El PSC y el poder omnímodo

En estos momentos, el PSC es, con toda probabilidad, la organización política que aglutina más poder institucional de toda Europa

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El president de la Generalitat, Salvador Illa
El líder del PSC, Salvador Illa - EP

 

Los socialistas catalanes han logrado el “tres en raya” (estos es, gobernar el Ayuntamiento de Barcelona, presidir la Generalitat de Catalunya y estar presentes en el Gobierno de España). Pero es que, además, gobiernan en 3 de las 4 diputaciones provinciales y en 8 de las 10 ciudades más grandes del país. 

Es curioso ver como un partido que sufrió importantes turbulencias internas a cuenta de la falacia del “dret a decidir”, que padeció una escisión y vio como parte de sus líderes se iban a casa, o se pasaban, sin rubor, al adversario y pudo haber caído en la marginalidad, no solo se ha rehecho si no que se ha convertido en el eje vertebrador de la política catalana, y es unos de los principales soportes del Gobierno central. 

No eran pocos los nacional-independentistas avispados que se frotaban las manos y vaticinaban el fin del socialismo en Cataluña. Sin embargo, las cañas se volvieron lanzas y aquellos conspicuos analistas tuvieron que hacer un réset en su ideario, pasar del nacionalismo al independentismo y cambiar de prisa y corriendo de carné para seguir a rueda de los que repartían prebendas y poder. 

La resiliencia del PSC se explica, en mi opinión, por dos factores: el primero, el sentido común, la prudencia y la lógica que, prácticamente, siempre ha utilizado la dirección del partido para tomar decisiones (ahora siente un cierto escalofrío cuando pienso que Ignasi Elena, en el ya lejano 2011, se postuló para ser primer secretario de la organización ¿qué hubiera ocurrido con el PSC en manos de semejante personaje?). Y, el segundo factor, la alta implicación que han tenido siempre, los socialistas catalanes, en la política municipal que ha sido, a su vez, el semillero de donde han salido la mayoría de sus cargos más relevantes. 

Pero volvamos al presente: Salvador Illa dijo en su discurso de investidura: “en Catalunya vivimos 8 millones de personas y ha llegado el momento que todos y cada uno de los catalanes nos volvamos a sentir parte de la misma Catalunya”, con esa declaración de intenciones Illa se ha autoimpuesto una tarea titánica y no van a faltar carroñeros de la política, de aquí y de allí, deseosos de que el proyecto socialista embarranque para obtener pingües beneficios electorales.  Por eso, el flamante president va a necesitar a todo el PSC detrás de él haciendo piña, pero no solo; necesitará, también, la colaboración de las fuerzas vivas de la sociedad civil para restaurar la convivencia y volver a poner a Catalunya en la vía del desarrollo y del progreso, senda a la que nunca hubiera tenido que renunciar. 

No lo tiene fácil Illa. El paisaje que ha quedado, tras ese mal sueño que ha sido el procés, no es nada halagüeño: unos servicios sanitarios muy por debajo de las necesidades de la ciudadanía, una educación ineficaz, servicios asistenciales insuficientes, importantes sectores de la población en riesgo de pobreza y un largo etcétera de carencias. Todo eso, en el contexto de una necesaria transición ecológica, con una transformación tecnológica en marcha, incerteza económica, populismos seudo fascistas “in crescendo” y, todo ello, adobado por un belicismo creciente en nuestro entorno geopolítico. 

Salvador Illa y su equipo harán bien si miran por el espejo retrovisor a los gobiernos de los presidentes Maragall y Montilla que pusieron especial énfasis en las políticas sociales. Así comprobarán que el excesivo ruido interno, generado por las desavenencias entre los socios, primero, y la crisis financiera después, dieron al traste con aquellos objetivos y eso hizo posible el regreso de CiU al Palau de la Generalitat.

De igual manera, esos ejecutivos, de izquierdas y progreso, tampoco pudieron desmantelar el sistema clientelar que se instaló en buena parte de las instituciones catalanas en la época de Jordi Pujol y ahí sigue. 

Y, por si fuera poco, los socialistas catalanes deberán negociar con el Gobierno central un sistema de financiación “Singular” que sea justo y equitativo; a la vez habrá que persuadir a los presidentes autonómicos y, de manera especial, a sus compañeros de ideología del resto del Estado de que ese sistema ni va contra nadie, ni quiebra el principio de solidaridad. Si eso no es la cuadratura del círculo, se parece mucho.

Como he escrito más arriba el PSC tiene, en estos momentos, un poder casi omnímodo y eso, es muy, muy difícil de lograr. Pero lo importante, de verdad, no es el poder por el poder. Lo importante es que ese poder se utilice para mejorar la vida de los ciudadanos. Esa es la auténtica razón de ser de la política. De la buena política.  

1 Comentarios

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Análisis claro, conciso, honesto y sin implicaciones ideológicas. Bravo

escrito por Demetrio Acebo 22/ago/24    10:59

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