Cervantes en el Sáhara
Artículo de opinión escrito por Pablo-Ignacio de Dalmases
Me dice mi amigo Hossein que me espera en Aaiún para participar en el acto de inauguración de su biblioteca. Mi amigo es un saharaui que se educó en el Instituto Nacional de Enseñanza Media General Alonso que funcionó en la capital de la entonces provincia de Sáhara durante la etapa colonial y se siente orgulloso de la formación recibida entonces de la que es testimonio su título de Bachiller, que conserva debidamente enmarcado. Obtuvo plaza entonces además como funcionario del Gobierno y tras la evacuación de España y una peripecia personal no exenta de sobresaltos, como les ha ocurrido a tantos otros saharauis, reside en la actualidad en la zona de su país administrada por Marruecos.
Hossein, que nació español, sigue siéndolo y ha hecho que sus 11 hijos también lo sean, ama los libros y por ello ha creado una biblioteca en la que está presente la literatura árabe conjuntamente con la española. Su casa es, por tanto, mucho más que un hogar porque constituye un punto de referencia para todos los amantes de ambas formas de expresión literaria. Algo muy necesario en una ciudad como Aaiún donde la presencia de la cultura española es, tras un siglo de colonización, mínima. Solo sobrevive en el Colegio Nacional La Paz, mientras que la Misión cultural no es más que un rótulo en un edificio deshabitado y el Instituto Cervantes, con presencia en medio mundo, no está, ni se le espera, en el único país árabe que habla español.
Las otras únicas iniciativas que mantienen viva la llama de la cultura hispana son asimismo entidades asociativas particulares. La asociación Generaciones, también en Aaiún y la Unamuno en Dajla, la antigua Villa Cisneros, donde el español, que se empezó a hablar en 1884. Una situación que nos invita a extraer dos concusiones paralelas. La primera, satisfactoria: que nuestra lengua sigue viva en el Sáhara Occidental bajo administración marroquí -en la RASD no hay problema alguno: es su segundo idioma oficial- fundamentalmente gracias a la voluntad de los propios saharauis; y la segunda, triste: la manifiesta e incomprensible desidia de la Administración española, cuyo único avance en el último medio siglo ha sido prolongar la enseñanza en el Colegio La Paz al término de la ESO (hasta ayer mismo solo podía impartir de primaria) Cervantes sobrevive pese a todo en el Sáhara Occidental, pero únicamente en las aulas de un colegio y, eso sí, en el corazón de muchos miles de saharauis como Hossein Taleb.
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