda del tenis, en un partido trepidante donde Alcaraz se ha erigido como el digno heredero de su admirado Djokovic, por cierto, gran admirador del murciano.
Así que este domingo ha sido de gloria por los triunfos de la Roja en la Eurocopa y de Alcaraz en Wimbledon. Una jornada redonda en la que la resaca del lunes, nos ha llenado de orgullo. No sé quién dijo, pero tenía razón que “el entusiasmo mueve el mundo”. La Roja y Alcaraz lo han conseguido y han devuelto el orgullo a buena parte de la ciudadanía.

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