Sumar: un proyecto a la deriva

A pesar de que Díaz ha sazonado su liderazgo con buenas maneras, afabilidad e incluso simpatía, esa formación no ha llegado a percibirse como una organización preparada para dar la batalla y perdurar en el tiempo

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Archivo - La vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz.
Yolanda Díaz. Foto: EuropaPress

 

Desde que, a principios de los años ochenta, el PCE de Santiago Carrillo entró en barrena, la teórica izquierda a la izquierda de la izquierda de nuestro país, casi siempre ha tenido una salud precaria. A pesar de que, los intentos para desarrollar un movimiento sólido y robusto en el margen sociopolítico que el PSOE deja huérfano, se han sucedido, las decepciones han sido constantes, mientras que los éxitos han sido escasos y más bien efímeros.     

La lista de dirigentes que han intentado vestir un proyecto con arraigo es extensa: Gerardo Iglesias, Paco Frutos, Julio Anguita, Gaspar llamazares, Cayo Lara, Alberto Garzón y, en la actualidad, Enrique Santiago (disculpen si me dejo alguno). A la vez, en ese tiempo, la fórmula para presentarse a las elecciones ha variado en función del momento. Al principio el PCE acudió a las urnas en solitario, pero, puesta de manifiesto su debilidad electoral, tuvo que refugiarse bajo el paraguas de Izquierda Unida y tras diversos bandazos en la primera década del siglo XXI, un PCE bastante débil se alió con Podemos. 

Podemos se constituyó como partido político en enero de 2014. Su ascenso fue meteórico: En las elecciones europeas de ese mismo año logró 5 escaños de un total de 54, lo que lo convirtió en el cuarto partido más votado de España. Sin embargo, en menos de una década pasaron de asaltar los cielos al grupo mixto.

El declive electoral de Podemos hizo que Pablo Iglesias, líder indiscutido, abandonase política activa en 2021, y Yolanda Díaz se convirtiera en la líder de la coalición Unidas Podemos. No obstante, ante la imagen mediática áspera y nada empática que habían cultivado los podemitas, se decidió crear una coalición que se presentaría a las elecciones generales de julio de 2023. A esa coalición, encabezada por Yolanda Díaz, la denominaron Sumar y se constituyó con una veintena de partidos de ámbito estatal y autonómico.

Desde su constitución, las cosas nunca han sido fáciles en Sumar. A pesar de que Díaz ha sazonado su liderazgo con buenas maneras, afabilidad e incluso simpatía, esa formación no ha llegado a percibirse como una organización preparada para dar la batalla y perdurar en el tiempo. Aglutinar ese puñado tan heterogéneo de sensibilidades parecía misión imposible. De hecho, tras el revolcón sufrido en las elecciones europeas del pasado mes de junio, se encendieron todas las alarmas sobre la viabilidad del proyecto. Entonces Yolanda Díaz dimitió de sus cargos en la coalición, pero se mantuvo en el Gobierno. 

Ahora bien, lo que les ha puesto contra las cuerdas, ha sido el órdago que supuso la dimisión de Iñigo Errejón, anunciada el pasado 24 de octubre. Por si fuera poco, Podemos, quiere aprovechar la situación para ajustar algunas cuentas que creen tener pendientes con Díaz. De forma simultánea, dentro de Sumar se ha abierto una crisis de consecuencias imprevisibles. Todo eso, hace que, en estos momentos, Sumar sea un proyecto a la deriva. 

Yo no voy a echar más leña al fuego. El affaire ya es sobradamente conocido por todos y los medios lo han tratado con detalle. Entiendo que, en primera instancia, es su partido el que tiene que aplicar, con el máximo rigor, la normativa interna y que la justicia actúe como corresponde. Voy, sin embargo, a intentar descifrar el alcance político del asunto.

No cabe duda de que este affaire para el Gobierno es un torpedo en la línea de flotación. Aunque Pedro Sánchez ya ha anunciado que la legislatura se va a agotar, es evidente que es munición para los conservadores que lo aprovechan todo para desgastar al presidente. Además, este asunto viene precedido por otros como el caso Koldo (que con toda probabilidad acabará siendo el caso Ábalos), el affaire Begoña Gómez, la llegada de Delcy Rodríguez o el intríngulis de la foto de Sánchez con Víctor Aldama. O sea, llueve sobre mojado, y que esos temas tengan enjundia o no para acorralar al Ejecutivo carece de importancia, lo que cuenta es socavar al Gobierno e ir minando su credibilidad.

Pero más allá de la repercusión que este tema tenga en el acontecer político, hemos visto como en el Gobierno de coalición Sumar, como socio minoritario, impulsaba iniciativas que, tal vez, un Ejecutivo de un solo partido nunca hubiera puesto en marcha. Pero, sobre todo, es necesaria una formación que ocupe el espacio que queda a la izquierda del PSOE porque ahí existe un segmento de ciudadanía que no se identifica con las propuestas socialistas, pero que tienen los conceptos de la igualdad y la justicia social muy arraigados porque para ellos son la base de la convivencia y el pacto social. Y a esas personas no las podemos defraudar otra vez. 

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