Interpretando números y sucesos

De forma primaria, mucha gente valora sólo la cantidad que se le ofrece o se presenta a su alrededor

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Se nos suele escapar las causas y los efectos de la mayoría de los acontecimientos que vivimos - Pexels

 

A pesar de guerras y pandemias, hay un dato que siempre progresa al acabar cada siglo: el número de habitantes de la Tierra. Repaso uno de los libros que tengo por casa de Peter Burke (historiador que asegura información veraz) y me fijo en una comparación ceñida al viejo continente, y que no he buscado contrastar con nuestra actualidad. Se estima que la Europa del año 1500 estaba habitada por unos 80 millones de personas. Y que sólo había cuatro ciudades con más de cien mil habitantes: Estambul, Nápoles, París y Venecia. Tres siglos después, en 1800, la población europea era bastante más del doble: unos 190 millones de personas. Y había veintitrés ciudades que superasen el millón de habitantes, entre ellas Londres. Preguntarse si esto es bueno o es malo está fuera de lugar, depende de lo que esas personas hagan, de a qué se dediquen y si llevan una vida humana en la que usen la razón, con fraternidad, con sentido de la igualdad y con libertad; en suma, con responsabilidad (más allá de la noción de culpa, importa pensar en las posibles consecuencias de nuestros actos).

De forma primaria, mucha gente valora sólo la cantidad que se le ofrece o se presenta a su alrededor. Sin duda, el número tiene un significado y una importancia que no siempre acertamos a interpretar de forma adecuada.

Deberíamos contar también con la traición de las imágenes que se produce al dar validez absoluta a una interpretación, adoptándola como la única posible y rechazando la equivocidad que toda imagen contiene. El pintor surrealista belga René Magritte pintó una pipa anotando como título de su obra: Ceci n’est pas une pipe (Esto no es una pipa). Claro está, era una ‘copia’ que no se puede coger con la mano ni sirve para fumar. Por real que pareciera era sólo una representación. Entre los siglos I y II, el estoico Epicteto dijo que los sucesos no nos afectan por lo que son en sí, sino por la valoración que de ellos hagamos.

A decir verdad, se nos suele escapar las causas y los efectos de la mayoría de los acontecimientos que vivimos, de cerca o de lejos (acaso creyendo a ojos cerrados una opinión ajena). Y si los encaramos, lo que más nos va a afectar –tal como señalaba Epicteto- será la interpretación que les demos. ¿Dejaremos ésta en hibernación, abierta a posibles variaciones, o bien la dejaremos fijada como indiscutible y definitiva? Resulta decisivo ser conscientes del mecanismo mental que empleamos; de este modo, dentro de lo posible, podremos evitar instalarnos fatalmente en creencias erróneas; las cuales a menudo desembocan en opresión y violencia.

Las distintas interpretaciones de una situación negativa o desagradable generan sentimientos y comportamientos diferentes. Habría, pues, que saber cuestionarlas. Afecta al terreno de las emociones, que surgen de inmediato tras una experiencia agradable o desagradable. También al de la ansiedad, una respuesta emocional que, en principio, nos permite estar alerta para evitar situaciones peligrosas. Pero no pocas veces se llega a la ira y a aceptar la pulsión destructiva, ya sea de personas o de cosas. Sería preciso reconocer los estados de ánimos previos a la ‘tormenta’ y atemperarlos. No podemos ignorar que algunos seres, para desgracia de todos, alcanzan incluso adicción a la violencia.

En los libros Vivir sin violencia y Personalidades violentas (Pirámide), el psicólogo clínico Enrique Echeburúa ha coordinado trabajos de colegas suyos que ofrecen una interesante guía para el fomento de la empatía y el bloqueo de los prejuicios; con ejercicios como el de ver algún programa de TV que nos parezca antipático u odioso con la intención de imaginar a quiénes puede gustar y por qué. Y tomar conciencia de ello, simplemente; está bien mientras no se convierta en una costumbre masoquista, cabría apostillar.

A propósito del trastorno antisocial, la psicóloga Paz de Corral ha asociado etimológicamente psicopatías con cardiopatías. Así como éstas incluyen cualquiera de las alteraciones cardíacas, el primer término debería incluir, asimismo, cualquiera de las alteraciones de la conducta.

Nuestra sociedad, dicen estos psicólogos clínicos, está muy bien preparada para generar psicópatas, resultado de combinar el desprecio por los demás y el ansia de vivir peligrosamente. Se puede hablar de la capacidad de inhumanidad con que un ser humano puede tratar a otro. Hay trastornos de personalidad duraderos, que describen la conducta habitual de alguien. El guión a seguir en el análisis clínico es: Diagnóstico, pronóstico y tratamiento. Pero, obviamente, siempre es mejor prevenir que curar. En cualquier caso, se trata de un índice del progreso social con altibajos y al que se debe atender.

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