La hora inexistente

Había un momento concreto en que la información se expresaba de forma corta y lapidaria. Era cuando se oía: “Es mediodía”

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Trabajé durante treinta y tantos años en Radio Nacional de España y guardo de aquella larga experiencia un recuerdo inolvidable entre otras muchas y no menos poderosas razones porque tuve la ocasión de compartir redacción, estudios y micro con algunas de las más grandes figuras de la profesión de las que siempre aprendí cosas útiles. Disfruté además de amistades que no se han interrumpido hasta que algunas nos han ido abandonando por exigencia vital. Pues bien, recuerdo que dicha emisora se caracterizaba por marcar el paso oficial de las horas, bien según el reloj de la Puerta del Sol, bien del situado en el Palacio de Comunicaciones (hoy, sede del Ayuntamiento de Madrid). Había un momento concreto en que la información se expresaba de forma corta y lapidaria. Era cuando se oía: “Es mediodía”. O sea, las doce de la mañana. Y a renglón seguido el locutor o locutora añadía: “El Ángel del señor anunció a María…”, continuando con el rezo completo del Ángelus porque España fue durante cuatro décadas “un Estado católico, social y representativo” como rezaba la Ley de Sucesión de 1947.

La constitución de 1978 hizo de nuestro país un Estado laico y la emisora pública cambió algunos detalles como el de dejar de rezar el Ángelus. Pero no varió el hecho de que el mediodía sea el momento en que el sol alcanza su cénit, algo que marca el término de la mañana. De ahí que a partir entonces se inicie la tarde y cuando ha pasado una hora ya no es mediodía, sino la una de la tarde. El caso es que, como consecuencia del cada vez más degradado uso del lenguaje, se ha ido generalizando uso inadecuado del término y no es raro oír que alguien anuncia “la una del mediodía” y ¡hasta “las dos del mediodía”! ¿Cuándo empezará la tarde para tales individuos? Porque el caso es que nadie habla de “la una de la medianoche”, sino de “la una de la madrugada”, como es de ley. 

Me entristece el empobrecimiento progresivo que experimenta el uso habitual de nuestra lengua, pero lo que me pone los pelos de punta es escuchar tal desatino en la misma sintonía de alguna de las emisoras de RNE que han sido orgullo y prez en el manejo del español hablado. Imagino que la presidenta de la Corporación RTVE debe andar desarbolada con la plétora de problemas que acosan al ente público, la más reciente de todas el fiasco en las recientes y fracasadas oposiciones para ingreso de nuevo personal. Pero sería muy de agradecer que en un momento de sosiego alguien con la suficiente autoridad recordara la existencia del “libro de estilo” o simplemente el imperio del sentido común en cuestión tan sencilla como la denominación correcta de la hora solar. Aunque ahora a mediodía ya no se nos invite a rezar el Ángelus.

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