¿Es el caso Iñigo Errejón la punta de iceberg de otros casos?

Errejón es el típico personaje con cara de niño que no ha roto un plató y al que le confiaría la gente algún secreto

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Íñigo Errejón - EP

 

Estos días bulle en los medios de comunicación y consecuentemente en la sociedad la dimisión del diputado Iñigo Errejón, quien además abandona la política. Se va cinco minutos antes de que lo expulsaran tras conocerse varias acusaciones de violencia machista, y posible acoso sexual. Una noticia que ha dejado paralizada a la clase política y a buena parte de la ciudadanía, que no acababa de entender lo sucedido. Más aún viniendo de un político que estaba en contra del maltrato a las mujeres, que participaba en manifestaciones feministas y que se le llenaba la boca en la defensa de la mujer. Teniendo en cuenta que su “partido” alardea de ser un partido feminista, no se entiende lo ocurrido.

Errejón es el típico personaje con cara de niño que no ha roto un plató y al que le confiaría la gente algún secreto. Buen político hasta el día de su dimisión, y un actor consumado: una doble vida de lo que representaba y lo que realmente era,entre un personaje y una persona. Una situación que ha llevado, ¿en secreto?, que más de uno sabía lo que estaba ocurriendo y miraba para otro lado. Es que algunas personas no son capaces de asimilar convenientemente el poder que creen poseer por los cargos conseguidos: la ética se pierde cuando el ego hace acto en las personas que creen  dioses del Olimpo, o en algunos casos  machos alfa. Lo sucedido con este político no solo pasa en la política, es estructural y hay que combatirlo, sin miedo.

 Decía Oscar Wilde que “en la vida todo es sexo, menos el sexo: el sexo es poder”. Principalmente para los hombres que ven como sexo y poder van de la mano. En algunos casos el comportamiento “atípico” de algunos políticos puede traducirse en que política y sexo son dos caras de la misma moneda

Según algunos expertos estadounidenses preguntados sobre por qué se repite el binomio político-escándalo sexual, varios explican que los líderes más carismáticos son tipos de carácter osado que tienden a arriesgarse demasiado. Otros comentan que los políticos representan al “macho alfa”, el gorila de la manada. Quizás por osados se llega al poder, pero ese carácter les hace también más cercanos al perfil de acosador. Por el poder y el sexo hay algunas personas que son capaces de involucrarse en las bajezas más impensables y sorprendentes.

Lo sucedido con Iñigo Errejón, posiblemente adicto al sexo y otras sustancias, no es un único caso. En la política, como en otros sectores, hay demasiados machos alfa que, creyéndose poderosos, piensan más por el colgajo de la entrepierna que por el cerebro. Lo preocupante de los políticos es que la ejemplaridad que debería acompañarlos en el cumplimiento de sus responsabilidades la han dejado colgada en la percha de un hotel o en un piso alquilado. Los machistas, los acosadores o los machos alfas están en todos los partidos políticos. Unas veces se conocen sus actuaciones, otras no, se ocultan

En Podemos, Pablo Iglesias, en el 2016, en un chat cerrado con su entonces compañero de partido, Juan Carlos Monedero, entre otras lindezas, impropias de dos políticos, escribía refiriéndose a la presentadora Mariló Montero: "La azotaría hasta que sangrase”. Una afirmación machista, que la presentadora denunció. No fue hasta dos años después cuando Iglesias le pidió perdón. ¿Es otro caso aislado? Más de una militante o senadora han denunciado en los medios las actitudes machistas de algunos de sus dirigentes, empezando por el macho alfa.

La actuación de Errejón, que ha hecho un agujero en la ya debilitada formación de Sumar y en la izquierda, es la punta del iceberg de los acosadores,  los machistas que se aprovechan de sus cargos, y puede traer consigo una lista numerosa de políticos que actúan amparados en sus cargos, que piensan que estos les otorgan impunidad para hacer con las mujeres lo que les apetezca.  Conocedores del poder que creen tener, saben que muchas mujeres no los denuncian por miedo. Ahora parece que ese tiempo está acortándose, las mujeres agredidas han decidido que no les tienen miedo, que ellos representan la bajeza de la política y que no pueden estar ni un minuto más en un cargo público. 

Aunque no nos engañemos, estos casos seguirán ocurriendo, porque mientras determinados personajes sin ética se dediquen a la política, las cosas continuarán igual. Decía Aristóteles que “no se puede ser y no ser al mismo tiempo y bajo el mismo aspecto”. Abran las puertas, dejen pasar el aire y ventilen las estancias. Es lo que deben hacer los partidos, también el resto de la sociedad. 

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