Venezuela | El oficialismo atrapado entre la derrota electoral y la realidad: ¿Qué puede pasar?

Este nivel de represión excede con creces, todo lo que sabemos de las experiencias dictatoriales local y regionalmente

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Nicolás Maduro da la espalda a Venezuela
Nicolás Maduro en un fotomontaje dando la espalda a la bandera de Venezuela - Canva Pro

 

El régimen venezolano se encuentra hoy atrapado entre la evidente derrota electoral del 28 de julio, reconocida por la mayor parte del mundo democrático, y la realidad política imperante. ¿Cuál es esa realidad?

A lo interno, el primer rasgo es la existencia de un liderazgo opositor que fue capaz de construir una sólida organización popular no partidista, unir al pueblo venezolano en el rechazo al desconocimiento de los resultados electorales y fortalecerlo, como nunca antes, en su vocación de recuperar la libertad, la democracia y el sentido de la justicia.

El segundo rasgo es la profundización de la represión y del llamado “terrorismo de estado” como respuesta a los reiterados llamados al diálogo para la transición, no solo por parte de la dirección opositora y del candidato electo, sino de sus propios aliados regionales que todavía gobiernan democráticamente.

Este nivel de represión excede con creces, todo lo que sabemos de las experiencias dictatoriales local y regionalmente, pues no solo se trata de los arrestos y muertes de personas sino de la violación sistemática de la constitución, las leyes y los principios éticos y morales que sustentan el concepto de la justicia, con la complicidad manifiesta  y recurrente de los poderes públicos (Asamblea Nacional, Tribunal Supremo de Justicia, Consejo Nacional Electoral, Fiscalía General de la República, Defensoría del Pueblo, Procuraduría General y Contraloría Nacional, además de las Fuerzas Armadas y policiales).

El tercer elemento es la crisis socioeconómica que se expresa en la muy baja calidad de los servicios públicos (electricidad, agua, gas, combustible, asistencia médica y educación), el bajo poder adquisitivo de la mayoría de los trabajadores, el creciente costo de la vida, la reducción significativa de la capacidad productiva del agro y la industria nacional, la creciente dependencia de las importaciones y el contrabando, y el estado de abandono de cerca de un millón de adultos mayores y niños. 

Habría que agregar la sensación de inseguridad personal y jurídica reinante, el poco acceso a la información veraz, y el miedo instalado, con sus impactos sobre la salud mental y física.

A lo externo, y en primer lugar, está el rechazo internacional de más de 50 países y de los organismos multilaterales a la burla electoral, la represión excesiva y el abuso sistemático contra derechos humanos inalienables, lo cual comienza a traducirse en acciones concretas como las sanciones personales (dinero mal habido, y propiedades) a un numeroso grupo de funcionarios venezolanos, a sus familiares y testaferros, por parte de los Estados Unidos, y pronto, de la Unión Europea.

La incautación de uno de los aviones presidenciales y la amenaza de que seguirán otras, así como las sanciones a 16 funcionarios de alto nivel (aunque ya van otros 140 sancionados), parece ser solo el comienzo, pues se anunció que están en revisión nuevas sanciones a económicas y políticas a personajes, familiares y testaferros incluidos en una larga  lista.

No hay duda, pues, de que la presión internacional irá en aumento en los próximos meses. Las arremetidas contra España y la reciente toma de rehenes de dos españoles, tres norteamericanos y un checo, por parte del gobierno, son buenos ejemplos.

Un factor que gravita en este aspecto, tiene que ver con los resultados de las elecciones presidenciales en los Estados Unidos de Norteamérica, el próximo 5 de noviembre, pues constituye un factor del cual dependerá la unidad de los países de democráticos, en sus acciones de presión sobre el gobierno venezolano.
Esto también influirá en las respuestas que todos esperan de la Corte Penal Internacional (CPI), la cual está puesta en cuestionamiento por su aparente inacción, luego de diez años acumulando expedientes por crímenes de lesa humanidad y violación de los derechos humanos del pueblo venezolano, sin que haya respuestas adecuadas.  Las acciones que se esperan del CPI serán la “guinda del pastel”.

Finalmente, y frente a la alianza del régimen venezolano con los países que conforman el denominado “eje del mal” (Rusia, China, Irán y ahora Corea del Norte, reforzado con sus amigos en América Latina, Nicaragua y Cuba), es necesario recordar que esas alianzas no son todas del mismo talante. Lo único que tienen en común es su voluntad de atacar y destruir las democracias occidentales, pues para ellos el término “democracia” es desconocido. 

Fuera de eso, cada uno tiene intereses diferentes, no siempre coincidentes. 

Veamos: a Rusia, y seguramente a Corea del Norte, le interesa Venezuela, como le interesó Cuba, por el significado geopolítico en su guerra con EE.UU y la UE, pues ninguno de esos países les producen otros beneficios; a China, sin embargo, si le interesa Venezuela por sus riquezas, especialmente, por el petróleo y el oro que ellos no tienen y que necesitan obsesivamente, además de por su posición privilegiada como puerta de ingreso al control del comercio con Latinoamérica, tal como está haciendo en África. 

Irán, por su parte, solo necesita a Venezuela como medio para mostrar que no está aislado dentro del mundo, y para fortalecer su alianza con Rusia en la guerra contra Ucrania, Norteamérica y la UE.

Así que, estas alianzas son inestables y poco confiables para ambas partes. Como ejemplo, está el desencanto de China con el gobierno venezolano, debido a la incompetencia operativa, a la corrupción mostrada y a la deuda acumulada (cerca de 15 mil millones de dólares), aunque sigamos pagando los intereses con petróleo y oro.

Visto este panorama, uno entiende de donde se nutre el optimismo mostrado por el pueblo venezolano y su liderazgo político, recogido en la frase … “Edmundo será proclamado presidente en enero del 2025”, como expresión de la confianza en lo que pasará, aun con los riesgos que supone ponerle fecha al final de “Hasta el final”, y sabiendo que la organización que se creó para ganar las elecciones, defender los votos y desenmascarar el talante dictatorial del gobierno, podría no ser suficiente para resistir sus embestidas, abrir camino a la transición y recuperar la democracia y la libertad.
 

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