Lea Ypi relata la difícil transición entre el comunismo y el capitalismo en Albania (“Libre”)

Unas memorias personales que expresan la transformación y las contradicciones experimentadas en Albania entre la dictadura aislacionista de Enver Hoxha y la apertura del país al mundo occidental

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Aunque Albania se ha convertido en estos últimos tiempos en un país abierto y, de hecho, en destino turístico de moda, su historia reciente es básicamente ignorada y, sobre todo, se desconoce que fue, hasta ayer mismo, el país más aislado de Europa bajo la dictadura de Enver Hoxha. El sátrapa, aquejado de un fundamentalismo marxista radical y un miedo enfermizo a cualquier hipotética e improbable invasión foránea, se fue enemistando con todos los regímenes homónimos a los que consideraba tibios, cuando no traidores al verdadero comunismo, y rompió primero con Yugoslavia, luego con la URSS y finalmente con China, hasta condenar a Albania a sobrevivir como un verdadero paria internacional. La muerte del dictador tras cuarenta años de gobierno y el posterior desmoronamiento de los regímenes comunistas abocó al país a un cambio que tuvo episodios dramáticos. Lo cuenta con todo realismo Lea Ypi en “Libre. El desafío de crecer en el fin de la historia” (Anagrama).

Lea perteneció a una familia de orígenes espurios para el sistema; un bisabuelo suyo fue primer ministro antes del comunismo, y vivió en un ambiente dominado por la cultura francesa que su abuela mantuvo contra viento y marea, dato importantísimo en unos años en que la vida de cada persona dependía de su “biografía”, es decir, de sus antecedentes. Para colmo, sus allegados eran “intelectuales”, condición harto sospechosa, como no dejaba de recordarle su profesora Nora, y en su casa nunca hubo, como en la casi totalidad de las albanesas, un retrato del “camarada Enver”.

En este contexto se desarrolló su infancia y juventud, que describe con crudeza no exenta de rasgos divertidos: desde las colas omnipresentes para conseguir cualquier bien, a la omnipotencia del “Partido” para tomar cualquier decisión, pasando por la necesidad de cumplir sin rechistar normas teóricamente “voluntarias” o la prohibición de lucir cortes de pelo “imperialistas” o “pintura de uñas” “revisionista”. Un mundo en el que los niños coleccionaban envoltorios de chicles -a falta del chicle propiamente dicho- o una familia se peleaba con la vecina por la posesión de una lata vacía de Coca Cola como elemento decorativo domiciliario. Entonces Albania era “el mejor de los lugares posibles” y “nosotros teníamos libertad para todos, no solo para los explotadores. No trabajábamos para los capitalistas, sino para nosotros mismos y compartíamos el producto de nuestro trabajo. No conocíamos la codicia ni tampoco sentíamos envidia. Todos teníamos nuestras necesidades satisfechas y el Partido nos ayudaba a desarrollar nuestro talento”. Era “una sociedad donde la política y la educación impregnaban toda la vida del país”. Una Arcadia feliz… de la que no se podía salir “porque estábamos rodeados de enemigos”.

Pero todo cambió a partir de diciembre de 1990, cuando se desmoronó el sistema (el dictador había muerto cinco años antes) y los albaneses empezaron a emigrar a miles, sobre todo a Italia; el caso es que entonces “no éramos bien recibidos fuera de nuestras fronteras”. Por otra parte, Albania hubo de afrontar “reformas estructurales” y sustituir el partido único por la sociedad civil; el problema es que “no contábamos con una sociedad civil activa”. Y cada cual hubo de enfrentarse además a sus propias contradicciones. Aunque sus padres consiguieron mejores empleos e incluso se dedicaron a la política con cierta fortuna, al final él, “que en el pasado había sido una víctima, habría de verse en la situación de convertirse en un victimario” y su madre acabaría marchando a Italia para colocarse como cuidadora de ancianos. El país se vio enfrentado a un nuevo y peligroso fantasma: la corrupción, que generó una gigantesca estafa piramidal capaz de abocarle a una verdadera guerra civil.

Lea Ypi encontró su camino en Gran Bretaña ¡como profesora de marxismo en la London School of Economics! Ante la estupefacción de su madre, a quien “le cuesta entender por qué enseño marxismo e investigo sobre Marx y escribo artículos sobre la dictadura del proletariado”. Eso sí, después de haber recompuesto la economía familiar gracias a la recuperación de antiguas propiedades familiares en Albania y a su venta a inversores extranjeros.

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