El surrealista animal chagalliano

Pieyre de Mandiargues veía a Chagall como un genial visionario de la renovación social, entregado a experimentos apasionados 

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Chagall
Marc Chagall - Wikipedia

 

Hay una tendencia a lo extraordinario y lo irracional que da pésimos resultados en la vida de los individuos y de los pueblos. Sin embargo, puede dar brillantes resultados artísticos. Así, el surrealismo. El martes 15 de octubre se cumple un siglo del Primer manifiesto del surrealismo, que André Breton, su autor, definió como “dictado del pensamiento sin la intervención reguladora de la razón, ajeno a toda preocupación estética o moral”. Hacía seis años que había acabado la Primera Guerra Mundial y faltaban quince para que comenzase la Segunda.

Hace medio siglo se afirmó que la moda del surrealismo (o la alta cotización de los cuadros y objetos producidos por el dadaísmo; contrario a todas las convenciones) había conducido a muchos pintores contemporáneos “no sólo a despreciar el realismo y a desdeñar la perspectiva, sino sobre todo a buscar el absurdo y a esforzarse por desconcertar la razón por todos los medios posibles”. El autor de estas líneas obtuvo tanto el Gran Premio de Poesía Francesa como el Premio Goncourt (con una novela ambientada en Barcelona). Se llamaba André Pieyre de Mandiargues, de quien ahora se publica por primera vez en español Chagall (Elba), una monografía sobre el artista ruso Marc Chagall, enmarcado en el movimiento surrealista.

Pieyre de Mandiargues veía a Chagall como un genial visionario de la renovación social, entregado a experimentos apasionados y rechazando la tentación de “dejarse reclutar o de situarse bajo la dominación de un sistema”. Destacaba en su obra un carácter prodigiosamente ruso e inmensamente judío: “con una fuerza y una potencia profunda que revientan, literalmente, los ojos de los espectadores”, lo que dificulta una simple calificación al uso de su estilo. La kermesse, À ma fiancée, Le poète allongé o Les amoureux au Poteau son algunos de sus cuadros aquí analizados.

Igual que se habla del pensamiento libre, podríamos hablar de pintura libre: Una “pintura de inspiración y de construcción psíquica -dice Pieyre de Mandiargues- mediante la cual una cosecha de símbolos madura sobre la vegetación metafórica”. Chagall fue un artista que era un poeta y se distanciaba de los que eran básicamente intelectuales.  Con una voluntad de emoción espontánea, su dinamismo era el del piadoso baile jasídico. Conservaba una cierta conciencia religiosa y llegó a ser, se nos dice en esta monografía, “el mayor y más original artista místico de la época moderna”. Le importaba el interés de ser una sombra de un paraíso perdido. El erotismo de su pintura, señala Pieyre de Mandiargues, es tan deslumbrante como el de la poesía de Éluard.

Éluard, calificado como el mejor poeta del surrealismo, usaba poco la metáfora, mientras que Breton veía en la metáfora el elemento esencial de la poesía. La metáfora, pictórica o poética, vista como un fin en sí misma. De este modo, se puede alcanzar una visión alquímica del universo que no es consciente o voluntaria. La alquímia vista como hermana mayor de la pintura moderna: “una especie de filosofía secreta de la pintura de Chagall”.

Se entregó a un juego de híbridos curioso, y produjo una especie de mestizo de tres especies que se ha llamado animal chagalliano. Así, el ojo de una bestia, híbrido de asno y buey de cuyas mandíbulas cuelga una rama frondosa. Animales que, ante todo, son máscaras de animales imaginadas por él. Ensalza entonces el espíritu de cada animal como podría hacerlo un brujo de África o de Oceanía. “Que yo sepa, ningún artista contemporáneo ha puesto en escena a los animales con tanto gusto o incluso pasión”, llega a afirmar su crítico poeta y novelista.

En el verano de 1942 Chagall vivió un tiempo en México, país que pudo ser visto por él como “el lugar por excelencia de su inspiración americana”, una especie de patria ideal. Se ha podido considerar incluso, un país chagalliano por los hombres y las mujeres, por las bestias y por la tierra. Allí tuvo un éxito colosal y muchos mexicanos sintieron reflejarse en su arte.

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